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El término fútbol vuelve a escribirse en blanco y negro. Al menos para los linenses. Una Balona grande, inmensa, empató a tres con el Mirandés en Anduva, en un partido compulsivo, eléctrico. Los balonos hicieron buena la igualada a un tanto de hace una semana en el Municipal y con una de esas fiestas indescriptibles tanto en Burgos como en las calles de La Línea, regresó al fin a la Segunda división B. Alguna vez este balompié que tan cicatero se había mostrado con los espartanos en anteriores liguillas, tenía que devolverle lo que, en buena lid, se merecían.
La Balompédica completó lo que sin duda era una gesta en un partido inolvidable, jugado bajo un aguacero diluviano y en un ambiente de gran acontecimiento, que acabó con quince minutos de angustia en los que David Pérez firmó varias paradas de lo que es, un portero de superior categoría. Y, todo hay que decirlo, en los que el árbitro ignoró una mano desde el suelo de Espínola convertido en improvisado portero a un metro del marco.
Los linenses lograron el salto de categoría al más puro estilo Balona. Paseándose por el alambre en el último rato, con sus entrenadores viendo el partido desde la caseta y con el sufrimiento de las casi cuatrocientas almas que le habían acompañado. Porque si algo ha quedado claro una vez más en esta fase de ascenso es que la Balona tampoco caminará nunca sola.
Durante la primera mitad la Balompédica fue superior. Como ya sucedió en el partido de ida, disfrutó de un puñado de ocasiones manifiestas de gol, pero de repente se vio por detrás en el marcador. El ex algecirista Iván Agustín rentabilizó una larga jugada y puso el miedo en el cuerpo.
Esa sensación sólo duró dos minutos. El meta Triviño cometió un error de principiante en un córner y Fede, como si pasase por allí por casualidad, marcó a puerta vacía.
El partido no volvía a empezar. La Balona empataba pero ya no estaba eliminada. Y el equipo de Baby le perdió el miedo a las hostilidades y pudo marcar por medio de Joseph, Coco, Miguélez y, sobre todo, Manrique, que se plantó solo ante el meta local, pero tiró al muñeco (37’).
La segunda mitad fue de esas que hay que ver una decena de veces para que el análisis sea medianamente coherente. Fue una batalla futbolística con todos sus ingredientes. Pero una pelea preñada, por parte y parte, de todo el fútbol que cabe en un partido de Tercera. Pero en un partido excelente.
El equipo de casa salió en tromba en busca del gol que encarrilase la contienda. Pero a los seis minutos Joseph botó una falta y Carlos Guerra se elevó en medio de todos y puso el 1-2.
Con ventaja a la Balona le tocó sufrir. David Pérez abortó una clara ocasión en el 55’, pero tres después no se entendió con Jonhy y entre ambos regalaron el empate a Pablo.
Y vuelta a empezar. Pero sólo un ratito porque en el 68’ llegó el 2-3, obra del gibraltareño Joseph. Un vaselina perfecta.
La gente de La Línea, y no sólo los que estaban en el campo, se dio por vencedora. Pero era demasiado pronto. En el 75 Iván Moreno reestableció las tablas después de que el árbitro hubiese impedido por dos veces que Joseph, que estaba en la banda, regresase al campo.
Baby y David Rico se encararon con el árbitro por lo que entendían una injusticia y el colegiado los mandó a la caseta.
Fue entonces cuando empezó un verdadero asedio. Una angustia de esas que manda gente a los cementerios. El Mirandés apeló a la heróica, se dedicó a colgar balones y los de La Línea se tuvieron que apretar los machos para no echar por tierra el trabajo de un año.
Tres paradas del guardameta David Pérez, una escaramuza de Espínola y tres amagos de infarto después, la Balona estaba en Segunda división B. Adiós Tercera. Y a ser posible, que sea hasta nunca.
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