La pólvora mojada del Kilómetro 84
Las instalaciones de un viejo destacamento militar en el que se almacenaba munición, emplazado en la antigua carretera que unía Los Barrios con Alcalá de los Gazules, permanece en la actualidad abandonado
Los que sufrieron el servicio militar obligatorio suelen coincidir en que esos años fueron tiempos contradictorios, de desgracias y alegrías, de imposición y compañerismo. Un periodo en el que la mayoría de los jóvenes españoles abandonaron sus hogares para recorrer el país con el fusil al hombro y paso marcial. Algunos de ellos aterrizaron en el destacamento Kilómetro 84, emplazado en la antigua carretera que enlazaba Los Barrios con Alcalá de los Gazules. Un polvorín en el que se almacenaba armamento y que actualmente se encuentra absolutamente abandonado.
Antonio Pérez Ramos fue uno de esos soldados que llegó a estas instalaciones militares, a las que accedió a través del camino que partía desde la Montera del Torero. "Terminé el periodo de instrucción en Córdoba y entonces me mandaron para Sevilla y, de ahí, al Kilómetro 84", cuenta este canario de Las Palmas, que estuvo en el polvorín en el año 1979. Y aunque ahora se dedica a la hostelería -especializado en la pastelería erótica-, cuando prestó el servicio militar era mecánico y se ocupó del mantenimiento del motor que surtía de electricidad a todo el enclave. "Fue un periodo largo, pero que recuerdo con cierto cariño. La mili la hice con veinte años y recién casado. Un mes antes de llegar a la capital hispalense había sido la boda", apostilla Pérez Ramos.
En los años 80 las instalaciones fueron desmanteladas y, durante unos meses, un pequeño número de soldados estuvo vigilando para que ningún civil accediera a la zona. Fernando Ros formó parte de esa guarnición. "Yo permanecí en el Kilómetro 84 en dos periodos diferentes durante el año 1982. Primero estuve sólo un mes y medio. Entonces, me enviaron a una batería de costa en Tarifa, pero volví poco después con cinco soldados más para impedir a cualquier persona que accediera al enclave, ya que aún era un emplazamiento militar", relata este madrileño, que con 21 años era cabo y la máxima autoridad del polvorín. "Nosotros fuimos los últimos en estar allí, cuando nos marchamos no nos relevó nadie. El lugar quedó desierto", añade Ros.
La munición había sido trasladada previamente, seguramente a otras dependencias de la Segunda Región de las Fuerzas Armadas -que se encargó de la administración del ejército en Andalucía hasta 1984, cuando esta división territorial se anuló-. "Durante la época que estuve allí de guardia no recuerdo ningún camión que fuera a cargar o descargar armamento", apunta Fernando Ros. Pero anteriormente esta operación sí que se producía con regularidad. "Venían de Sevilla y Córdoba para coger provisiones, aunque creo que una buena parte de la munición almacenada estaba obsoleta", explica Pérez Ramos, que también aclara como el trabajo más habitual que tenían que realizar consistía en trasladar todo el equipamiento, incluso las armas pesadas, de un polvorín a otro: "Era lo más desagradable porque había mucha humedad".
El Kilómetro 84 fue en enclave bastante aislado mientras estuvo en funcionamiento. "Lo más cercano que había era una cantina a unos 2.000 metros", subraya Ros. Y esporádicamente se dejaba ver algún corchero por el destacamento. "E incluso aparecía alguna vaca de vez en cuando pastando por allí, que no sé de dónde venía", apostilla Antonio Pérez. "Pero, a pesar de todo, estuve muy a gusto en el polvorín. Existía una gran camaradería entre los compañeros", añade el madrileño. "El brigada tenía sus propios animales y hacía sus matanzas", continúa Pérez.
Y cuando Fernando Ros y sus cinco compañeros de guardia se licenciaron, el destacamento se cerró, las puertas de las instalaciones se tapiaron y ninguno de ellos volvió. "Nunca más pisé aquel polvorín, pero me gustaría regresar, concluye Antonio.
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