Día de la Mujer

Musulmanas con velo: polémica en las manifestaciones feministas por el 8-M

Participantes en el acto del 8-M celebrado en 2022 en la Plaza Alta de Algeciras.

Participantes en el acto del 8-M celebrado en 2022 en la Plaza Alta de Algeciras. / Jorge del Águila

La presencia de mujeres musulmanas, ataviadas con hijab o velo islámico, en las manifestaciones feministas del 8-M vuelve a generar polémica entre los colectivos organizadores de las marchas. Ahora, cuando muchas musulmanas de Irán y de ciertos regímenes islamistas se desprenden de ese velo y lo queman en público, aun a costa de su libertad y su vida, vuelven a abrirse los debates sobre la conveniencia o no del hijab en las cabeceras de las manifestaciones. ¿Es ese velo un símbolo de patriarcado y sometimiento de la mujer o, por el contrario, es un derecho religioso cuyo ejercicio no debe ser limitado y, mucho menos, vetado?

Crece cada año el número de mujeres musulmanas que dicen sentirse feministas y salen a las calles de Europa el 8-M para reivindicar esos derechos y libertades que, a su juicio, están aún pendientes de conquista. La inmensa mayoría de esas musulmanas, de origen magrebí, no son visibles: acuden a las manifestaciones sin ese hijab al que tachan de ser “una imposición machista con escusas religiosas”; pero algunas mujeres se empeñan en lucirlo orgullosas y hacen ver, de ese modo, su doble condición de musulmanas piadosas y, a la vez, de feministas reivindicativas.

Son pocas las mujeres musulmanas que perciben el hijab como una obligación religiosa. El Corán no es preciso al respecto, como sí lo es, por ejemplo, con relación a la prohibición de comer la carne de cerdo o beber alcohol. Ismael ben Yusuf, experto en islam, aclara el texto coránico: “En 24:31 pone: Di a las creyentes que bajen la vista con recato, que sean castas y no muestren más adorno que los que están a la vista, que cubran su escote con el velo. No hay duda aquí de que es el escote lo que debe quedar cubierto; todo lo demás son modas, interpretaciones interesadas o traducciones incorrectas”.

Mujer musulmana, con un niño en brazos, en los alrededores de una mezquita en Algeciras. Mujer musulmana, con un niño en brazos, en los alrededores de una mezquita en Algeciras.

Mujer musulmana, con un niño en brazos, en los alrededores de una mezquita en Algeciras. / Erasmo Fenoy

Algunas mujeres de origen marroquí con las que este diario se ha puesto en contacto consideran “absurdo tener que ir declarando permanentemente y en todas partes algo tan íntimo como las creencias”, dice Fátima El Himmer, una comerciante gaditana. Asegura no sentirse cien por cien musulmana en todo momento y aclara que está convencida de que las que usan el velo no lo hacen por decisión propia “digan lo que digan: la mayoría de ellas ni siquiera son mujeres que practiquen la religión”.

Desde hace cinco años, El Himmer se manifiesta todos los 8-M y se siente “molesta” con sus camaradas de feminismo que salen a la calle a reivindicar derechos para la mujer con un pañuelo en la cabeza. “Les he dicho que no pueden ser feministas y llevar velo mientras haya decenas de países en los que los gobiernos y los hombres obligan a las mujeres a usarlo, y encierran y asesinan a las que no se lo ponen”, y concluye: “incluso, en muchos países, si un hombre te toca o abusa de ti, y no llevas hijab, dicen que la culpa es tuya”.

Souad trabajaba en una ONG de Sevilla y no quiere que conste su apellido porque prefiere no ser identificada por su comunidad; dice que, “por desgracia, de mi hijab y el de mis hijas depende la reputación de mi familia y, sobre todo, la de mi marido; no puedo cambiar eso”. Al mismo tiempo, esta creyente recuerda que la obligación del pañuelo ha venido de Europa, no de Marruecos: “Mi madre y mi abuela no lo usaban en Tánger; ni la mujer del rey lo llevaba”, afirma, a la vez que recuerda que en los canales de televisión de Marruecos rara vez aparece una mujer con hijab. “El peligro está en que, cuando alguien afirma que es una obligación religiosa, ya está automáticamente señalando como malas musulmanas a las que no lo llevan”, se lamenta.

Mimunt Hamido es, desde Melilla, una de las principales detractoras del hijab. Ha escrito en redes que se trata siempre de una imposición masculina con la que los hombres marcan a las mujeres de su comunidad: “En Europa el hiyab se disfraza de símbolo identitario, pero no sólo se usa para tapar a las mujeres, sino para decir estas mujeres son nuestras”.

Mujer musulmana compra en el mercado Ingeniero Torroja. Mujer musulmana compra en el mercado Ingeniero Torroja.

Mujer musulmana compra en el mercado Ingeniero Torroja. / Erasmo Fenoy

La polémica sobre el hijab en la lucha feminista no se ha quedado solo en los despachos de las organizadoras de las marchas. En un número creciente de manifestaciones en los últimos años se han producido gritos de “¡quítate el velo!” hacia algunas manifestantes cubiertas. Fueron muy sonados los rifirrafes en Madrid en 2019 a golpe de insultos vía megáfono.

En Asturias, la activista musulmana Wadia Daghestani, farmacéutica de origen sirio, también tuvo que soportar el mismo grito que, seguramente, volverá a oír este año por manifestarse con hijab. Mientras unas piensan que el velo las empodera y, además, hace que el islam se visibilice, otras lo consideran un elemento propio de regímenes políticos que “obligan a la mujer a compartir el esposo, la relegan en la herencia frente a sus hermanos, en los juzgados, en la custodia de los hijos, en las mezquitas…”, apunta Souad.

“Las musulmanas debemos de trabajar para imponer un islam racional e igualitario; debemos destacar por nuestros logros académicos y profesionales, no por nuestra indumentaria más o menos acorde con lo que se espera de nosotras”, subraya Anisah Alaoui, una simpatizante socialista que acudirá a la cita del 8-M. “No se puede ser ciudadana de primera con velo, y yo aspiro a un buen empleo: te lo tienes que quitar, sobre todo, porque el Corán dice que nos cubramos delante de los hombres, pero no que nos tapemos la cabeza”.

Mujeres musulmanas, ataviadas con hijab, pasean por una cale de Algeciras. Mujeres musulmanas, ataviadas con hijab, pasean por una cale de Algeciras.

Mujeres musulmanas, ataviadas con hijab, pasean por una cale de Algeciras. / Erasmo Fenoy

“El manifiesto del 8-M reivindica expresamente la libertad sexual y una educación que abrace todas las opciones sexuales, propuestas a las que no veo cómo puede sumarse una mujer que oculta su cabello bajo unas telas y se supone que vive una moral islámica”, declara Aisha Berrada desde su despacho en Bilbao.

Algunas mujeres musulmanas han creado los hashtags #8msinvelo, #freehijab, #sinvelo, #escuelasinvelo o #sinopresionreligiosa, entre otros. Aseguran que el feminismo occidental y cierta izquierda europea ha “comprado” el discurso del hijab para no ser tachados de racistas.

Sin que el velo islámico haya llegado todavía a ser motivo de división en el movimiento feminista, como sí lo ha sido la ley trans, la abolición de la prostitución o los vientres de alquiler, los partidos tradicionales convocantes del 8-M se ponen, de momento, de perfil y declaran no tener una postura oficial sobre el asunto del hijab. El PSOE, que elude hacer declaraciones al respecto, habla en su Manifiesto 8-M de luchar por la igualdad formal con los hombres en esos países donde aún no existe.

La Francia de la Liberté ha llegado a prohibir a las escolares el velo, incluso el que cubre solo el cabello. Algunos estados alemanes prohíben a las profesoras cubrirse con hiyab mientras imparten clase o tratan con sus alumnos o las familias de estos. Incluso Marruecos, que se declara constitucionalmente islámico, muestra a las mujeres de la Familia Real sin velo en los actos públicos. España no cuenta con ninguna legislación específica sobre la indumentaria religiosa, pero ningún cuerpo policial nacional admite el velo entre sus agentes por razones de uniformidad o agudeza auditiva, según explican.

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