Diálogos con Leucó | Crítica

Vivero de símbolos

  • Tanto los 'Diálogos con Leucó' de Cesare Pavese como la 'Conversación sobre Tiresias' de Andrea Camilleri ponen de manifiesto el vigor y la perdurable fecundidad de los mitos griegos

Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo, 1908- Turín, 1950).

Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo, 1908- Turín, 1950).

En la gran literatura italiana del siglo XX, pese a que sus libros abarcan un periodo de apenas quince años, el nombre de Cesare Pavese sigue resonando por la gran calidad de su obra en todos los registros que abordó, también en parte por las famosas circunstancias de su muerte a una edad demasiado temprana. Suele citarse a menudo el texto de la nota manuscrita que dejó el suicida en la mesa de noche del hotel turinés –"Perdono a todos y a todos pido perdón. ¿Vale? No hagáis demasiados chismorreos"–, pero no tanto el hecho de que en ella había también un ejemplar del libro, Diálogos con Leucó, publicado tres años antes, en 1947, que Pavese había dicho preferir a todos los otros suyos. Lo recuerda Carlos García Gual en el prólogo, originalmente publicado como artículo (2011) en Cuadernos de Filología italiana y escrito con motivo del centenario del nacimiento del autor piamontés, que abre la nueva traducción del libro al cuidado de Carlos Clavería, quien ha enriquecido la edición de Altamarea con un aparato de notas de fina erudición y muy recomendable lectura, si se quiere entender a fondo la propuesta de Pavese en este libro tan extraño como fascinante.

Parte de la dificultad de los 'Diálogos' tiene que ver con su "textura poética"

Parte de la dificultad de los Diálogos, que fueron recibidos con cierta perplejidad por sus contemporáneos, en pleno auge de un neorrealismo al que el propio Pavese había contribuido, tiene que ver con lo que García Gual llama su "textura poética", sumada a la peculiaridad de un género –el que va de Luciano a Leopardi, si se trata de diálogos de contenido mitológico, no sólo o no estrictamente narrativos– que no permite demasiadas notas de contexto fuera de las breves acotaciones iniciales. En las líneas que redactó para la contracubierta, decía Pavese de sí mismo: "Por un momento, ha dejado de creer que el tótem y el tabú, los salvajes, el espíritu de la foresta, el asesinato ritual, el mundo mítico y el culto a los muertos fueran sólo bizarrías inútiles...". En otro, la Prefazione ai dialoguetti que fue incluida como entrada en sus célebres diarios póstumos, El oficio de vivir, aportaba una definición del mito como lenguaje o medio expresivo, un "vivero de símbolos" que funciona con autonomía y en la que cada nombre o gesto o prodigio expresa "una cosa sintética e incluyente, una médula de realidad que vivifica y nutre de pasión, de estado humano, todo un organismo, todo un conjunto conceptual". Las citas, que pueden parecer demasiado arduas pero no empañan la limpieza de los diálogos mismos, remiten a reputados mitólogos y comparatistas como Frazer, Kerényi, Jung o Eliade, autores a los que Pavese había leído con provecho y de los que extrajo esa idea del repertorio mítico como vehículo de transmisión de un legado ancestral, en su caso limitado a la imaginación helénica, capaz de proyectar en cualquier época "múltiples florescencias".

La mitología alcanza en la prosa de Pavese un grado de estilización casi abstracto

El mito, decía también Pavese, está como la infancia fuera del tiempo y remite igualmente a unos orígenes que conservan e irradian su luz reveladora. Pero se trata de una luz en cierto modo indirecta, que recrea un mundo de sombras o de figuras en penumbra. Los veintisiete diálogos del libro retoman otros tantos episodios de la mitología griega que en la prosa del autor alcanzan un grado de estilización casi abstracto, donde se mezclan el fondo alegórico y los tonos oraculares con ese "toque existencialista y subversivo" al que alude García Gual, por el que tanto los dioses como los mortales expresan, frente a la infelicidad, quiebras o insatisfacciones que suenan contemporáneas. Es así cómo las "voces antiguas" acaban formulando, de un modo enigmático pero concerniente, las "angustias y dudas de siempre".

Andrea Camilleri (Porto Empedocle, 1925-Roma, 2019). Andrea Camilleri (Porto Empedocle, 1925-Roma, 2019).

Andrea Camilleri (Porto Empedocle, 1925-Roma, 2019).

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