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De fortín a estandarte del Estrecho

La junta rectora del Estrecho prepara el camino para las visitas reguladas a la Isla de las Palomas Medio Ambiente desarrolla con éxito un plan contra la uña de león en el enclave

Imagen de la evolución de las labores para erradicar la uña de león en la Isla, entre 2008 y 2012.
A. R. Tarifa

11 de noviembre 2013 - 01:00

La joya más brillante del parque natural del Estrecho, la Isla de las Palomas, continúa custodiada por una herrumbrosa verja levantada al final del istmo artificial que la une con el casco urbano de Tarifa. Diez años después de la declaración del parque natural (2003), el acceso a la isla continúa condicionado por las instalaciones del Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) levantado en la cara oeste.

Numerosos permisos y burocracia preceden el acceso a colectivos como técnicos ambientales o investigadores universitarios al que, sin embargo, fue el enclave que originó la declaración del parque natural más joven de Andalucía por su alto grado de biodiversidad y su excelente estado de conservación.

Para flexibilizar las condiciones de entrada y profundizar en las labores para conferir a la Isla de Tarifa un carácter de recurso a disposición de la ciudadanía, la junta rectora del parque ordenó en abril la creación de un grupo de trabajo con representación de todas las administraciones y entidades con intereses en el enclave para definir los usos futuros bajo criterios de sostenibilidad ambiental.

La mesa, donde están representados el Ministerio del Interior, Costas, la Autoridad Portuaria de la Bahía de Algeciras, el Ayuntamiento de Tarifa, la Junta de Andalucía y representantes de los empresarios, ecologistas y la Universidad de Cádiz, persigue que la presencia del CIE no retrase la puesta en marcha de iniciativas como rutas senderistas, pesca deportiva o la habilitación de itinerarios interpretativos perimetrales para dar valor añadido al conjunto. No sólo desde el punto de vista ecológico, sino para fomentar el turismo verde y la generación de empleo. En estos momentos prepara un protocolo para hacer más fácil el acceso a grupos (la idea es que una simple llamada de teléfono sea suficiente) que prevé su aprobación antes de que acabe el año.

A partir de ese momento, según fuentes de la delegación territorial de Medio Ambiente, la Isla de Tarifa dejará de ser un enclave desconocido para los habitantes del entorno tras siglos de uso militar. Algunas de las iniciativas que pueden encontrar acomodo en la entrada de visitantes en grupos regulados a la isla serían el avistamiento de aves o cetáceos, observación astronómica y educación ambiental siempre y cuando se guarde un perímetro de seguridad con el CIE.

Del nuevo protocolo también serían beneficiarios los investigadores científicos de entidades como la Universidad de Cádiz y Sevilla que, si bien tienen acceso mediante los permisos habituales, encontrarían mayor comodidad en el desempeño de sus labores. La Junta, a su vez, aspira a mejorar los planes de control de especies invasivas y la protección de amenazadas. Ya hay varias experiencias desarrolladas con éxito en la Isla; especialmente una contra la uña de león que se ejecutó entre los años 2008 a 2012.

La uña de león, de origen sudafricano, es muy utilizada en jardinería y para la fijación de taludes; de tipo tapizante, con hojas crasas de sección triangular y grandes y vistosas flores. La zona sur de la Isla, la más cercana a una de las baterías de costa, presentaba un amplio tapiz en 2008 hoy erradicado. Para ello, la Consejería de Medio Ambiente retiró más de 500 toneladas entre 2008 y 2009 ya que afectaban a poblaciones de plantas amenazadas como la siempreviva Limonium emarginatum. Gracias a estos trabajos (también llevados a cabo en Punta Camarinal y Los Lances) la especie está prácticamente erradicada, aunque para prevenir posibles nuevos focos se realizan repasos anuales.

Con todo, desde la Junta de Andalucía se aspira a que Interior traslade el CIE de Las Palomas a otro enclave -sus representantes públicos lo han exigido en varias ocasiones- y poder abrir de par en par la verja. Pero no a cualquier precio: llegado el momento también tocará establecer las reglas del juego para que un entorno que se ha conservado prácticamente virgen (salvo las construcciones militares), precisamente por su restringido acceso, corra riesgo de degradación por la acción del hombre.

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