La Línea en blanco y negro

Personajes y costumbres típicas linenses (II)

  • El pregón musical del afilador con su pequeña flauta por las calles linenses resultaba muy agradable al oído

  • Los vendedores de "calentitas", plato típico en Gibraltar, fueron muy populares

Un afilador.

Un afilador.

En los pregones callejeros ya mencionados nos faltaba este de El Afilador, un pregón musical que resultaba muy agradable al oído ya que utilizaba para ello las notas de una pequeña flauta multitubular llamada "Flauta de Pan". Al parecer este instrumento lo han utilizado los afiladores en España desde tiempos muy remotos. Uno de los afiladores más antiguos y que conocimos en nuestra niñez era Gregorio Portilla que había heredado el oficio de su padre que era gallego, acostumbrado a colocar su carrillo en el cruce de las calles Isabel la Católica y de Las Flores cerca del Mercado de La Concepción. Más tarde, ya completamente motorizados, uno de ellos utilizaba una moto como taller, por cierto un hincha de la Balona que se hizo famoso no hace tiempo.

No dudamos de que el motorismo tiene mucho de progresista, pero por otra parte ha matado el encanto y el tipismo a aquellos afiladores que antaño recorrían nuestras calles empujando el carrillo-taller de madera y de una sola rueda que, además de servir de locomoción, movía la piedra de afilar por medio de un pedal y una correa acoplada a la misma.

¡Qué bien sonaba la flauta del afilador! Que finalizaba también con su pregón de palabras: ¡El afilaóooo, se afilan cuchillos y tijeras..!

El Barquillero

Hemos dicho antes que la sociedad de consumo nos tiene tan cogidos entre sus garras que hasta el encanto personal de los vendedores ambulante casi se ha extinguido de nuestra vida cotidiana. Se ha perdido el calor humano y la poesía de la vida que tan importante es para nuestra satisfacción espiritual.El último barquillero existente en La Línea fue Don Diego Campoy, hoy ya desaparecido.

Como esa clase de pasta que es el barquillo de canela tiene que ver mucho con la celebración de la Navidad, vamos a recordar la historia de sus fabricantes y vendedores. Ya en la Edad Media se conocía la delicada pasta de harina, agua, azúcar y canela, pues era costumbre en España la de comer barquillos en las festividades religiosas más principales como la Navidad, figurando a veces en los banquetes con que se solemnizaban ciertos hechos.

La pasta del barquillo está compuesta a base de harina sin levadura, con azúcar o miel, canela o limón y teñida de uno o más colorantes. Existen varias formas de barquillos; enrollados en forma de canutos, triangulares y plegados en dos hojas y formando otras figuras. En La Línea era famoso el cono grande llamado "París"; la pasta se echa en un molde de hierro donde se cuecen al calor del fogón.

Antonio Navarro y su hijo. Antonio Navarro y su hijo.

Antonio Navarro y su hijo.

El clásico recipiente utilizado por el barquillero para el transporte y venta del barquillo es un bombo de forma cilíndrica llamado "barquillera" y en su tapadera lleva instalada una pequeña ruleta con una ballena que va tropezando en los clavos y que marca un numero al terminar el impulso que le da el barquillero o el comprador. La suma total de los números que haya señalado el comprador marca los barquillos que le corresponde.

Desde luego en La Línea los barquilleros no fueron tan castizos como en Madrid pero también tenían mucha gracias pregonando la mercancía y algunos tan originales que hasta cambiaron por otro el tradicional nombre llamando al barquillo "París".

Según cuentan los más ancianos de La Línea, había un vendedor de barquillos que en vez de usar el bombo cilíndrico llevaba una caja rectangular de latón con cuatro patas y una asa para colgarla del brazo y su pregón, si no recuerdo mal, consistía en un escueto y repetido: "¡El chu de parís! ¡El chu de parís!".

Para finalizar, queremos transcribir del libro La Línea de mis recuerdos, de Enrique Sánchez Cabeza Earle, las siguientes palabras sobre los barquilleros de La Línea de principios de los años veinte: "Dedicado a la elaboración del barquillo existió en el Paseo de la Velada próximo a su entrada por la calle Clavel un pequeño obrador donde su par de modestos y animosos artesanos elaboraban las distintas especialidades de aquel crujiente y sabroso artículo que los “barquilleros” ambulantes, con el aliciente de la ruleta o rueda de la fortuna que servía de tapa al depósito cilíndrico en que transportaban su mercancía, atraía el interés de la infantil clientela".

"Calentitas" en Gibraltar. "Calentitas" en Gibraltar.

"Calentitas" en Gibraltar.

El tipo pillo que engaña a los chiquillos

Otro de los duendecillos de la venta callejera de borrachuelos y pestiños de la clientela infantil de La Línea de épocas pasadas era el célebre "Tío Pillo". Este personaje, pese a su calificativo de pícaro sin crianza ni buenos modales con fama de astuto, era un simpático y simplonete vejete el cual era más veces burlado por los precisamente pícaros chavales de aquellos tiempos que él pudiera estafar o engañar a ellos.

Otra buena cara de la moneda que poseía el "Tío Pillo", aunque su mala fama estribara en que usaba una moneda para jugarse cara o cruz un modestísimo "pestiño", era la limpieza que observaba en el manejo y presentación de su mercancía. El "Tío Pillo" portaba un canasto de mimbre con un asa en el centro para llevarlo en el brazo escrupulosamente limpio como los chorros del oro, cubierto con un paño de tela blanca como la leche para cubrir los pestiños del polvo y las moscas.

El negocio de este popularísimo vendedor ambulante como pueden ver era de lo más modesto y su ganancia dependía más que de la venta normal, de su habilidad y buena suerte. Se había ideado una especie de "cara o cruz" cuyo resultado siempre era favorable al cliente, ya que el juego consistía en adivinar el año de la emisión de la moneda (una perra gorda) que le entregaba el muchacho. Si la suerte le acompañaba, la moneda era para el "Tío Pillo" pero si este no acertaba, el jugador cogía a su gusto un pestiño del canasto y recuperaba su moneda.

Pero como dice el refrán, "cría fama y échate a dormir". La fama del "Tío Pillo" llegó a formar parte en la Velada de La Línea del año 1933.

El tío de las "calentitas"

Por el año 1968 ya había desaparecido de las calles de La Línea el vendedor callejero de "las calentitas". En cambio, en la vecina ciudad de Gibraltar aún se seguía vendiendo estas grandes tortas gachosas a base de harina de garbanzo, aceite de oliva y sal cocida al horno que se confeccionaba en una bandeja circular de hierro de unos 80 centímetros de diámetro y siete de grueso, cubierta con una tapadera de bisagra en el centro para poderse abrir con facilidad por los bordes.

Las "calentitas" se vendían sobre esta misma bandeja donde se troceaban con una cuchilla de filo semicircular parecida a las de cortar pizzas. En Gibraltar al vendedor de las "calentitas" casi siempre lo encontrábamos con su rica mercancía en el popularísimo Petit Bar, en la calle Real. En La Línea, estos vendedores acostumbraban a recorrer nuestras calles portando la bandeja sobre la cabeza, que protegían para evitar el calor mantenido por la bandeja sobre el hombro. Llevaban colgado un caballete plegable sobre el que descansaba la bandeja cuando habían de despachar a algún cliente, completando el atuendo con un delantal blanco, la cuchilla en la otra mano y un recipiente con pimienta para espolvorear el trozo de torta que se había comprado.

El barquillero o Pari en Plaza de Fariñas. El barquillero o Pari en Plaza de Fariñas.

El barquillero o Pari en Plaza de Fariñas.

No era de extrañar que el tal vendedor de las "calentitas" llamara la atención de las gentes y muy especialmente de la chiquillería, máxime cuando su pregón de ¡Calentitaaa ! los invitaba a preguntarle en forma picarona: ¿Cómo está tu hermanaaa? Pregunta que como ya pueden ustedes imaginar tenía la respuesta contundente por parte del pobre vendedor burlado. Al parecer el origen de este tipo de tortas llamada "calentitas", que en nuestro diccionario significa al menos la palabra calentito que quiere decir acabado de hacer, vino a La Línea procedente de Gibraltar, donde a su vez la llevaron los malteses que desde muy antiguo habitaban en dicha ciudad. En el norte de África, la comunidad sefardí es quien le pone el nombre de "calentita" y durante la segunda guerra mundial Gibraltar la adopta como plato nacional.

Y así, queridos jóvenes paisanos, era de peculiar y cosmopolita nuestra ciudad de La Línea en épocas pasadas, que por ser formada por una población de aluvión o de transito debido a la vecindad del Puerto de Gibraltar, siempre se diferenció de otras poblaciones españolas por sus singulares y típicas costumbres. Por eso era La Línea como una especie de crisol donde se habían fundido todos los regionalismos de España y de otras razas y costumbres del mundo.

Plato de las "calentitas". Plato de las "calentitas".

Plato de las "calentitas".

Gibraltar tiene esta gastronomía típica y cada año celebra su tradicional certamen de "Calentita". En Casemates se dan cita miles de personas para degustar el plato típico de la colonia que es un pan cocinado de manera muy parecida a la farinata de Italia. Según cuentan las leyendas populares llanitas, el nombre del plato data de 1900 cuando los vendedores españoles gritaban "¡caliente!" para anunciar que el pan estaba recién salido del horno. Actualmente los habitantes de la roca consideran que este es su plato nacional.

Dada la multitud existente entre los residentes en la colonia durante toda la jornada, Casemates, en pleno centro, se convierte en un lugar de encuentro donde se pueden degustar platos de origen marroquí, de Malta, de Italia, por supuesto de España y los platos llanitos más clásicos con la "Calentita" como producto estrella. De hecho, uno de los momentos culminantes de la festividad llegará con la elección, tras un concurso que cuenta con una notable participación de ciudadanos, de la mejor "Calentita" y que sirve de homenaje a la última vendedora del manjar conocida en la colonia como Paloma. Asimismo, durante todo el día los gibraltareños y visitantes disfrutarán de actuaciones de baile, un display láser, los típicos arts and crafts y todo concluirá con la función de fuegos artificiales que pondrá el epílogo un año más a la cita gastronómica del otro lado de la Verja, donde también se deja notar la influencia de la cocina andaluza.

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