Cuando España vivía sin canastas
Baloncesto
El 'básketball', que tantos éxitos ha dado al país últimamente, llegó a la península de la mano de un sacerdote escolapio que durante su destino en Cuba observó el juego de los soldados americanos
Los logros recientes del baloncesto español están recibiendo muchos mayores elogios y reconocimientos en el concierto mundial que dentro de nuestras fronteras. Para intentar comprender su actual circunstancia y lo que significa el básket en nuestro país, sería interesante conocer la propia evolución que ha seguido, siempre a la sombra del todopoderoso deporte rey.
El baloncesto se introduce en España en el año 1921 de la mano de un sacerdote escolapio, Eusebio Millán, quien durante su estancia en Cuba conoció el básket-ball que practicaban los soldados norteamericanos. De regreso a nuestro país, el padre Millán se encuentra con un alumnado totalmente entregado a la práctica del fútbol, el cual hacía furor en aquella época por el logro de la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Amberes, y decide impulsar un nuevo deporte. El baloncesto es gradualmente adoptado por los colegios y órdenes religiosas, destacando su arraigo en las zonas de Cataluña. Poco a poco sale de los patios de las escuelas y se da a conocer al gran público. Cuando un grupo de antiguos alumnos decide crear el Laietá Básquet-Ball nace en España el primer club. Su debut se produce con el CD Europa, en el campo de fútbol de éste reconvertido en pista, con los aros colgados de las porterías y siete jugadores por bando.
En 1924 se forma la Federación Catalana y el baloncesto pasa, de ser un juego o pasatiempo, a convertirse en un deporte organizado y reglamentado: se establece jugar con cinco jugadores y en una cancha ajustada a unas medidas oficiales. Ya en la década de los 30 se consolida como deporte de masas, afición que contrasta con la realidad de un país donde existen muy pocas instalaciones para su práctica. Comienzan a formarse equipos y, por ejemplo, el 8 de marzo de 1931 aparece en el diario ABC un anuncio solicitando jugadores: "El Real Madrid ruega a todos los señores interesados en la práctica del baloncesto, pasen por la secretaría del club". Florecen numerosos torneos y se celebran reñidos campeonatos regionales. Nace la Copa en 1933, que durante años fue una pugna constante entre los clubes de Cataluña y Castilla.
En 1932 se constituye la Federación Internacional de Baloncesto Amateur (FIBA), y durante su sesión inaugural se acuerda celebrar la primera gran competición oficial: el Campeonato de Europa, a disputar en Ginebra en 1935, un ensayo general para el estreno del baloncesto como disciplina olímpica en los Juegos de Berlín del año siguiente. La Selección Española, superando el desinterés de las altas esferas gubernamentales, consigue inscribirse y tiene que ganarse su clasificación en una eliminatoria contra Portugal, cuyo árbitro fue… el propio seleccionador español (!), que compaginaba esta actividad con sus labores de entrenador. Luego, en su estreno continental, nuestro equipo conseguía llegar hasta la gran final. Nos superó Letonia por un exiguo 24-18 (aún no existía el límite de tiempo en la posesión del balón) y España lograba el subcampeonato, aunque no la plata, pues entonces no se repartían medallas. El origen de los miembros de aquel equipo que pisó el podio era de lo más variopinto: un argentino, Manent (entrenador); dos cubanos, Alonso y Arbeleche; un costarricense, Ruano, y un salvadoreño, Martín, de 160 centímetros de altura, apodado el Pequeño Diablo.
Desgraciadamente, al año siguiente estallaba la guerra civil. La contienda, junto con el aislacionismo político del régimen franquista, afectaron a la evolución del deporte. Una obligada inactividad justo cuando empezábamos a escribir nuestro palmarés. El baloncesto español vivió encerrado dentro de sus fronteras durante la década de los 40, ajeno a la evolución de los nuevos métodos y tácticas, viendo pasar Juegos y Europeos. En 1947 recibe un impulso decisivo con la creación del Campeonato Nacional de Liga. Un total de ocho equipos integraron aquella Primera División: el tinerfeño CB Canarias; los catalanes Barcelona, Mongat, Juventud de Badalona y Calella; y los madrileños América, Real Madrid y Liceo Francés.
El período de autarquía se rompe en 1950, cuando España participa en el I Campeonato Mundial en Buenos Aires. Acompañados de Yugoslavia, país que se considera como ejemplo en cuanto a su concepción del baloncesto, fuimos los únicos representantes europeos en aquel lejano evento en tierras argentinas. A pesar del pobre balance deportivo (una sola victoria, alcanzada sobre Yugoslavia por su incomparecencia debida a cuestiones políticas), esta salida al exterior posibilitó el comienzo de una nueva etapa y amplió nuestros horizontes. Con la década de los 60 el baloncesto español se propuso estar presente en todas las grandes citas. Y durante los años 80, gracias a sus éxitos en olímpicos, mundiales y europeos, España aparece ya situada entre la élite mundial de este deporte. Logros de la selección absoluta que son complementados por las medallas conquistadas por las selecciones juveniles y juniors, confirmando el salto de calidad dado en el último cuarto de siglo.
¿Dónde han quedado todos aquellos países del Este europeo que se nos anticiparon en el tiempo? Hemos alcanzado e incluso superado a selecciones que, décadas atrás, nos llevaban amplia delantera y considerábamos lejanas e inaccesibles potencias, imposibles de alcanzar: Estados Unidos, Rusia, Italia, o el conglomerado de selecciones balcánicas surgidas de la extinta Yugoslavia. Puede que ahora seamos menos soñadores y utópicos. Recordemos a los pioneros que nos precedieron, ellos construyeron las bases sobre las que hoy nos asentamos.
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