Cuarenta años de sueños

El Municipal de La Línea cumple hoy su cuadragésimo aniversario · Una goleada 6-0 de España a Finlandia con 25.000 testigos sirvió para la inauguración

Rubén Almagro

15 de octubre 2009 - 10:10

Hoy, quince de octubre, se cumplen cuarenta años de la inauguración oficial de la Ciudad Deportiva Linense, una de las supuestas compensaciones del franquismo por el cierre de la frontera con Gibraltar. El eje central de esas instalaciones, el entonces Estadio José Antonio (en homenaje a Elola-Olaso, que ocupaba un cargo semejante al que hoy sería Secretario de Estado para el Deporte) comenzó su andadura con el encuentro entre las selecciones nacionales de fútbol de España y Finlandia, que se resolvió con victoria local por 6-0 y que fue presenciado por unos 25.000 espectadores, lo que superaba con creces el aforo del recinto.

Aquella inauguración supuso el fin del estadio San Bernardo, al que no hace mucho la demoledora piqueta convirtió en pasado.

España llegó al encuentro clasificatorio para el Mundial de 1970 ya sin opciones matemáticas de acudir a la fase final en Méjico. La principal novedad era el comienzo de la etapa como seleccionador de Ladislao Kubala, después de su dilatada carrera como futbolista.

Kubala hizo debutar como “internacional A” al meta Reina –padre del actual cancerbero del Liverpool y de la selección– en detrimento del mítico Iríbar, que vio el choque desde el banquillo. Además vistieron por primera vez la zamarra nacional el donostiarra Gaztelu, el barcelonista Puyol y el sevillano Quino, éstos después de sustituir a Gárate y Gento, quien por cierto puso en La Línea fin a su etapa como internacional, después de 43 apariciones.

El partido se resolvió en la primera mitad, que finalizó con ventaja de 5-0, a lo que hubo que añadir un último gol en el segundo periodo.

El primer tanto oficial en el Municipal fue obra del ceutí José Martínez Pirri a la salida de un córner. Gárate por partida doble, Amancio, Velázquez y el debutante Quino completaron la media docena.

Formaron por el equipo español, uniformado con su habitual camisola roja y pantalón azul: Reina; Gaztelu, Borrachina, Eladio; Pirri, Violeta, Amancio, Velásquez, Gárate (Puyol), Asensi y Gento (Quino).

Por el equipo finlandés, con camisola azul clara y pantalón blanco lo hicieron: Nasman; Makipoá, Kiliponen, Forssel, Ranta, Lamberg, Saviomás, Peltonen, Tolsa, Tolvanen y Lindhom.

El encuentro fue dirigido por el francés Helices.

Al final del encuentro los jugadores españoles agradecieron el apoyo que habían recibido desde la grada, aunque no pudieron ocultar su malestar por el pésimo estado que presentaba el terreno de juego, cuyo césped había sido implantado con las habituales precipitaciones de última hora.

Sin embargo, lo que más se recuerda de aquel encuentro no fue el marcador, dada su intranscendencia, sino el ambientazo que se vivió en la ciudad tanto el mismo día como en las jornadas precedentes y, por supuesto, que el estadio presentó el lleno más grande de su ya dilatada historia, ya que los 25.000 espectadores que figuran en el archivo de la propia Federación Española de Fútbol superaban con creces la capacidad oficial de la instalación (20.000).

Paradójicamente los responsables gubernativos habían estado temerosos de que la respuesta de los aficionados no fuese como estimaban imprescindible para un acontecimiento que tenía marcados tintes políticos así que organizaron numerosas excursiones de pensionistas desde muy diferentes puntos de Andalucía. Los agraciados no sólo viajaron y accedieron al estadio de manera gratuita, sino que recibieron refrescos y bocadillos, como se encarga de recordar constantemente la memoria popular cuando regresa a tan señalada fecha.

El error de cálculo fue mayúsculo. Tanto, que 24 horas y según informaba en titulares Diario de Cádiz existía no ya en La Línea sino en toda la comarca “existe un gran ambiente y ya no se pueden conseguir entradas ni en la reventa”.

Como todo acontecimiento que se precie, mucho más en aquella época, la inauguración del José Antonio –hoy Municipal- dejó secuelas: fueron editadas postales de correos para que, a través de la correspondencia, se promocionasen las obras que el gobierno (entonces el central, que era el único) estaba llevando a cabo en La Línea de la Concepción. Eso sin olvidar los banderines y azulejos que recordaron el encuentro y del que aún queda algún vestigio en más de un domicilio de La Línea.

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