Los italianos de la décima | Capítulo XIV

La Reina de Corazones, contrainformación y medios de asalto (I)

  • Larissa Svirsky, la agente doble que confundió a los británicos sobre el origen de los ataques italianos

El teniente de Navío Manuel Romero Hume, ayudante de Marina de Puente Mayorga entre 1942 y 1944,   a quien los británicos acusaron oficialmente de ser un espía alemán, junto a un hidroavión italiano Cant-506 modelo con el que había prestado servicio durante la guerra civil española.

El teniente de Navío Manuel Romero Hume, ayudante de Marina de Puente Mayorga entre 1942 y 1944, a quien los británicos acusaron oficialmente de ser un espía alemán, junto a un hidroavión italiano Cant-506 modelo con el que había prestado servicio durante la guerra civil española.

El martes 22 de septiembre de 1942, una mujer de elegante caminar atravesaba las puertas del hotel Cecil que Alberto Bacarisas, hermano del conocido pintor gibraltareño, poseía en la Main Street de Gibraltar. No era un alojamiento -algo fuera de lugar en aquellos momentos- lo que buscaba, sino la sede de la Field Security Police. Así era como se conocía la rama del Intelligence Corps que se encargaba de la seguridad tanto en la retaguardia de las grandes unidades desplegadas en los frentes, como en las guarniciones militares que, como en este caso, defendían las posesiones de ultramar. Desde octubre de 1940 y bajo la égida del Defence Security Officer, la Section Nº. 54 de esta policía militar, constituía la primera línea de defensa frente a la actividad de agentes del Eje en la colonia y su entorno.

Para sus miembros, la persona que acababa de entrar en sus dependencias era una perfecta desconocida. Pero el hecho de que se hubiese presentado como la esposa del teniente de navío Manuel Romero Hume, el oficial que desde hacía apenas tres meses venía ejerciendo como ayudante de marina de Puente Mayorga, cambiaba completamente las cosas. Ya que, tal como se recoge en un informe redactado al final de la guerra por uno de los miembros más destacados de aquella Sección 54, para el Secret Intelligence Service, aquel puesto no era uno más entre los muchos destinos militares que entonces existían en el Campo de Gibraltar. De hecho, en una de sus páginas se hace constar cómo, tras los recientes ataques sufridos por los mercantes británicos en aguas de la Bahía, el servicio de Inteligencia había comenzado a preguntarse "si la presencia allí de este oficial podía estar de alguna forma relacionada con el empleo de Puente Mayorga como base avanzada para las operaciones de sabotaje italianas". Sin lugar a dudas, aquella visita les situaba frente a la que, a priori, era la vía perfecta para acceder al entorno inmediato de Romero Hume y permitirles arrojar luz sobre una cuestión que podía tener implicaciones muy graves para España.

Manuel Romero Hume, la presa a perseguir, era un oficial de la llamada Reserva Naval Movilizada nacido en Sevilla en el seno de una familia de tradición militar y cuyo segundo apellido recordaba el origen escocés de su abuelo materno. Era ya un experimentado piloto de la marina mercante cuando las matanzas registradas entre los oficiales del Cuerpo General al comienzo de la Guerra Civil, habían determinado su incorporación a la Armada; cosa que había tenido lugar en 1937, tras un periodo de formación acelerada en la Escuela Naval de San Fernando.

No obstante, no deja de llamar la atención que, salvo un breve servicio en los bous artillados que operaban en el Cantábrico, la mayor parte de su tiempo en campaña se verificara con el Ejército del Aire. De hecho, la práctica totalidad de sus destinos de guerra se habían localizado en las escuadrillas de hidroaviones de reconocimiento que tenían su base en las Baleares; donde llegaría a trabar amistad con uno de los pilotos más prestigiosos de aquellas aeronaves, el trágicamente malogrado Ramón Franco Bahamonde.

Pero por encima de las misiones en las que había tomado parte, aquellos años de lucha fratricida habían dejado en el futuro ayudante de marina dos huellas ciertamente importantes. La primera era la del dolor por la muerte de su hermano Guillermo, capitán de Artillería asesinado por los comunistas en Paracuellos del Jarama en noviembre de 1936. La segunda, menos íntima sin duda pero de mayor significación en este contexto, fue la que le dejaría su relación, de momento digamos profesional, con las Fuerzas Armadas del Reino de Italia. Para documentarla no hace falta recurrir a sus posibles contactos con el personal militar italiano que pudieran venir propiciados por su servicio con los hidroaviones de los modelos Cant Z-501 o Z-506. Basta con hacer alusión a la concesión de la Croce al Merito di Guerra con la que Roma había decidido premiar sus servicios durante la Campaña 1936-39; una condecoración que, curiosamente y para ser precisos, no había podido lucir sobre su uniforme de Marina hasta julio de 1942, una vez le fue concedida la correspondiente autorización. Este hecho además, había tenido lugar al año siguiente de haber obtenido el título de piloto de guerra y ocho meses después de causar baja en el Ejército del Aire para reincorporarse a la Armada como teniente de navío.

Con este empleo, había pasado unos meses adscrito a la Comandancia de Marina de Ceuta. Un destino que, si se da crédito a las versiones que hoy se difunden, habría resultado decisivo para la pareja. Porque había sido en aquellos meses cuando una amiga italiana habría supuestamente convencido a su esposa para que se prestase a colaborar con los servicios de Inteligencia del Eje. Más allá de la componente de verdad que pudiera haber en todo ello, lo que sí resulta indiscutible es que, desde el 18 de junio de 1942, Manuel Romero Hume venía ejerciendo como ayudante de Marina de Puente Mayorga.

Lo primero que llama la atención es que este nombramiento se hubiese producido apenas tres semanas antes de la ejecución por parte de la Decima MAS de la que sería su primera operación con buceadores de combate en la Bahía de Algeciras. Hechos con los que había dado comienzo la parte históricamente más significativa de la Hoja de Servicios de aquel oficial de Marina; ese cuyo nombre sería uno de los pocos que, de forma reiterada, sería citado por la Inteligencia británica como uno de los grandes enemigos de Gran Bretaña y lo que era aún más peligroso, como un claro exponente de la eventual colaboración de España en acciones de guerra con las fuerzas armadas del Eje.

En base a todo lo anterior, no es extraño que para atender a la señora de Romero, aquel 22 de septiembre se llamase a uno de los miembros más prometedores de la Sección 54. Se trataba de David Scherr: un maestro hispanoparlante, especializado en Filología que se encontraba destinado en Gibraltar desde el otoño de 1940 y que, a pesar de que aún era sólo suboficial, aquel día había decidido enfundarse en la identidad de un inexistente captain Woodford. En el informe que redactó posteriormente para sus superiores, Scherr ofrece la siguiente descripción de los primeros compases de aquella entrevista:

"Justo cuando me encontraba a punto de concluir un interrogatorio no demasiado fructífero, me llamaron de la habitación contigua para que me hiciera cargo de una visitante de más entidad. Se trataba de una mujer de unos treinta años cuyo atuendo, modales, forma de expresarse y apariencia en general la convertían en una imitación bastante chusca, aunque no por ello menos atractiva, de la seductora espía de un thriller. Se sentó frente al escritorio de la oficina, cruzó las piernas, ajustó el filo de su vestido para ofrecerlas desde la mejor perspectiva y encendió lentamente un cigarrillo. Inhaló y exhaló el humo con una actitud displicente mientras bajaba su nariz larga y aguileña. Luego sonrió a quien estaba destinado a ser su interrogador y en un inglés cosmopolita, me dijo: 'Yo soy la Reina de Corazones. ¿Quién eres tú?".

Así fue como Larissa Svirski Lipschutz, la esposa de Romero Hume, se bautizó a sí misma con el nombre por el que más adelante quedaría registrada en los listados del servicio de Inteligencia británico. Aquel falso captain Woodford no tardó en tener claro a cambio de qué, aquella mujer venía supuestamente a ofrecer sus servicios a Gran Bretaña: "(Me dijo) que tenía una hermana en París casada con un oficial alemán.... (y) que ella había sido captada por los alemanes en Madrid para que fuese en misión a la Argentina en calidad de agente. Pero que, sospechando sin duda que pudiera traicionarles, finalmente estos habían decidido retirar su oferta. Después de aquello, había decidido servirnos a nosotros. Sin embargo, el representante de la Sección V (del MI6) en Madrid tampoco se había fiado de ella, de manera que, desesperada -son palabras de la propia Larissa Svirsky recogidas por Scherr- había tenido que bajar por dinero hasta el Campo de Gibraltar".

Recientemente se vienen difundiendo otras historias sobre las que fueron sus posibles motivaciones, aunque lo único verdaderamente probado es que, para el futuro responsable del MI5 en Gibraltar, el único incentivo que, según la declaración de la propia Larissa Svirsky, la había llevado a ofrecer su colaboración a Gran Bretaña siempre había sido y era de índole económica. Aquel día, para convencer a los británicos de su solvencia como fuente, del enorme interés de lo que podría llegar a aportarles y reafirmar de paso la conveniencia de aceptar su oferta, la futura Reina de Corazones les había pasado una información relacionada con los recientes ataques a barcos aliados en la Bahía. En concreto, se refirió a un incidente que ella consideraba directamente relacionado con la operación que, hacía justo una semana, habían efectuado los buceadores de la Decima MAS en aguas de la Bahía.

Como confirmarían los testimonios de los Gamma que habían tomado parte en ella, la historia que había contado no era ninguna fantasía. Sobre las doce de la noche del lunes 14 de septiembre de 1942, en el mismo momento en que los tres buceadores de la operación G.S. 2 estaban a punto de meterse en el agua, se habían dado de bruces con Francisco Coca Rosa, un pescador vecino de Puente Mayorga al que todos conocían por el sobrenombre de El Coca. Tras unos instantes de mutua sorpresa, los agentes del SIS italiano Piero Pierleoni y Giulio Pistono, quienes -como en la operación anterior- también habían acompañado aquella noche a los buceadores en su ruta hacia hasta la playa, le habían abordado para intentar negociar con él. En presencia de Antonio Ramognino, habían llegado a ofrecerle hasta mil pesetas, una suma importante en aquella época, para que se marchase y se olvidase de lo que había visto.

Entonces se produjo una escena que, medio siglo después, Vago Giari contaría al autor en su casa de Livorno: "Tras un momento de incertidumbre, aquel hombre había echado a correr como un loco, pidiendo a gritos ayuda a los (Guardias Civiles) que patrullaban la costa". Mientras los buceadores se adentraban en el mar, los agentes italianos que les acompañaban no pudieron sino salir tras él y reducirle empleando la fuerza. Aunque es fácilmente imaginable, no es posible saber con precisión lo que sucedió después. Pero de lo que no hay duda es de que terminaron por convencer al pescador para que desistiese de su primera intención y se marchase a su casa sin causar problemas. Desde luego, El Coca no se atrevió a delatarles pero, seguramente impresionado y tal vez preocupado por las posibles consecuencias que pudiera acarrearle, había terminado haciendo partícipe a su familia de lo que le había ocurrido.

Según confesó Larissa Svirsky a su interrogador, se daba la circunstancia de que la hermana de aquel pescador estaba contratada en su casa como sirvienta, con lo que aquel suceso no había tardado en llegar a sus oídos. Según el informe redactado por Scherr, Larissa le dijo que había comentado el tema con su marido y que este le había corroborado que lo que El Coca contaba era cierto. Aquellas palabras demostraban no sólo que los autores de las recientes acciones de sabotaje habían actuado en territorio español, sino que contaban con una cierta red de apoyo en España. Pero además, dejaba en el aire la jugosa posibilidad de que quien era la mayor autoridad española en aquel núcleo de población estuviese al tanto del ataque.

No obstante, aquella historia no era más que un recurso que Svirsky había empleado para reforzar la veracidad de lo que en verdad había venido a contarles. Nada menos que la forma en que aquellos incursores italianos habían ejecutado la operación. Sin dar detalles de cómo había conseguido acceder a aquella información, aseguró a Scherr que estos habían llegado hasta la Bahía a bordo de un submarino.

Larissa también le aseguró que tenía en su poder "uno de los equipos de buceo que habían salido a la playa el 15 de septiembre" y que estaba dispuesta a entregárselo a cambio de una buena suma de dinero. Y algo aún más importante. Si su ofrecimiento era económicamente estimado en la medida que ella creía merecer, incluso podría llegar a advertirles de la fecha del próximo ataque.

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