El que está a punto de finalizar ha sido, sin duda, el año del entrenador de la Real Balompédica Linense, Rafael Escobar Obrero (Córdoba, 12 de agosto de 1969). Hace doce meses, exactamente por estas fechas, estaba apartado del mundillo futbolístico y no eran pocos los que, deportivamente, hubiesen respaldado su extrema unción. Sin embargo, el 28 de diciembre tomó las riendas de una Unión Deportiva Los Barrios que apuntaba hacia el descenso y, en medio de un caos económico que aún colea, la llevó a los puestos cálidos de la tabla. En verano regresó a la Real Balompédica, con la que es segundo al término de la primera vuelta. Entre los dos conjuntos acumula 71 puntos en 39 jornadas (es decir, un pelín más que una campaña), una cifra que garantizaría la presencia de cualquier equipo en una fase de ascenso. Una resurrección en toda regla.

Escobar, que además de dos etapas inconclusas en la Balona había pasado, entre otros, por Pozoblanco, Lucentino, Serrallo de Ceuta y Puerto Real, había entrado en el dique seco tras abandonar el Sancho Dávila y el periodo de inactividad empezaba a prologarse en demasía.

La Unión, que tras la fantasmagórica destitución de Martínez Gámez y de un paso fugaz por el cargo, de forma interina, del actual preparador físico de la Balompédica, Juan Carlos González Galindo, llegaba al final del año en el decimotercer puesto, con 21 puntos, sólo cuatro por encima del equipo que marcaba el descenso, el Dos Hermanas. Y lo que es peor, con la sombra de la descomposición económica acrecentándose por momentos.

Escobar debutó con derrota en el Marismas de Los Palacios (1-0) el tres de enero. Después estuvo al frente del equipo de la Villa (unas veces en el banquillo y otras no, por mor de los problemas burocráticos y de las deudas de la entidad) otros diecinueve partidos, en los que sumó la friolera de 36 puntos, lo que convirtió al conjunto del San Rafael en el tercero mejor de la segunda vuelta, sólo por detrás del Alcalá y el Marinaleda (ambos con 39) y considerablemente por delante de la propia Balompédica (31), que pese a que Juan Carlos Añón relevó a Eduardo Vílchez en el banquillo, se quedó fuera de la fase de ascenso.

La marcha de la Unión fue in crescendo a tal ritmo que quedó la impronta de que el equipo había tenido que levantar el pie del acelerador para no entrar en la pelea por una fase de ascenso que hubiese supuesto un caos para una entidad que ni siquiera podía hacer frente a los recibos arbitrales y que había visto peligrar algún desplazamiento, salvado in extremis, casi de forma milagrosa.

Al término de la temporada y después de que hubiesen recibido la alternativa un buen puñado de chavales forjados en la casa, la Unión ocupó la séptima plaza, con 57 puntos, a nueve del cuarto clasificado, el Marinaleda, y a sólo seis de la Balona –quinta– a la que de nada sirvió su triunfo en la última jornada sobre el Coria.

Como había desvelado este periódico justo después del derbi entre los blanquinegros y los barreños, Escobar regresó para afrontar la que sería su tercera temporada en la Real Balompédica. “Lo único que pido es que esta vez me dejen acabar la temporada”, casi suplicó en agosto.

Después de unos titubeos iniciales, que llevaron al equipo a la decimocuarta plaza al perder en Sanlúcar ante el Atleti, los albinegros han encadenado diez jornadas sin conocer la derrota [siete triunfos y tres empates] que le han catapultado hasta la segunda plaza e incluso a coquetear con el título de campeón de invierno, que dejó escapar en la última jornada del año, al no pasar de la igualada en el Pérez Ureba de Conil.

Sumando los 36 puntos arrancados con la Unión y los 35 con los que la Real Balompédica ha finalizado la primera mitad de la competición, en una temporada completa (en este caso se habría jugado la segunda vuelta antes que la segunda) Escobar suma en 2010 nada menos que 71 puntos. Con esa puntuación, en las últimas cinco temporadas con 20 equipos en liza todos hubiesen logrado la clasificación para la fase de ascenso, unas veces como segundos y otras, como terceros clasificados.