Ciclismo

La ‘grand boucle': nace el Tour

  • La primera ronda ciclista gala, creada por Henri Desgrange, el dueño del periódico deportivo ‘L’Auto’, recorrió 2.428 kilómetros en 18 días, venciendo el francés Maurice Garin, apodado ‘Le Petit Ramoneur’

A  mediados del siglo XIX empezaba a despuntar en Francia la fiebre del ciclismo. Era la época de las grandes competiciones en ruta, los recorridos maratonianos y las largas distancias. La primera carrera entre ciudades fue la París-Ruán, en 1869. Años después, en 1891, se creaban la París-Brest-París y la Burdeos-París. En 1896 nacía la París-Roubaix. En distintas ciudades iban surgiendo pruebas que serían la semilla de las famosas clásicas. Sin embargo, se trataba de un deporte que los espectadores sólo podían apreciar fugazmente, y la prensa escrita se convirtió en el único medio para conocer los avatares de estas pruebas. En seguida, los directores de periódicos captaron el impacto emocional del ciclismo, su épica y sacrificio.

Uno de aquellos visionarios era Henri Desgrange. Apasionado de la bicicleta (fue el primer recordman de la hora, en 1893), Desgrange ejercía además de periodista, y había heredado de su padre el diario deportivo L'Auto (hoy conocido como L'Equipe). Impreso en papel amarillo (de ahí vendría el maillot), su nombre hacía referencia al apoyo que recibía del Automóvil Club de Francia y, para ganarse el favor de los lectores frente a su rival Velo, organizaba competiciones ciclistas. Pero Desgrange quería jugar fuerte y deseaba crear una prueba sin precedentes, que no tuviera parangón con ninguna de las ya existentes. El 20 de noviembre de 1902 se reunía con Geo Lefevre, encargado de la sección de ciclismo, y Víctor Goddet, socio administrador. Bajaron a almorzar y, mientras tomaban unas cervezas, analizaban la manera de despertar el interés de sus lectores. Fue entonces cuando Lefevre soltó una ocurrencia que sonaba a disparate: ¿por qué no organizamos una carrera ciclista que dé la vuelta a toda Francia? En aquella época era un proyecto irrealizable. La infraestructura que exigía una prueba de tales dimensiones llevaba a considerarla como algo utópico. Sin embargo, Desgrange no cejó en su empeño y, ambicioso, empezó a desarrollar lo que parecía una locura. El ciclismo estaba arraigando en el país galo e intuyó que las ciudades y pueblos acogerían con entusiasmo la carrera.

El 16 de febrero de 1903 L' Auto sorprendía a sus lectores con esta noticia: “El próximo mes de mayo se disputará la primera Vuelta a Francia. La prueba tendrá carácter internacional y repartirá 20.000 francos en premios”. El primer Tour pretendía durar 35 días, del 31 de mayo al 5 de julio, pero cuando llegó la fecha límite de inscripción sólo 15 valientes habían aceptado el reto.

Desgrange y su equipo decidieron posponer el inicio de la competición hasta julio y, de esta anecdótica manera, se convirtió en el mes del Tour. Con los precedentes de las pruebas disputadas, Desgrange expresó su temor a que las participantes pudieran incluso morir en una carrera tan desmesurada, y se planteó una reducción de las 5 semanas previstas: dividió la competición en 6 etapas intercalando jornadas de descanso, 18 días en total para recorrer 2.428 kilómetros. Con objeto de aumentar el número de participantes se aplicaron dos medidas: reducir la cuota de inscripción de 20 a 10 francos, y se anunció que aquellos que terminaran entre los cinco primeros en cada etapa percibirían una dieta de 5 francos. Para evitar un exceso de abandonos, la organización creó una clasificación parcial que premiaba las victorias por etapas.

El 1 de julio de 1903 se hacía realidad el sueño de Henri Desgrange. Frente al restaurante Réveil Matin (El Despertador), 60 aventureros (de los 78 inscritos) decidían dejar familia y trabajo durante unos días para probar fortuna. Desgrange escribió en su periódico: “L' Auto, diario de ideas y de acción, va a lanzar desde hoy a través de Francia, a los grandes sembradores de energía que son los ciclistas”. No había mucho público, y a las 15:16 horas Monsieur Abran, secretario de L' Auto, daba la salida. Tenían por delante las etapas de Lyon, Marsella, Toulouse, Burdeos y Nantes, hasta llegar a París.

Geo Lefevre, su inventor, fue nombrado director de esta primera edición. Una vez iniciada la partida, pedaleaba entre el pelotón, luego marchaba de inmediato a la estación de ferrocarril, y recorría los últimos kilómetros en bicicleta para prevenir a los espectadores de la llegada de los ciclistas. Con un cronómetro se situaba en la línea de meta, y hacía también de enviado especial del periódico.

La organización no tenía posibilidad de vigilar a todos los corredores y evitar sus trucos y trampas. No sólo buscaban el abrigo detrás de un coche, los había que aceptaban montarse en el auto e incluso, los más atrevidos, optaban por tomar el tren. La dureza del recorrido despertaba la picardía y las artimañas de muchos participantes. Aprovechando la ausencia de controles, algunos no llegaban a recorrer toda la etapa o transitaban por caminos alternativos más sencillos. No faltaban los que se buscaban dobles que les sustituían durante buena parte de la ruta.

Aquello era una verdadera aventura. Por esa época, a quienes hacían largos viajes en bicicleta se les recomendaba llevar: camiseta, medias, pañuelos, farol, mapa y revólver. Los ciclistas no contaban con vehículos de asistencia y tenían que buscarse la vida en la carretera. Estaba prohibido recibir avituallamiento. Si necesitaban agua, paraban en las fuentes para llenar los bidones. Si querían comer, entraban en un bar a tomar el menú del día. Cuando tenían sueño, dormían en algún granero o se tumbaban a la sombra de un árbol. Si caían heridos, eran los campesinos quienes se encargaban de socorrerlos.

Los participantes debían hacer frente a caminos de tierra sembrados de innumerables obstáculos (piedras, clavos, barrizales...), detenerse para arreglar los numerosos pinchazos o buscar alguna herrería en los pueblos para reparar la bicicleta. Al llegar a los puertos de montaña tenían que desmontar la rueda trasera y colocar un piñón más adecuado. Unos se bajaban y subían arrastrando a pie los 17 kilos que pesaban las bicis. Otros ascendían las rampas con las monturas sobre sus espaldas. Y cuando coronaban la cima entraban en un bar a tomar un café para combatir el frío.

Así se fue gestando el calificativo con el que se conoce a los ciclistas: los esforzados de la ruta. Muchos abandonaban, pero podían continuar al día siguiente. Estaban también quienes participaban por diversión, los llamados cicloturistas que, al finalizar cada etapa, cantaban en las terrazas de los bares para conseguir algo de dinero con que pagarse el albergue y poder seguir adelante.

El 19 de Julio arribaban a París los 21 supervivientes. Maurice Garin, apodado Le Petit Ramoneur (El Pequeño Deshollinador) por su oficio y estatura, cruzaba primero la línea de meta y se coronaba vencedor. Su diferencia con el segundo en la general, 2 horas y 49 minutos, constituye un récord todavía vigente. Desde entonces, mucho ha evolucionado el Tour. Se ha convertido en uno de los acontecimientos más importantes del deporte mundial. El general De Gaulle dijo en cierta ocasión que en Francia podía haber una revolución en cualquier época del año, menos en el mes de julio, “ése es el mes del Tour”.  

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