De libros

Jon Fosse: la luz y la piedad

  • Aunque aún tímida, la actualización editorial del Premio Nobel noruego permite descubrir a un autor único, dueño de una poética portentosa en la definición más cristalina de la experiencia humana

  • Belleza y formación

  • Autobiografía de un exilio

Jon Fosse (Haugesund, Noruega, 1959).

Jon Fosse (Haugesund, Noruega, 1959). / Hakon Mosvold Larsen / Efe

La reciente designación de Jon Fosse (Haugesund, Noruega, 1959) como ganador del Premio Nobel de Literatura volvió a suscitar en el corrillo literario español el comentario habitual sobre la identidad secreta predominante entre los condecorados del gremio. Esta vez, sin embargo, el comentario merecía una precisión no pequeña: Fosse es desde hace mucho un autor reconocido de manera amplia fuera de Noruega, especialmente como dramaturgo, con más de mil obras producidas y representadas en todo el mundo. Su creación narrativa y poética ha sido traducida a más de cuarenta idiomas y convertida en objeto de devoción y estudio por un segmento tampoco precisamente estrecho de la contemporaneidad. Que Fosse haya conservado en España su condición ausente puede deberse a dos claves fundamentales: por una parte, y muy a pesar de su señalamiento a la cabeza del panorama literario internacional, nuestro hombre se mantiene fiel a la categoría de autor para unos pocos, por la exigencia de su obra y el rigor formal de su escritura, seguramente en correspondencia con la asunción minoritaria propia de un católico en Noruega; por otra, Fosse practica de manera vehemente todos y cada uno de los rasgos literarios que entroncan en la heterodoxia literaria española, ecosistema que tiende a despachar tales presunciones con la etiqueta de culto y que no suele inclinarse a perdonar el pecado de no aspirar a ser leído en los centros comerciales. Como dramaturgo, el predicamento del autor en nuestro país ha sido escaso y prácticamente clandestino, justo al contrario que en el resto de Europa. Respecto a su faceta narrativa, el empeño quijotesco ciertas editoriales independientes nos había permitido conocer con traducciones a la altura el mundo extraño y a la vez familiar de Jon Fosse, aunque con un alcance inevitablemente discreto. En los últimos meses, tras el Nobel, la actualización editorial del autor en España, aunque tímida de momento y centrada aún en la narrativa, abre una puerta más que interesante para el descubrimiento de un escritor tan único como imprescindible. Y todos, que conste, están invitados. 

La escritura de Fosse está forjada en la renuncia y el silencio, a prueba de estilistas

Era de esperar, hasta cierto punto, que los estilistas encontraran decepcionante la escritura de Fosse, forjada precisamente en la renuncia y el silencio. Por su fabulosa economía de medios ha sido el autor a menudo comparado con Beckett, y algo hay de afirmación compartida con el irlandés en el no decir, aunque con intenciones hasta cierto punto distintas. El mismo Fosse define la escritura como “una especie de escucha”, lo que delata su querencia poética y, especialmente, dramatúrgica (coincide de lleno al respecto con Juan Mayorga, sin ir más lejos), resuelta en una disposición narrativa y textual en complicidad con el hueco, el silencio defendido para la mayor resonancia: lo más importante en la obra de Fosse sucede siempre en el blanco, en la negación del discurso, ahí donde puede pasar la luz y la lectura se convierte en una invitación a prestar atención. Advierte el mismo escritor que nunca trabaja con personajes, sino “con la humanidad”, de manera que el lector no encontrará aquí las habituales construcciones de personalidades varias sino voces delimitadas con una precisión estremecedora. No hay que entender la afirmación de Fosse como una consagración del arquetipo al uso, sino como una reivindicación de la piedad vinculada a la escucha, en un sentido muy cercano al de María Zambrano: se trata de despojar a la escritura de cualquier convención literaria para que uno hable y otro escuche. A cambio, el autor sitúa sus historias en un paisaje cercano al espejismo, a la difícil distinción entre sueño y realidad, porque, como Calderón, sabe que en esa frontera es donde el ser humano puede abrigar la conciencia más exacta de sí mismo. Cuando Fosse sostiene que la escritura es para él una forma de oración, se está refiriendo a la escucha. Habría que dirigirse a la Trilogía de Jesús de J. M. Coetzee para encontrar un órdago similar en el último siglo. 

La nueva edición de 'Melancolía' a cargo de Penguin Random House llegará de manera inminente a las librerías

En Mañana y tarde, novela aparecida originalmente en 2000 y publicada en España justamente en coincidencia con la concesión del Nobel por Nórdica y De Conatus, encontramos uno de los grandes ases estéticos de Jon Fosse: la sospecha de que la identidad propia confluye siempre con la del otro, en virtud de las posibilidades que nos ofrece el tiempo en la escritura como juego plástico. El niño Johannes y el viejo Johannes nacen y mueren el mismo día, tal vez, como signo y reflejo de la misma experiencia (aquí sí, muy cerca del úterotumba de Samuel Beckett) modeladora de lo humano. Fosse abraza el tema del doble en su mayor expresión en la celebrada Septología, cuyas siete partes ya había publicado De Conatus en cuatro volúmenes y que ahora ha vuelto a las librerías de la mano del mismo sello a modo de edición completa en un solo volumen: los dos pintores llamados Asle, completados por el pescador Asleik, conforman una lente pródiga en detalles para la observación de la experiencia, de nuevo, con el paso (o permanencia) del tiempo como coordenada esencial. La Trilogía, seguramente la mejor opción para iniciarse en la obra de Fosse, presenta a dos adolescentes que, a punto de ser padres, y convertidos en nómadas abandonados a su suerte (la evocación del relato del Nuevo Testamento no es, ni mucho menos, caprichosa), se enfrentan a un mundo adverso en el que sus rasgos más puramente humanos sufren el riesgo de desvanecerse. Con las traductoras Cristina Gómez Baggethun y Kirsti Baggethun al frente de la empresa, y ante la llegada de la inminente nueva edición de Melancolía (que ya publicó Emecé en 2006) a cargo de Penguin Random House, el lector dispone así de un legado inestimable para adoptar al que, por derecho propio, desde las afueras, encarna la mejor aspiración de la literatura europea en el presente: en sus propias palabras, “no expresar, sino desaparecer”.

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