Andalucía como tercera vía: el papel olvidado del sur en la estabilidad nacional

Tribuna de opinión

El autor defiende que la ausencia de consensos básicos impide diseñar políticas de Estado a largo plazo y ve en Andalucía una alternativa al eje catalán-vasco

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Andalucía, la tercera vía.
Andalucía, la tercera vía.
Antonio Gómez del Moral
- Secretario de Andalucía Bay 20.30

07 de julio 2025 - 04:00

La política española atraviesa una de sus etapas más polarizadas y fragmentadas desde la restauración democrática. La posibilidad de conformar mayorías estables se ha vuelto una tarea endiablada. El Partido Popular, incluso cuando roza la victoria electoral, necesita a la ultraderecha de Vox para alcanzar el poder. El Partido Socialista, por su parte, se ve obligado a sostenerse en una amalgama de partidos de izquierda radical, nacionalistas y fuerzas abiertamente independentistas. En este contexto, pensar en un proyecto de país compartido y sostenido en el tiempo se ha convertido en una quimera.

La ausencia de consensos básicos impide diseñar políticas de Estado a largo plazo, más allá del cortoplacismo electoral. Temas tan estructurales como la financiación autonómica, la reforma educativa, la sostenibilidad del sistema de pensiones o la modernización institucional son sistemáticamente aplazados por el miedo a perder apoyos parlamentarios. La confrontación ha desplazado a la cooperación. La política, convertida en una guerra de trincheras, ha dejado de ser un espacio de construcción colectiva.

Ante esta parálisis, cabe preguntarse si la solución puede venir no del centro ideológico —intentado sin éxito por experiencias como la de Ciudadanos—, sino del sur geográfico. Andalucía, con su enorme peso demográfico, político y simbólico, podría erigirse en la tercera vía que necesita España: una fuerza capaz de articular una alternativa al eje catalán-vasco sin caer en el recentralismo ni en el populismo territorial.

Un nacionalismo andaluz moderado, integrador y con sentido de Estado —moderno, no victimista, reivindicativo pero no excluyente— podría ofrecer una voz propia en el debate territorial, aportando estabilidad institucional, una visión plural de España y un impulso renovador a la política estatal.

Andalucía tiene legitimidad histórica para desempeñar ese papel. Fue la única comunidad que accedió a la autonomía plena por la vía del artículo 151 de la Constitución, como las consideradas “nacionalidades históricas”. Su identidad cultural es indiscutible, pero siempre ha estado alejada del separatismo. Ha padecido desigualdades estructurales sin recurrir al chantaje político. Esa combinación de arraigo territorial y lealtad institucional la convierte en un actor ideal para plantear una reforma del Estado en clave federal, simétrica y cooperativa.

Esta hipotética tercera vía no aspira a romper el tablero, sino a desbloquearlo. Sería un interlocutor válido para ambas orillas, lo suficientemente firme para defender los intereses andaluces, y lo suficientemente sensato para no cruzar líneas rojas. Su papel no sería agitar el conflicto, sino promover pactos duraderos. Dejar de ser un granero de votos y convertirse en un actor propositivo, con vocación nacional.

Para que esta opción cobre forma se necesita liderazgo, visión política y una ciudadanía andaluza consciente de su fuerza. Andalucía no puede resignarse a la marginalidad en el debate territorial. Tampoco puede ser sólo una región gobernada desde lógicas ajenas. Puede —y debe— asumir un papel central en la estabilidad del país, aportando moderación, cohesión y ambición política.

España necesita una tercera vía que rompa la dinámica de bloques, que supere la política del enfrentamiento permanente y que ayude a recuperar la noción de proyecto común. Andalucía, con voz propia, podría ser esa vía. Solo falta que alguien la transite.

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