La Liga de los hombres extraordinarios

Villa de los barrios | beirasar rosalía · la crónica

Repite El Villa logra una sufrida victoria y alcanza el play-off por tercera temporada consecutiva Sobresalientes Schraeder, con 25 puntos (16 en el último cuarto) y Guillén (21-11), claves Apoyo El público lleva en volandas a los suyos tras el descanso

Xavi Vallmajó entra a canasta, defendido por su hermanoJordi.
Xavi Vallmajó entra a canasta, defendido por su hermanoJordi.
Rubén Almagro / Los Barrios

16 de mayo 2009 - 05:02

El Villa conquistó anoche la clasificación para su tercer play-off consecutivo con sevillanas y pasodobles como música de fondo y con una explosión de júbilo final que justifica por sí sola una temporada de desasosiegos. De demasiados desasosiegos. Una docena larga de hombres con carácter de héroes que han aparcado para siempre la leyenda urbana de que deportista y mercenario son términos sinónimos, superó, con suspense incluido, a un Rosalía tan batallador que si no fuese porque esta temporada no hay ni un euro en las alforjas de nadie hubiese dado pie a la especulación sobre una posible motivación externa.

El Villa logró el pasaporte para la gloria al más puro estilo Villa. Con la adversidad de que su mejor jugador de la segunda vuelta, Levi Rost, amaneció con unas décimas y apenas pudo jugar diez minutos. Y con Antxón Iturbe mirándose de reojo la parte posteror de un muslo por si acababa de romperse. Este equipo sabe como nadie penderse de un hilo y salir airoso como si nada hubiese pasado. Por algo lleva, aunque muchos parecen haberlo olvidado, desde diciembre sin un norteamericano interior.

Los primeros veinte minutos fueron embarullados, espesos. A la escuadra de casa le podía la ansiedad y no era el de otras noches y los compostelanos, enganchados en un certero Pavlidis y en algún triple espectacular de Nana Harding mantenían el intercambio de golpes con la tranquilidad que emana del que nada tiene que perder.

El 43-43 del descanso era justo reflejo de que no había un equipo mejor que otro. Por entonces Schraeder había anotado sólo seis puntos.

El comienzo del tercer cuarto fue el vivo reflejo de un conjunto que atraviesa un estado de pánico, el de casa, y de otro que se contagia. El fantasma de la noche aciaga del Ciudad de Huelva de hace tres años parecía querer colarse en el Samuel Aguilar. Después de cinco minutos el marcador era de 49-48 (6-5 de parcial) y cuando por fin a Jesús Castro le entraron un par de canastas el conjunto de casa logró el espacio que precisaba para irse por delante.

En el último cuarto Ross Schraeder volvió del lado oscuro al que se había marchado ya ni se sabe (firmó 16 puntos en los últimos diez minutos) mientras Richi Guillén continuaba con su martillo pilón (21-11). Y la afición, que estaba como enferiada, agarró con fuerza a los suyos para que no tropezasen. Daba gloria ver cómo empujaba la grada.

Entre todos, pese a la oposición de Taylor, sentenciaron al equipo de Santiago de Compostela, al que su técnico, César Iglesias, se empeñó en darle el tiro de gracia. Con 78-73 los árbitros rectificaron sobre la marcha un error en un rebote y el entrenador, que hacía rato que buscaba un culpable, forzó la técnica que los árbitros le habían perdonado ya una docena de veces. No contento con eso siguió en el centro de la pista hasta que a Pagán se le canlentaron las narices y le mandó, acompañado por una pareja de Guardias Civiles (literalmente) al vestuario. La actitud de Iglesias, con lo poco que a su equipo le iba en el envite, dice muy poco de él.

Guillén aprovechó el carrusel de tiros libres para poner tierra de por medio y el resto, numerito incluido de Dedas, fue ya un mero protocolo con ese bendito hilo musical del 'este año sí jugamos, este año sí jugamos el play-off' que empieza a parecer un clásico desde que Moncho Fernández vive por estas latitudes.

Cuatro victorias separan a un grupo de tipos que han desafiado a todo lo que se antoja lógico de la ACB. Cuatro victorias no son muchas. Esta permitido soñar. Y mientras tanto no está de más ir dándole las gracias a los que han traído a estos colores hasta aquí.

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