El hijo | Crítica

Lo inevitable

Zen McGrath, Laura Dern y Hugh Jackman en una imagen del filme.

Zen McGrath, Laura Dern y Hugh Jackman en una imagen del filme.

A Florian Zeller, dramaturgo antes que cineasta, ya lo habíamos calado a la primera, con aquella El padre que dio el pego entre público y crítica y le granjeó un Oscar a Anthony Hopkins por su histriónica composición de un enfermo de Alzheimer en sus horas más críticas. Aquel film contaba con el prestigioso Christopher Hampton en la escritura dramática, y no disimulaba (ni tampoco trascendía) su formato teatral y escenográfico para los cambios de punto de vista que tan vistosamente pretendían distorsionar la perspectiva del relato y la confusión de su protagonista.

El hijo también viene co-escrita por Hampton y deja ver igualmente sus formas enclaustradas en decorados neoyorquinos de lujo. Se trata ahora de mostrar con inevitable tendencia al sensacionalismo las consecuencias de la enfermedad mental, la depresión del hijo adolescente y sus instintos suicidas desde la perspectiva de unos padres separados y el peso de la conciencia de la culpa y la responsabilidad.

Hugh Jackman encarna al padre ausente, nuevamente casado y volcado en su trabajo que tiene que recuperar el tiempo y las riendas perdidas ante un hijo al que adopta en su nuevo hogar y en el que no detecta nunca todas señales de alarma que apuntan a un final trágico. Sostenida así sobre una premisa tramposa y efectista, El hijo no trata realmente sobre ese adolescente atribulado ni sobre las causas de su solipsismo, sino sobre un entorno que no ve o no sabe gestionar lo que tiene encima cuando se está gritando a cada nueva secuencia, incluida la de la entrevista con el psiquiatra.

Ni los flash-backs de la infancia feliz, ni el encontronazo con el padre despiadado (Hopkins de vuelta), ni mucho menos su falso doble final ayudan precisamente a densificar un drama que busca los golpes de efecto tanto como evita la credibilidad de su desarrollo. Todo aquí acaba rezumando el aroma del telefilme de sobremesa con tema candente y nómina de prestigio, aunque ni Jackman ni Laura Dern brillan precisamente por su tono.