Manuela Ocón. Directora de producción

“En el cine, ninguna producción es fácil ni ninguna película es pequeña”

  • La onubense, un nombre consolidado en el cine español, logró hace unos días su primer Goya por 'Modelo 77', un proyecto que planteaba como mayor desafío "que fuera todo creíble"

Manuela Ocón, junto a su Goya. Al fondo, un cuadro pintado por su abuelo, el arquitecto Rafael Aburto.

Manuela Ocón, junto a su Goya. Al fondo, un cuadro pintado por su abuelo, el arquitecto Rafael Aburto. / Juan Carlos Vázquez

Manuela Ocón (Huelva, 1973) se planteó inicialmente dedicarse a la Sociología o a las Ciencias Políticas, pero el porvenir le tenía reservado otro camino. Un día, tras su paso por la Facultad de Ciencias de la Información, mientras disfrutaba de una beca en la Filmoteca de Andalucía, llamaron a la directora de la institución desde una productora que buscaba meritorios para una película. Aquel rodaje era la adaptación que dirigía Pedro Olea de Más allá del jardín, la novela de Antonio Gala, y esa experiencia supuso un antes y un después en la vida de Ocón.

"Ahora me doy cuenta de que entonces no sabía nada. Me decían: Indícale a los atrecistas que se callen. Y yo miraba a las 50 personas que había allí, y no tenía ni idea de a quién debía dirigirme", recuerda entre risas. Pero esa joven encontró allí una liturgia que le apasionaba, y ya no hubo vuelta atrás. "Me fascinó el trabajo en equipo, eso de que todo el mundo se uniera para contar una historia, el ritmo trepidante con el que se hace todo, esa adrenalina que te atrapa…" , evoca una profesional que, más de un cuarto de siglo más tarde de aquellos comienzos, y tras las nominaciones por su labor en Grupo 7, La Isla Mínima y El hombre de las mil caras, logró la pasada semana su primer Goya por la dirección de producción de Modelo 77, de Alberto Rodríguez. Un premio que puede entenderse como la culminación de una larga y sólida carrera.

–La noche que le otorgaron el Goya hubo un aplauso en la sala de prensa cuando se oyó su nombre. Da la impresión de que la Academia tenía una deuda con usted...

–Eso me lo han dicho, pero yo no lo siento así, y lo digo de corazón. Es verdad que sumaba ya cuatro nominaciones, pero no sientes que por eso el reconocimiento te tenga que llegar, porque cada película es un mundo. Al premio ayudaba esta vez que Modelo 77 fuera un proyecto más grande, de puesta en escena, aunque las dimensiones siempre son engañosas, porque no hay película fácil. Sólo que te nominen ya era un privilegio, y más este año que había largometrajes buenísimos.

–Tuvieron que esperar años para el rodaje porque la Cárcel Modelo seguía abierta. Aparte del aplazamiento, ¿cuál fue el mayor desafío que les planteó Modelo 77?

–El primer reto fue la localización, sí. Y después, juntar todos los elementos, reunir todos los recursos humanos y técnicos, para que la historia fuera lo más creíble posible. Ese es un empeño que tiene Alberto Rodríguez siempre, como director, que toda la puesta en escena esté al servicio de lo que se cuenta, que ayude a su verosimilitud. Que sea correcta, que no se note, y que sirva para que los actores se puedan desenvolver. Actores que en este caso, además, interpretaban personajes inventados, pero basados en vivencias reales, en acontecimientos que sucedieron en aquella época. La película dialogaba con la memoria histórica. Esa búsqueda de la fidelidad fue el mayor desafío… y el presupuesto del que disponíamos, claro, que nunca es suficiente [ríe], pero eso ya es otra cuestión.

"Me interesa cómo el cine de Alberto Rodríguez habla de otros momentos y te lleva hasta el presente”

–Esta película reflexiona sobre las desigualdades y ciertas inercias que se perpetúan desde la Transición. ¿Le preocupan particularmente el argumento y las lecturas que puedan hacerse al aceptar un proyecto?

–Unas veces te enseña el tema que aborda la película, como sucede con Modelo 77, pero en otras ocasiones ese aprendizaje viene con el proceso de trabajo, por colaborar con un equipo técnico diferente, otra productora, otros lugares alejados de los que acostumbras... Aunque debo decir que las historias que cuenta Alberto Rodríguez me suelen interesar en lo personal, su cine habla de cuestiones que me conciernen. Me gusta cómo sus películas abordan otros momentos y sin embargo te llevan al presente, a pensar en asuntos que nos afectan.

–Alberto Rodríguez adelantó hace unas semanas que ubicaría su próxima historia en la actualidad, algo que no hacía desde After. Como directora de producción, ¿recrear otra época le genera muchos quebraderos de cabeza?

–Se supone que una película ambientada en el presente es más sencilla, pero no tiene por qué, puedes contar una historia en la actualidad y liarte muchísimo. La complejidad reside en el número de localizaciones, en cuánto tienes que viajar, cuántas secuencias hay dentro de un guión, que te obliguen a un plan de trabajo más extenso, cuánta acción hay, cómo de rápido va el montaje… Son muchos elementos. Y si ruedas una película de época, no es lo mismo ambientarla en el siglo XVI que en los 70 del siglo pasado, para los que puedes encontrar algo en una esquina... Aunque aquí también hay matices: muchos espectadores recuerdan los 70 y tienes que ser más preciso para resultar creíble, y con el siglo XVI puedes, digamos, inventar más, aunque llegue un historiador y te haga algunas puntualizaciones [ríe]. Para Modelo 77, Alberto, Rafa [Cobos, el coguionista] y Gervasio [Iglesias, productor] llevaron a cabo un proceso de documentación exhaustivo. El material que reunieron da para otra ficción y tres documentales.

Manuela Ocón, en un momento de la entrevista. Manuela Ocón, en un momento de la entrevista.

Manuela Ocón, en un momento de la entrevista. / Juan Carlos Vázquez

–Los cinco Premios Goya obtenidos por Modelo 77 confirman el buen nivel del equipo que han formado, y que se mantiene unido a lo largo de los años.

–Sí, y no lo digo por fardar, pero no sé cuántas veces un equipo técnico ha estado nominado tantas veces, y también los actores y las actrices que participaban en esas películas. En Grupo 7, en La Isla Mínima, en El hombre de las mil caras… aspiraban al premio casi todos los jefes de departamento, y eso significa algo. Significa que somos un equipo muy engrasado, muy compenetrado, que Alberto nos lleva muy bien… Es un reconocimiento al cine andaluz, a profesionales que trabajamos aquí, en el sur, y también fuera, juntos y también separados.

"Si sólo hay un tercio de mujeres en la Academia, eso influirá inevitablemente en el palmarés de los Goya”

–Sus primeros proyectos fueron junto a dos gigantes: con Carlos Saura (Goya en Burdeos) y Fernán Gómez (Lázaro de Tormes).

–Entonces era joven, para mí ellos eran el cine y me parecía un privilegio colaborar con ellos, pero con el tiempo valoro todavía más aquellas vivencias. Más allá de la veneración que provocaban sus películas, eran personas increíbles en la distancia corta. Cuando íbamos a localizar, y los auxiliares nos sentábamos en la comida, escuchar a Fernando Fernán Gómez nos dejaba hipnotizados. Nos daban ganas de pedir tres horas de descanso para el almuerzo, porque no queríamos interrumpir aquella maravilla. Y mi recuerdo de Saura es aun más emotivo. Yo era la persona que lo llevaba en coche, a la ida y a la vuelta, también en la preparación del rodaje, y pude estar con él cuatro o cinco meses, y conocí a su familia. Él también se ponía a hablar y tú no podías hacer otra cosa que escucharlo. ¡Y además rodó esa película con Vittorio Storaro! Qué maravilla verlos juntos. En esos años, con ellos o con Pedro Olea, una fantástica persona, y José Luis García Sánchez, un tipo divertidísimo, aprendí no sólo de cine, también de la vida. Sus testimonios eran apasionantes.

–Usted ha levantado producciones modestas como Astronautas y proyectos de las dimensiones de La peste. ¿Dónde radica la mayor dificultad, en las estrecheces o en la abundancia?

–La abundancia también es muy difícil, sí. La producción más compleja que he abordado ha sido, de hecho, La peste. Por un lado, porque cuando tienes un presupuesto abultado tienes también una gran incertidumbre. ¿Cómo vamos a gastar ese dinero? ¿Qué riesgo conllevan las decisiones que tomas? Que conste que todos los proyectos, por pequeños que sean, requieren un esfuerzo considerable. Lo que ocurrió es que nos enfrentábamos a un modelo de producción que se había hecho pocas veces en España. El sistema para las series no estaba afinado del todo. Siempre aprendes un montón dedicándote a esto, de un modo u otro: de la cosecha del arroz, que tuvimos que estudiar para La Isla Mínima, o de ratas, que utilizamos en La peste... Al parecer, existen ratas agresivas y ratas pasivas, y debíamos utilizar de las primeras para la trama pero la persona que se encargaba del tema no lo veía...

"Parece más difícil cuando recreas otra época, pero también te puedes liar muchísimo contando algo actual”

–Esta semana contaba cómo en el rodaje de La Isla Mínima habían dispuesto lluvia artificial y cayó una tormenta de verdad. En su trabajo, por muchos preparativos que hagan, siempre entra en juego el azar...

–En la dirección de producción tienes que solucionar muchos problemas y darles respuestas no sólo desde el punto de vista económico. No es un trabajo artístico, pero sí creativo. Cuando no puedes hacer algo por condicionantes varios, porque en una localización no te dejan rodar o un actor no puede grabar en ese momento, a mí me gusta aportar soluciones. Puede parecer una tarea ingrata, pero tiene cosas muy bonitas: conocer todo el proceso, todos los departamentos, el ser capaz de hacer posible la película... Aunque tengas que decir que no muchas veces, yo prefiero verlo en positivo.

Manuela Ocón. Manuela Ocón.

Manuela Ocón. / Juan Carlos Vázquez

–Cuando rodaron El hombre de las mil caras en Francia a usted le impresionó ver cómo se implicaba la Administración. ¿Ha cambiado algo desde entonces en España? La aprobación del Estatuto del Artista, por ejemplo, ¿beneficiará al sector?

–La pandemia ayudó también, porque el movimiento asociativo dentro del cine fue mayor, y una alianza de esas asociaciones ha servido de interlocutor con las Administraciones. Eso por un lado, y también que las sensibilidades políticas van cambiando, van avanzando, algo que se agradece muchísimo. Es verdad que en un mundo capitalista hay una oferta y una demanda, y si la demanda no existe la oferta dejará de existir… pero yo creo que el cine es algo más que eso, es un hecho cultural que hay que proteger. Si algo hemos aprendido con las plataformas, que están muy bien, que nos dan mucho trabajo y visibilizan nuestra labor, es que ver una obra audiovisual en casa no tiene la misma emoción que ese ritual de ir al cine. Y sobre el Estatuto del Artista: es muy necesario para los equipos, porque nuestro trabajo tiene muchas particularidades que hacen que la legislación laboral sea muy compleja. A veces la Administración no sabe dónde colocarnos, y yo misma, que he estudiado el tema, a veces me pierdo.

–Dedicó la tesis a la desigualdad de género en la producción de largometrajes. Este año todas las nominadas en su categoría eran mujeres; había muchas directoras, noveles y experimentadas, que optaban al Goya. ¿Hay esperanza?

–Ha habido muchas nominaciones de mujeres, es verdad, pero no ha habido tantas premiadas en relación con las nominadas, quitando las categorías de actrices, donde no había competencia de hombres y por tanto no cuentan. A ver, no nos engañemos, si sólo un tercio de las mujeres son académicas, eso influye de algún modo en los premios. Y esa cifra refleja otra realidad: en ese tercio hay muchas actrices, y por tanto el número de los técnicos y directores mujeres es aún menor. La tesis que yo hice fue sobre cómo influía la desigualdad de género en la gestión del tiempo, y ahí las causas aparecían en fosforito: los cuidados, la maternidad, la atención a las personas mayores... No es la industria la que echa a las mujeres, es la sociedad la que echa a las mujeres, de un trabajo que además es poco rutinario y no cuadra con los tiempos de la vida. Y después está el techo de cristal, que hace difícil que las profesionales ocupen puestos de responsabilidad. Pero claro que hay esperanza...

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