La primera aldea medieval excavada en el Campo de Gibraltar sale a la luz en La Almoraima

Un equipo de arqueólogos de la Universidad de Cádiz descubre en Castellar de la Frontera una alquería del siglo XII con objetos cerámicos casi intactos y herramientas de labranza que revelan la vida cotidiana bajo dominio almohade

La Almoraima saca a la luz sus secretos arqueológicos para impulsar el turismo

Así fue la excavación arqueológica de una aldea islámica del siglo XII en La Almoraima / Redacción Europa Sur

Por primera vez, se ha excavado una alquería islámica medieval en el Campo de Gibraltar. El hallazgo ha tenido lugar en el corazón del Parque Natural de Los Alcornocales, dentro de la finca pública La Almoraima, en Castellar de la Frontera. En un paraje conocido como el Toril de las Vacas, un equipo de arqueólogos ha trabajado durante el mes de junio y parte de julio bajo un sol implacable, entre alcornoques y acebuches, para sacar a la luz los restos de una pequeña aldea del siglo XII-XIII que perteneció a la época almohade.

“El mundo rural islámico en esta zona es prácticamente desconocido desde el punto de vista arqueológico. Tenemos más información de las ciudades, pero no de las aldeas preindustriales. Y eso es lo que hace tan importante este yacimiento”, explica Rafael Jiménez-Camino, arqueólogo municipal de Algeciras y responsable de la etapa medieval y moderna del proyecto, quien ha participado en los trabajos.

La alquería se encontraba en una antigua dehesa reconvertida en zona agrícola durante la Edad Media, a los pies del castillo de Castellar, una villa fortaleza del siglo XIII que entonces formaba parte de la línea defensiva del Reino de Granada frente al avance cristiano.

La intervención forma parte del proyecto Arqueoalmoraima (2023-2026), impulsado por la Universidad de Cádiz y financiado por la empresa pública La Almoraima SA, que busca documentar y proteger el patrimonio histórico de la finca con vistas a un desarrollo sostenible.

Un plano general de la excavación en el paraje conocido como el Toril de las Vacas, en Castellar.
Un plano general de la excavación en el paraje conocido como el Toril de las Vacas, en Castellar. / R.J-C.

Un edificio arrasado por el fuego

Antes de excavar, el equipo realizó una prospección superficial del terreno y luego una investigación geofísica no invasiva con técnicas geo-magnéticas, que permitió detectar la planta de varios edificios bajo tierra. Con esa información, se planificaron dos sondeos: uno pequeño, para comprobar los límites del yacimiento, y otro mayor, que reveló un edificio alargado dividido en tres estancias.

Lo excavado muestra una historia marcada por el fuego: dos de las habitaciones, utilizadas como vivienda y granero, conservaban en su subsuelo tres silos donde se almacenaban productos agrícolas. La tercera era un almacén, probablemente de herramientas y vajilla.

Excavación de uno de los silos donde se almacenaban productos agrícolas, posiblemente grano.
Excavación de uno de los silos donde se almacenaban productos agrícolas, posiblemente grano. / R.J-C.

Un incendio provocó el derrumbe del techo y los muros, y obligó al abandono repentino del lugar. En los niveles quemados han aparecido piezas de cerámica prácticamente enteras: tres redomas (recipientes para aceite o vinagre), dos cazuelas y dos jarritas. También se han recuperado numerosos clavos que podrían haber pertenecido a puertas o ventanas, una azada y otra herramienta de labranza aún sin identificar.

“Estamos ante una fotografía casi congelada del momento en que el lugar fue abandonado. Es como si la vida cotidiana hubiera quedado atrapada en las capas de ceniza”, comenta Jiménez-Camino.

Un equipo de arqueólogos de la Universidad de Cádiz descubre en Castellar de la Frontera una aldea del siglo XII.
Un equipo de arqueólogos de la Universidad de Cádiz descubre en Castellar de la Frontera una aldea del siglo XII. / R.J-C.

Objetos rumbo al laboratorio

Los hallazgos metálicos —un total de 31— se encuentran ya en el laboratorio de rayos X del Centro de Investigación, Tecnología e Innovación de la Universidad de Sevilla (Citius), donde se les están realizando radiografías y tomografías antes de su restauración final, que tendrá lugar a finales de julio en el Laboratorio de Arqueología y Prehistoria de la Universidad de Cádiz (Labap). Estos trabajos serán presentados en el Congreso MetaEspaña 2025, especializado en la conservación del patrimonio metálico.

A su vez, los investigadores preparan una serie de análisis clave: muestras de polen tomadas de los silos permitirán identificar qué cultivos almacenaban y residuos orgánicos extraídos de las redomas podrían confirmar si contenían aceite, vinagre u otra sustancia.

Uno de los hallazgos más inesperados ha sido la aparición de un pequeño bosque de acebuches —olivos silvestres— perfectamente alineados en mitad del alcornocal. Todo indica que podrían haber sido plantados en época islámica. El siguiente reto será calcular su antigüedad.

Una aceitera o vinagrera encontrada tras la excavación en La Almoraima después de la restauración.
Una aceitera o vinagrera encontrada tras la excavación en La Almoraima después de la restauración. / R.J-C.

En la excavación han participado tres arqueólogos —dirigidos por Jiménez-Camino y Darío Bernal-Casasola— y una estudiante de doctorado recién graduada en La Sorbona (París), además de la técnica en patrimonio de la finca. La investigación geofísica fue realizada por un equipo de la Universidad Philipps de Marburgo (Alemania), dirigido por el profesor Félix Teichner, con la colaboración de cuatro estudiantes alemanes.

El proyecto Arqueoalmoraima tiene como objetivo elaborar una carta arqueológica de la finca, excavar al menos cuatro yacimientos significativos y llevar a cabo un plan integral de conservación y rehabilitación de la torre que da nombre al cortijo. La alquería del Toril de las Vacas ha sido el último paso de una aventura que promete cambiar lo que sabemos sobre la vida rural en la frontera sur de al-Ándalus.

“Sabemos mucho sobre las fortalezas, las ciudades y las batallas. Pero esta excavación nos habla de algo más cotidiano y esencial: de cómo vivía y trabajaba la gente común, en una aldea perdida entre los alcornoques”, concluye el arqueólogo.

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