Live is life. La gran aventura | Crítica

El mejor verano de nuestras vidas

'Live is life', cualquier parecido con 'Cuenta conmigo' es intencionado.

'Live is life', cualquier parecido con 'Cuenta conmigo' es intencionado.

El famoso y pegadizo himno rock del grupo austriaco Opus da título y pone el contexto de época (estamos, una vez más, en los rentables ochenta) para este filme de aventuras juveniles con el que el superventas Albert Espinosa (Planta 4ª, Héroes) sigue modelando la nostalgia autobiográfica y generacional sin perder de vista aquel cine norteamericano de Amblin, aquí más concretamente un título emblemático como Cuenta conmigo, como molde y patrón donde rehacer los recuerdos propios y ajenos y enarbolar un sentido de la amistad (masculina) y la bondad capaces de superar cualquier obstáculo o atisbo trágico.

En efecto, las vacaciones gallegas de nuestros entrañables adolescentes en bicicletas BH suenan un poco a material de segunda mano, aunque no es menos cierto que el trabajo de puesta en escena y, muy especialmente, el gracejo natural de sus jóvenes intérpretes debutantes, impulsan insospechadamente hacia adelante una aventura de estirpe clásica con antagonistas quinquis, bebés abandonados (¿es mucho suponer que están citando Tres padrinos de Ford?), fiestas, primeros besos y, sobre todo, camaradería a prueba de enfermedades, persecuciones, chapuzones y huidas monte a través.

Bien engrasada en su mecanismo previsible, sobrevolada por una de esas bandas sonoras que hacen que los valles galaicos suenen a Hollywood y puntuada por los inevitables brotes de sentimentalismo de manual de secuestrador, Live is life captura y recrea un cierto espíritu de época con un Dani de la Torre (El desconocido, La sombra de la ley) a los mandos que parece creer en todo momento en el material que tiene entre manos para llevarlo a buen puerto con una solvente dignidad comercial.