El origen de La Línea en relación con la toma de Gibraltar de 1704 (y IV)
Instituto de Estudios Campogibraltareños
El crecimiento económico de Gibraltar y las limitaciones impuestas por San Roque impulsaron el asentamiento de comerciantes, campesinos y refugiados en el istmo de La Línea durante el siglo XIX
Las cesiones militares, la derogación de la prohibición de edificar y la segregación aprobada en 1870 consolidaron a La Línea de la Concepción como municipio independiente
Protegidos así por la aplicación de la jurisdicción militar, el punto de La Línea siguió creciendo con la construcción de nuevas edificaciones de forma paralela a lo que lo hacía la población de Gibraltar y a la sombra de las posibilidades comerciales y laborales que le ofrecía. Tanto es así que, a comienzos de 1823 el número de residentes debía rondar las trescientas personas (ochenta y tres vecinos y unas doscientas cincuenta almas).
En los años siguientes el latente conflicto de competencias volvía a resurgir de la mano de los temas más diversos; unas veces eran peticiones para reparación, otra era la misma elección de los alcaldes/celadores de barrio, etc. Pero, en la práctica la situación no sufrió cambios y el punto de La Línea se convirtió en una zona de residencia para los que acudían ante la demanda de trabajadores del puerto del Peñón, para los que invertían en la explotación de parcelas como arrendatarios del Ramo de Guerra y, también para los que se aprovechaban el contrabando de ilícitos, fenómeno inherente a la existencia de cualquier frontera, y cuyos máximos beneficiarios nunca se contaron entre los habitantes del istmo.
Durante la década de los veinte y treinta, el punto de La Línea volvería a retomar, esporádicamente, su condición de refugio para los que huían, primero de las incursiones absolutistas (1823), más tarde de las expediciones liberales (1831) y finalmente de los carlistas, mientras en Gibraltar se daba un curioso "turnismo" de refugiados y conspiradores.
La gran deflación que produjo en España la pérdida del mercado americano, se tradujo en una marcada prosperidad para el comercio de Gibraltar, llevando a muchos de sus beneficiarios a arrendar o subarrendar propiedades en el istmo linense; propiedades que luego explotaban y en las que edificaban, aún a pesar del riesgo que suponía la posibilidad de que el Ramo de Guerra al que pertenecían, pudiera ejercer su reconocido derecho de rescisión en el caso de que los intereses de la nación así lo aconsejaran.
En los años del apogeo colonial británico a mediados de siglo, el aspecto del punto de La Línea se correspondía con la siguiente descripción de Lorenzo Valverde:
“Línea. Así llamamos a un pueblecito que hay en el sitio por donde precisamnte se debe entrar en Gibraltar. Ya te he dicho que allí mora el Gobernador o Comandante Militar de aquel y de los demás puntos dichos. Habrá unos …vecinos de los más de ellos pasan con tiendas de comestibles y de bebidas, dos cafés y una mesa de villar, tres o cuatro posadas, panaderías y algunos artesanos. Allí está la recaudación donde cobran el derecho de los comestibles que llevan a la plaza”.
A pesar de que el número de habitantes debía rondar las dos mil personas de hecho y unas trescientas de derecho, en fechas tan avanzadas, el ayuntamiento de San Roque continuaba con sus viejas pretensiones y, el 4 de mayo de 1848, volvía a solicitar al comandante general del Campo que "se sirviese prohibir que se fabricaran o reedificaran en lo sucesivo más casas en el Punto de La Línea".
Pero lo más importante es que esta propuesta implica una reafirmación de su tradicional falta de apoyo hacia cualquier iniciativa que pudiera significar la consolidación del punto como núcleo de población, aunque esta llegara a afectar servicios tan básicos como los religiosos, educativos o sanitarios. Uno de estos aspectos, concretamente las carencias en materia de infraestructura educativa, fue la chispa que, años después, iluminaría el camino de la segregación.
Las edificaciones permanentes
A pesar de que habían transcurrido casi setenta años de aquella primera contribución a la leyenda negra, el argumento que se seguía esgrimiendo, esta vez por la denominada "Junta de Salvación de San Roque" volvió a ser el de que aquellas edificaciones "servían únicamente para abrigo de malhechores y vagabundos". Aún se conocerían intentos de pasar por encima de los comandantes militares y, apoyándose en los celadores de barrio, hacer efectiva una prohibición para construir o reparar edificios en La Línea y los demás puntos de la que únicamente se informaría a las autoridades militares.
Por ello, José de la Vega ya reconoce que el asentamiento estable de un núcleo de población se vió potenciado en primer lugar "por las cesiones de terreno que por la autoridad militar se efectuaba a quienes se obligaban a cultivarlos". Indudablemente, estas cesiones de terrenos pertenecientes al Ramo de Guerra, y los posteriores permisos para edificar en ellas hicieron posible el nacimiento y proliferación de las construcciones estables que dieron origen a la ciudad. Pero su nacimiento no hubiese sido posible si no se hubiese sancionado legalmente la absoluta libertad para construir o reparar las edificaciones levantadas en el territorio y, por supuesto, si no se hubiese verificado el traspaso legal de la propiedad de estas parcelas, inicialmente arrendadas, del Ramo de Guerra a los compradores particulares, mucho de ellos, antiguos arrendatarios.
Tal es el caso que permite ilustrar la importante colección documental que ilustra el arriendo al Ramo de Guerra, en 1862 de los terrenos donde, en plena calle Real de la Línea, se constuyó la choza número 13, por los que Santiago Rissoto pagaba un canon anual de quinientas milésimas de escudo y cuya propiedad le fue reconocida en 187[…]. Lo que le permitió enajenar parte de la finca mediante contrato de venta a favor de Salomón David Garzón en 187[…].
Pero aún quedaba pendiente una cuestión de primera importancia a la hora de hacer posible la fundación de la nueva ciudad. Nos referimos al Real Decreto promulgado el 24 de julio de 1862 por el que se prohibía la construcción de cualquier edificación permanente, así como la reparación de las existentes debido a la inseguridad que ofrece el caserío para la defensa del territorio en circunstancias dadas frente a una colonia extranjera.
El rigor con la que los celadores aplicaron la normativa, siguiendo las directrices alcanzó a tal extremo que la reparación más simple como la colocación de una tela, o la pintura de una puerta, era desmantelada. La súplica elevada entonces por los vecinos a la reina Isabel II, hoy día depositada en los archivos militares de Segovia, pone de manifiesto que los derechos que les asisten se basan en "las competentes licencias (para construir edificios de más o menos importancia), que desde la pérdida de la citada plaza [Gibraltar], se han expedido, unas veces por la Corona y otras por la Comandancia General de este Campo".
Manifestando que con la aplicación del Real Decreto "por una parte se impide rigurosamente la reparación de las casas y por otra con un sentimiento inexplicable se las ve derruirse (…) labrando la miseria de los que fiados en el amparo protector de la facultad que se les confiriera espontáneamente, han empleado sus capitales".
Y, en clara respuesta a los que dudaban de su patriotismo, terminan reforzando su petición con la abnegada promesa de que si un enfrentamiento con Gran Bretaña "viniese a sorprender los previsores cálculos de la diplomacia, los mismos dueños de los predios sabrían poner en manos del gobierno sus propiedades para que fuesen sacrificadas, sin recompensa alguna, en obsequio de la patria".
De forma increíble, el decreto en cuestión aún estaba vigente cuando el 27 de agosto de 1869, la Diputación Provincial conminaba al ayuntamiento de San Roque a que se pronunciara sobre la petición de segregación presentada previamente por los vecinos de La Línea. En su posterior informe, la comisión creada al respecto por el cabildo de San Roque intentó esgrimir, como principales argumentos en contra la falta de viabilidad económica de la nueva población y, curiosamente, el carácter precario de sus edificaciones, levantadas en unos terrenos que el Ministerio de la Guerra podía reclamar cuando lo considerase oportuno.
Gracias al providencial apoyo del vicepresidente y presidente en funciones de la Diputación Provincial José González de la Vega, el expediente de segregación se tramitó, siendo aprobado finalmente por el Consejo de Estado el 17 de enero de 1870.
El acto oficial de constitución del nuevo ayuntamiento provisional en La Línea, tuvo un heraldo tremendamente significativo en forma de un Real Decreto que, tan sólo seis días antes, derogaba la prohibición de construir viviendas estables y acometer la reparación de las existentes.
Conclusión
La pérdida de Gibraltar determinó la aparición de aquella vieja Línea que, marcada primero por improvisados gaviones y más tarde por los perfiles perfectos de unos baluartes de piedra, había reivindicado la reintegración a España de la perdida plaza de Gibraltar a lo largo del siglo XVIII. Cuando cesó su fuego, una nueva Línea de Gibraltar comenzó a tomar forma recogiendo, en su denominación, la esencia de los dos factores que habían propiciado su nacimiento y posterior desarrollo como núcleo de población: la providencial presencia de los comandantes generales que tutelaron los primeros asentamientos civiles estables, y la existencia misma de una colonia extranjera que le proporcionó la base económica de su existencia; factores ambos surgidos como consecuencia de los sucesos de 1704. Finalmente, el devenir de los años permitía a aquella vieja Línea escribir con mayúsculas el artículo que tradicionalmente la precedía cuando éste pasara a formar parte del nombre con el que, tras su segregación de San Roque, se iba a conocer el nuevo pueblo de La Línea de la Concepción.
Artículo publicado en el número 34 de Almoraima. Revista de estudios campogibraltareños.
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