Hombre muerto no sabe vivir | Crítica

Escabechina en la Costa del Sol

Antonio Dechent, protagonista de este violento thriller criminal.

Antonio Dechent, protagonista de este violento thriller criminal.

La Costa del Sol es el escenario para este nuevo filme que se toma en serio, tal vez demasiado, el mundo de la droga, sus mafias, la corrupción política y la lucha encarnizada por el dinero y el poder en la zona.

Con escasos recursos pero con los ojos y oídos puestos en el cine de un Michael Mann, estilizando los ambientes, localizaciones y arquitecturas, las atmósferas nocturnas, la banda sonora y los esquemas del cine de género (criminal), Ezekiel Montes despliega en su debut un evidente guiño al autor de Miami Vice para su trama de guerra cruzada de clanes, traiciones, ambiciones y lealtades en una escalada de violencia que excede los límites de la verosimilitud para entrar de lleno en la astracanada gore.

No se entiende de otra manera este ejercicio de género, acción y narración confusa en el que casi todos los personajes responden a estereotipos de una pieza, del conseguidor en crisis que nada entre dos aguas interpretado por Antonio Dechent al hijo loco y ambicioso del jefe que encarna un Rubén Ochandiano pasado de rosca, sin olvidar al clan gitano, a los viejos compañeros de armas o a esos personajes femeninos casi de atrezzo.

Lanzada a sus propios clichés sin posibilidad de retorno, con un prólogo y un epílogo evidentemente postizos y más cadáveres en el maletero de los que puede soportar, Hombre muerto no sabe vivir se debate entre el oficio, sus vuelos estilísticos y las prestaciones irregulares de un reparto andaluz (con Nancho Novo de comparsa) al que los trajes y la palabrería del matonismo le quedan algo grandes.