Entrevista a Esteban Beltrán | Director de Amnistía Internacional España

“Los recortes en salud o educación son violaciones de los derechos humanos”

  • La cara visible de Amnistía en España espera que “la agenda política de la ultraderecha no se consolide en otros partidos”

  • "Si la libertad de expresión molesta es porque es libertad de expresión y el único límite que puede tener es que impulse delitos"

Esteban Beltrán, director de Amnistía Internacional España, con el Peñón al fondo

Esteban Beltrán, director de Amnistía Internacional España, con el Peñón al fondo / Jorge del Águila

Director de Amnistía Internacional España desde 1997, Esteban Beltrán es la cara visible de una organización que solo en España tiene 86.100 socios y 2.300 activistas dispuestos a luchar por los derechos humanos (hoy es su Día Internacional). Su trabajo aborda la violencia contra las mujeres, libertad de expresión, inmigración y torturas, pero también los derechos a la educación, la sanidad y una vivienda digna. Recientemente, Beltrán desembarcaba en La Línea dentro de una jornada de formación y movilización contra los discursos del odio. No le falta trabajo.

En esta era de la posverdad, en el que la epidemia de las llamadas fake news se expande por las redes sociales, ¿está creciendo el discurso del odio o solo se difunde más fácilmente?

Creo que por desgracia el odio y el miedo han pasado de la retórica a la realidad. Hay muchos gobiernos y grupos políticos que intentan aplicar políticas que normalizan la discriminación de minorías y grupos marginados, es una política de nosotros contra ellos. Y se rompe un consenso universal y muy importante al que se llegó tras la Segunda Guerra Mundial: todos los seres humanos nacemos libres e iguales en dignidades y derechos, no hay seres humanos inferiores y superiores. Por ejemplo, tenemos un gobierno como el de Brasil, que apoyan 65 millones de personas, que dice que los indígenas no merecen el territorio en el que están. O un gobierno como el húngaro que trata a todas las personas refugiadas como terroristas. O discursos que aseguran que la violencia de género es una invención. Es preocupante, porque se ha pasado de gobiernos que violaban los derechos humanos pero no lo reconocían a otros que están orgullosos de cometer violaciones de los derechos humanos y eso es muy peligroso.

Una utilización política de ese discurso del odio para obtener un rédito. ¿O va más allá de eso?

O de gobernar directamente. Lo que buscan es ganar elecciones, son mensajes simples, basados en el miedo y el miedo a veces es poderoso. Por eso hay que dar la batalla de las ideas, ahora es el momento de ganar a la mayoría de la gente con ellas. Aparte del argumento moral, es el respeto a los derechos humanos el que proporciona estabilidad a las sociedades.

¿Cuál es el caldo de cultivo para la expansión de los populismos?

Creo que en el mundo somos mayoría los que mantenemos que los derechos humanos son universales. Pero es verdad que en determinados países están ganando la batalla por múltiples razones. En general son mensajes muy simples, nosotros contra ellos, no requieren la mayor articulación. Son mensajes dirigidos al estómago y corazón de la gente con mentiras amplificadas impunemente en las redes sociales y con muchos recursos. Todo ese discurso que en Andalucía ha cuajado sobre los menores no acompañados, criminalizados por una parte de la clase política diciendo que fomentan la delincuencia cuando los datos dicen que no es así. O que los inmigrantes ocupan ambulatorios y salas de urgencia más que los españoles, tampoco es verdad.

¿Le preocupa que la ultraderecha entre en las instituciones?

Si lo hace democráticamente no tengo nada que decir. El problema es que esperemos que la agenda política que vende no se consolide en otros partidos. Por ejemplo, espero que seamos capaces de mantener el consenso sobre la violencia hacia las mujeres, llevamos ya 54 muertas por ser mujeres este año. En España hay 40 agresiones sexuales al día a mujeres por el hecho de serlo. Hay un consenso básico para afrontar esto y no liarlo con la violencia hacia menores o ancianos, que requiere de otro tipo de estrategias. Otro asunto es el dar a la policía los datos sanitarios de los inmigrantes, lo cual puede hacer que no vayan a los hospitales por miedo. Y toda eso es una falta de sentido común y violación de derechos humanos que hay que evitar que se consolide, ni por razones políticas ni de aritmética parlamentaria ni por nada. Eso en Andalucía creo que todavía no se ha producido, pero es peligroso que un apoyo parlamentario sea del tipo de negar consensos universales que nos permiten afrontar mejor por ejemplo la violencia de género.

Tras muchos años de campañas contra la violencia sobre la mujer la realidad sigue siendo muy dura. ¿Qué falla?

En la violencia sexual falla que nunca ha tenido visibilidad. Hablo no solo de tu pareja, sino de alguien de fuera. Aquí por ejemplo no hay ni un solo centro de crisis 24 horas al que puedan acudir las mujeres violentadas sexualmente. No es un problema de legislación ni de concepción, sino de aplicación y determinación política, de dotación de recursos.

Esteban Beltrán, director de Amnistía Internacional España Esteban Beltrán, director de Amnistía Internacional España

Esteban Beltrán, director de Amnistía Internacional España / Jorge del Águila

Amnistía Internacional tiene en marcha una campaña sobre la percepción de las víctimas, las dificultades a las que se enfrentan. Entiendo que es una respuesta a las dudas expresadas por algunos actores ante las denuncias de las mujeres agredidas.

El informe se llama Ya es hora de que me creas. La idea que transmite es que la violencia de género es un delito gravísimo como otros y como el resto debe de afrontarse no desde la desconfianza hacia las víctimas. Ahora mismo esa desconfianza a veces se da. Cuando yo soy víctima de un robo en mi casa nadie duda que me han robado. Cuando una mujer es víctima de violencia sexual, pues todavía hay dudas de que está acusando en falso. Hay obstáculos de las autoridades, de los hospitales, en algunas comunidades autónomas. Por ejemplo, en Andalucía está bien planteado, la víctima puede ir al hospital antes o después de la denuncia, pero en otras comunidades tiene que ir primero a denunciar. ¿Cómo puede ser eso? Lo primero debería ser atender a la víctima. Falta tomárselo en serio. En el último año el Tribunal Supremo ha tomado decisión de decir que el consentimiento es elemento clave. Pero hay que hacer todo lo demás, empezando por que las víctimas sean creídas.

En los últimos años hemos visto judicializados tuits, canciones o la llamada procesión del coño insumiso. ¿Diría que la libertad de expresión pasa por un momento complicado?

Hemos vivido una época dura en España para la libertad de expresión desde que está en vigor la Ley Orgánica de Protección de la Seguridad Ciudadana. Esta ley hace que miles de personas sean multadas cada año por cuestiones tan genéricas como la falta de respeto a las autoridades. Hablamos de miles de personas que se manifiestan pacíficamente, no solo de gente que manifiesta ideas provocadoras. Por ejemplo, gente que se manifiesta en Burgos por el soterramiento del AVE son procesadas. El segundo elemento es la vaguedad. La legislación antiterrorista mantiene aspectos preocupantes en el enaltecimiento del terrorismo y la humillación a las víctimas. La libertad de expresión es importante incluso aunque sea algo que dañe a determinados colectivos, si daña puedes ir por la vía civil y reclamar el daño al honor y a la intimidad, pero lo que no puedes hacer es ir por la vía penal e intentar meter en la cárcel a alguien que expresa una visión muy provocadora pero que no va a cometer ningún delito ni se espera que lo haga. Y luego hay delitos decimonónicos que han quedado en el Código Penal, como son las injurias a la corona o la ofensa a los sentimientos religiosos, que deberían de desaparecer. La libertad de expresión si molesta es porque es libertad de expresión y el único límite que puede tener es cuando impulsa delitos.

La exhumación de los restos de Franco, ¿abre definitivamente el camino de la reparación a las víctimas?

Creo que es un paso bueno, cumple con las recomendaciones de Naciones Unidas, pero queda mucho por hacer. Sobre todo en el Valle de los Caídos, para que se convierta en lugar de memoria que contribuya a la dignificación de las víctimas. Que se explique que fue construido con trabajos forzados, que se proporcione información sobre los cuerpos de las miles de personas enterradas, muchas sin consentimiento de familiares. Queda todo por hacer. Las víctimas son víctimas de torturas, desaparición forzada, juicios sumarios, pena de muerte. Lo primero que habría que hacer es crear una comisión verdad que ponga sobre la mesa los testimonios de tanta gente, en principio víctimas del franquismo, pero también puede haber víctimas de la república que quieran poner su testimonio sobre el terreno, y sobre todo que asegure la reparación y justicia como han hecho todos los países. Como el resto de los países que después de un conflicto han tenido una verdad oficial, eso nos hará avanzar como país y sentirnos orgullosos.

Asegura usted que “la pobreza está secuestrada por los economistas”. ¿Qué quiere decir con ello?

Significa que cuando hablamos de la educación, salud y vivienda, de que hay menos médicos y no hay vivienda pública, no estamos hablando de recortes del gasto público, sino de violaciones de los derechos humanos. Cuando los tratemos por su nombre será más fácil que entendamos que tenemos que dar pasos adelante. El que haya o no vivienda pública (en España es un 1% del total, mientras en Reino Unido es un 32% y en Francia un 17%) no es una materia de gestión administrativa, sino los derechos de la población. Y vivir en la calle sin alternativa es una violación de los derechos humanos. Creo que el derecho a a la educación, la salud y la vivienda deben de ser considerados tan importantes como la libertad de expresión, de reunión y de manifestación. Tienen que ver con el derecho a la vida y no pueden verse desde un sentido puramente economicista. Mientras no se entienda va a ser difícil que haya políticas públicas que merezcan tal nombre.

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