La burrita feliz

Cuentos de estío: animales felices

Ilustración de 'La burrita feliz'
Ilustración de 'La burrita feliz' / ChatGPT

Érase una vez una burrita que trabajaba para una mujer que la cargaba de tejas, y viaje a viaje con los serones repletos desde el amanecer la burrita doblaba el lomo hasta el atardecer.

Mientras daba sus pasos haciendo el mismo recorrido, ella pensaba en una vida mejor, en tener avena y agua fresca cuando quisiera, en tumbarse sobre la paja seca y limpia de un establo calentito en invierno y oreado en verano. Mas su premio muchas veces, al final del día, eran las hijas de aquella mujer que, sin compasión alguna, la montaban otra vez hasta que se cansaban de cansarla.

Un día llegó una persona diferente, tenía la voz grave y la cara llena de pelos, nunca había visto a alguien así: era corpulento, alto... se llegó a la cuadra y le puso un ronzal y se la llevó. Llegó de noche a lo que debía ser su casa nueva... durmió en otra cuadra distinta que le pareció, al rato, igual; la despertaron con la alborada, le pusieron un arado y trabajó, otra vez, hasta que la tarde anaranjó el horizonte. Y llegó a la casa y otros críos, esta vez sin faldas ni coletas, la trasegaron igual.

La burrita miró por un ventanuco y viendo un astro, pensaba en una vida mejor, en tener avena y agua fresca cuando quisiera, en tumbarse sobre la paja seca y limpia de un establo calentito en invierno y oreado en verano...

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