Gema | Crítica

De muertos y amores

  • Tras el éxito de 'También esto pasará', Milena Busquets recurre de nuevo a la autoficción para recorrer la memoria de su infancia en el colegio y de los hombres que ha amado

La escritora y periodista catalana Milena Busquets (Barcelona, 1972).

La escritora y periodista catalana Milena Busquets (Barcelona, 1972). / D. S.

El lector que guarda la memoria fresca sobre También esto pasará, el título con el que Milena Busquets despertó al éxito editorial en 2015, y llega ahora a las páginas de Gema pensará, no sin razón, que se trata de la misma novela desde ángulos distintos. Y no es esto un aspecto censurable sino más bien al contrario. Que una novelista sobreviva al alud de elogios que cosechó aquel libro y sea, años después, capaz de mantener la frescura en el relato de su vida –porque la autoficción, tan en boga en la narrativa actual, es el género que viene cultivando– dice más de quien es que de quien quiere ser.

Busquets no tiene un interés superlativo en la trascendencia literaria, como hija de Esther Tusquets sabe bien que a esa liga sólo acceden los muy grandes, como aquellos, Juan Marsé o Ana María Matute, que conoció desde pequeña. Más bien intuimos que busca que la literatura le sirva para poner en orden recuerdos y personajes de su memoria y hacer, de paso, inventario de esas pequeñas alegrías cotidianas que nos concede la existencia: una blusa cuyo elogio se intuye en la mirada de los demás, una caricia en el pelo de manera inesperada, una cena alegre, la amistad como hermanamiento y celebración... "A partir de cierta edad la belleza de las amigas ya no era un motivo de competitividad o de celos, sino de orgullo y de alegría, la belleza de alguien de nuestra edad era un triunfo colectivo", apunta en estas páginas.

Confesaba Busquets a Manuel Jabois en una entrevista reciente que prefería "cualquier cosa antes que escribir: salir a cenar, tomar un vino, ir a la playa, ver una película...". Y, ciertamente, gracias a un estilo desnudo, sin artificios, preciso, se nos invita a una intimidad tal que por momentos parece que la autora, antes que un libro, comparte de viva voz con el lector una historia personal mientras apura una copa en la terraza de un coqueto restaurante como los que frecuenta con amigos y amantes de vida resuelta. Porque, permítanme la licencia, la gauche divine de la Ciudad Condal es, pese a la turra independentista que todo lo mancha, irresistible.

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro. / D. S.

La historia, decimos, parte del recuerdo de una compañera de clase del Liceo francés que murió de leucemia, una imagen lejana, borrosa, quizá confusa, que le sirve para recorrer los escenarios de su etapa en el colegio, aquel tiempo en el que, según Busquets, se forja la amistad verdadera. "El amor sentimental tal vez se pueda ir perfeccionando con el tiempo, pero la amistad no, la amistad alcanza su plenitud radiante y absoluta en la infancia", escribe. Así, a la tarea de tratar de reconstruir qué ocurrió en los últimos días de Gema y el vacío que su muerte dejó en su familia, se abandonará con modos detectivescos, acudiendo a viejos álbumes de fotos, a amigas de la infancia, a antiguos profesores y conocidos que pudieron tener recuerdo de aquella niña desgraciada a la que la autora dibuja a su manera. Pues, ya se sabe, recordamos lo que ocurrió como queremos fijarlo en nuestra memoria, no necesariamente como fue.

Y lo cierto es que en la literatura de Busquets los muertos ocupan más atención que los vivos. Ya ocurrió en También esto pasará con su madre, fallecida en 2012 y a la que consagró aquella novela. Y ahora ocurre en Gema, que es un libro sobre la amistad con aquella niña, pero también, o sobre todo, es un libro acerca de las distintas maneras que tiene el amor, además del de los hijos y los padres de aquellos, el de los amores que ya han muerto o están desfalleciendo aunque nunca se vayan del todo. La autora lo resume así: "Los muertos de mi vida, como los amores de mi vida, eran incorruptibles. Cada vez que veía a un ex novio me daba un pequeño vuelco el corazón".

Revela la escritora catalana que "uno se enamora de toda la gente con la que se cruza, aunque sea sólo durante un nanosegundo". Y condensa en apenas un puñado de palabras sesudísimas teorías acerca de las relaciones amorosas y su surgimiento. Citas y reflexiones que nos ayudan a adentrarnos en la lectura de Gema con la certeza de estar ante un relato fiel de la experiencia del amor, una experiencia exenta de heroicidades o tormentos, sólo el relato de un amor que igual que nace, muere. Pero sobre todo Gema invita a conocer el alma de una mujer libre, sabedora de que tal condición es un ejercicio personal, nunca compartido y aún menos negociado. "La libertad es un don, como la belleza o el talento, casi nunca se conquista".

Al fin, se disfruta mucho de la lectura de estas 150 páginas con las que se experimenta, en algunos pasajes, una empatía apabullante: "Nosotras descubríamos de verdad la edad que teníamos a los 40 años, antes era todo un baile de disfraces". Pero acaso hay novelas que tienen la mala suerte de caer en nuestras manos en el preciso momento en que, como con el amor, aspirábamos alto. Tamaña responsabilidad, nos hacemos cargo, está al alcance de muy pocas obras. Sin embargo pese a que no era exactamente lo que esperábamos, por lo mucho que hemos disfrutado, como aquellas historias que se viven con intensidad y luego terminan, merece decirse que ha sido un libro hermoso. Que su recuerdo merece la pena.

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