LOS ITALIANOS DE LA DÉCIMA | CAPÍTULO XIII

'Non ci sono due senza tre': la Operación G.S. 2 según su protagonista (I)

  • La nueva operación secreta nombrada G. S. 2 utilizaría una nueva forma de ataque volviendo a probar suerte en la Bahía de Algeciras

Vago Giari junto a Antonio Ramognino en los años finales de la Segunda Guerra Mundial.

Vago Giari junto a Antonio Ramognino en los años finales de la Segunda Guerra Mundial.

En la calle Canalejas de Sevilla, con su magnífica entrada justo en el chaflán que esta forma con la calle Bailén, se encuentra el hotel Colón. Construido para la Exposición Iberoamericana de 1929, era y es uno de los más lujosos de la ciudad. La calidad del servicio, el cuidadoso diseño de sus dependencias y sobre todo, los apenas trescientos metros que le separan de La Maestranza, pronto lo habían convertido en el preferido por muchas celebridades y figuras del toreo.

Hoy ya nadie lo recuerda pero, a mediados de julio de 1942, varías de sus casi doscientas habitaciones habían acogido a siete de los doce italianos que habían ejecutado la primera misión con buceadores de combate de la historia en las aguas cercanas a Gibraltar. Estaban allí en calidad de internados. En teoría, bajo custodia de la autoridad militar pero de hecho, confiados bajo palabra al cónsul Vincenzo Gulli quien, además de ostentar la representación diplomática de su país, era la cabeza del servicio de Inteligencia italiano en la ciudad.

Resulta curioso, pero no era la primera vez que los responsables del Servizio d´Informazione Segrete (SIS) elegían hoteles o restaurantes con nombres como Roma, Italia o Colón. Unas veces, la razón para ello estaba en que su propiedad o su gestión estaba en manos de un compatriota. Pero otras, se trataba simplemente de que su nombre les resultaba cercano o sugerente. Es posible que fuese esto último lo que había primado en esta ocasión. Pero lo que es innegable es que, con la elección del Colón, se pone claramente de manifiesto que las autoridades italianas deseaban que el internamiento de aquellos esforzados marinos en España les resultase lo más confortable posible. Sea como fuere, no deja de tener su aquel que se les hospedara en el hotel de los toreros, una profesión y una condición cuyo culto al valor sin duda compartían aquellos siete italianos.

Más de medio siglo después, uno de ellos, el buceador especialista de veintiún años Vago Giari, lo recordaría para el autor con estas palabras: "Después de ser detenidos al término de nuestra operación, nos llevaron a Sevilla, donde quedamos alojados en el lujoso hotel Colón. Allí pudimos finalmente reconfortarnos con un buen baño y una magnífica cena, tras la cual nos fuimos reventados y satisfechos a descansar. Después de dos días sin poder salir del hotel, apareció el Capitano Pierleoni con un sastre para que nos probásemos unos trajes. Tras unos pequeños arreglos, aquellos ternos nos quedaron perfectos. Poco después, el Capitano partió y nosotros quedamos a las órdenes de nuestro jefe de misión, el Tenente Straulino; al que se había dicho que, para cualquier cosa que pudiésemos necesitar, acudiese al consulado italiano. Eramos todos muy jóvenes y magníficamente vestidos, nos dedicamos a recorrer la ciudad y a divertirnos en los locales de moda como un español más".

El autor con Vago Giari en su casa de Livorno. Con veintiún años, Giari fue uno de los primeros voluntarios del Grupo Gamma y el único que ejecutó con éxito las dos operaciones de minado que se lanzaron desde “Villa Carmela” en el verano de 1942. El autor con Vago Giari en su casa de Livorno. Con veintiún años, Giari fue uno de los primeros voluntarios del  Grupo Gamma y el único que ejecutó con éxito las dos operaciones de minado que se lanzaron desde “Villa  Carmela” en el verano de 1942.

El autor con Vago Giari en su casa de Livorno. Con veintiún años, Giari fue uno de los primeros voluntarios del Grupo Gamma y el único que ejecutó con éxito las dos operaciones de minado que se lanzaron desde “Villa Carmela” en el verano de 1942.

Mientras tanto en La Spezia, el Capitano di Fregatta Ernesto Forza y el Comandante ingeniero Mario Masciulli del personal técnico de la X Flotilla, habían estado revisando una de las mignatas empleadas en el ataque del 14 de julio, intentando encontrar la causa de su mal funcionamiento. Poco después, en la carta que remitió al Tenente di Vascello Visintini, responsable táctico de la misión, le decía: "La carga devuelta sin explotar ha sido examinada por mí y por Masciulli. Ha bastado forzar un poco el giro de la llave (de la bombona de aire) y ha funcionado perfectamente. Como se puede ver, todo apunta al hecho de no haber tenido demasiado tiempo para instruir convenientemente al personal. En cualquier caso, estos fallos se solucionarán con los nuevos modelos que han sido sometidos a numerosas y exhaustivas pruebas. De lo anterior habrás deducido que se impone ejecutar otra operación similar a la precedente. Por las vías habituales, te haré llegar tanto operadores como el nuevo material. Ponla en marcha en cuanto lo tengas todo y lo consideres oportuno.... si es posible, en la próxima luna nueva".

Poco después de recibir la orden, Visintini se reunió en la Embajada de Italia en Madrid con los cinco Gammas participantes en la G.S. 1 que no habían sido detenidos. Habían llegado allí, vía Sevilla, procedentes del Fulgor. En aquella reunión estuvo presente también el Príncipe Borghese, jefe del Destacamento Submarino de la Flotilla. Este se encontraba en España para coordinar con el Capitano di Vascello Aristotile Bona, el Agregado Naval italiano en Madrid, la nueva ofensiva contra el tráfico mercante aliado que la Regia Marina pretendía poner en marcha apoyándose en territorio español.

Inspirados en los Gamma la misma Kriegsmarine y tras ella todas las Marinas del mundo, desarrollaron unidades de buceadores de combate. Aquí un Kampfshwimmer alemán durante la guerra, precursor de los que actualmente emplea la Bundesmarine. Inspirados en los Gamma la misma Kriegsmarine y tras ella todas las Marinas del mundo, desarrollaron unidades de  buceadores de combate. Aquí un Kampfshwimmer alemán durante la guerra, precursor de los que actualmente emplea la Bundesmarine.

Inspirados en los Gamma la misma Kriegsmarine y tras ella todas las Marinas del mundo, desarrollaron unidades de buceadores de combate. Aquí un Kampfshwimmer alemán durante la guerra, precursor de los que actualmente emplea la Bundesmarine.

La que en clave sería conocida como operación G.S. 2 iba a formar parte de esa ofensiva. Es evidente que, por encima de las detenciones y de los fallos en las cargas, la nueva forma de ataque había funcionado y el secreto de su operativo se había mantenido. Solo así podría explicarse que la Decima hubiese decidido volver a probar suerte en la Bahía de Algeciras con una acción similar.

Gracias al informe que redactaría el Sottotenente Giorgio Baucer es posible saber que, en un principio, la idea era que sus ejecutores fuesen seleccionados entre aquel grupo de veteranos de la G.S. 1 que no terminaron internados. Con este fin, tras su reunión con Visintini y Borghese, se les haría regresar de nuevo a Cádiz. Pero inexplicablemente, a finales de agosto, se había procedido a repatriarles vía Barcelona empleando un mercante militarizado que les llevó hasta Génova.

Y no sería este el único cambio que se produciría sobre la marcha. En principio, G.S. 2 iba a ser ejecutada por cinco invisibles. Dos de los cuales serían enviados por mar desde Italia a Barcelona, mientras los otros tres saldrían de los veteranos de la operación anterior que aún se encontraban en Sevilla bajo custodia española. Sin duda, el éxito obtenido por Giari en su acción y el temple exhibido ante las dificultades debió pesar en su selección. Este recordaría medio siglo después: "Pasados unos días, el Teniente Straulino me llamó a mí y a Di Lorenzo para preguntarnos si estaríamos dispuestos a ejecutar una segunda misión. Nosotros dijimos que por supuesto, que podía contar con nosotros. Pero a condición de que nos garantizase que esta vez las cargas iban a funcionar correctamente. Una vez el Teniente nos aseguró tal extremo, Di Lorenzo y yo aceptamos. Seguidamente, nos ordenó mantener el más absoluto secreto sobre la nueva misión y eso incluía a nuestros compañeros de alojamiento; orden que naturalmente cumplimos a rajatabla".

Unos días después y procedentes de Cádiz, tres marineros de la tripulación del Fulgor llegaban al hotel Colón para ocupar el lugar del Sottotenente di Vascello Agostino Straulino, del Cabo Bruno di Lorenzo y del buzo especialista Vago Giari. El martes ocho de septiembre de 1942 y como en ocasiones anteriores, aquellos tres Gammas fueron trasladados en automóvil por Piero Pierleoni y Giulio Pistono hasta la residencia de este último en Pelayo.

Recreación artística dedicada a los buceadores de combate del Gruppo Gamma. Recreación artística dedicada a los buceadores de combate del Gruppo Gamma.

Recreación artística dedicada a los buceadores de combate del Gruppo Gamma.

Sigue contando Giari: "A la mañana siguiente de nuestra llegada, con las primeras luces, Pistono me llevó en su coche a Algeciras para que subiese a bordo del Olterra. Durante el trayecto, me dijo: 'Tengo que dejarte en una esquina del mercado porque, si te llevo hasta el puerto, alguien podría reconocerme y comenzar a sospechar. Mientras esperas, no dejes de mirar a tu alrededor. Verás a un joven de tez morena que, como señal convenida, encenderá un cigarillo. Por la forma en que lo hará te darás cuenta de que es la persona que esperas. Síguelo sin problemas porque él es el encargado de llevarte al Olterra'”.

"Apenas me había bajado del auto, vi a un joven moreno encendiendo un cigarrillo. Me dirigí a él y antes de que llegara a su altura me dijo: '¿Eres Giari?' asentí y él, haciéndome señales con los ojos y con la cabeza, me indicó que lo siguiera. Mientras caminábamos, me explicó que la guardia española se encontraba en la popa del Olterra, pero que nosotros íbamos a subir por proa sin que se diesen cuenta. 'Procura no hacerte notar demasiado', me dijo. Cuando subimos a bordo era la hora de comer y ninguno notó o quiso notar mi presencia. Luego me enteré de que aquel joven era el segundo oficial del mercante".

El Teniente de Navío Visintini no se encontraba a bordo. De hecho estaba en Italia donde había acudido a ultimar los preparativos para la próxima operación y a ocuparse de los futuros trabajos a desarrollar para la transformación del Olterra en una base para los maiali. Durante unos días y bajo la supervisión de Straulino, su superior inmediato, Giari y Di Lorenzo estuvieron observando la disposición de los barcos y la rutina de los patrulleros británicos.

"Permanecí en el Olterra tres días", recordaría Giari, "justo hasta la llegada del Teniente Licio Visintini, que traía todos los detalles sobre los objetivos. Fue él quien nos dijo que en aquella segunda operación no podríamos partir del mismo lugar de la costa desde donde lo habíamos hecho la primera vez porque, en aquel momento, se encontraba muy vigilado. Razones de seguridad aconsejaban pues que la entrada en el mar se hiciera desde otro punto más lejano".

Todo indica que, en esta segunda operación, la ruta que se pensaba emplear era la que seguía el curso del Cachón de Puente Mayorga, que es como se conoce el tramo final del Arroyo de los Gallegos. Y no sería ese el cambio más importante ya que, como comentaría Giari: "En el último momento, también se decidió reducir el número de operadores de cinco a tres, porque ese era el número de objetivos que era posible atacar en la rada".

Borghese recogería en sus memorias que, en una de las sesiones de trabajo celebradas en el Olterra en los días previos a la operación, el Teniente de Navío Visintini se había lamentado de que "con un catalejo mejor, le sería posible estudiar cómo los ingleses efectuaban la maniobra de apertura y cierre de las obstrucciones de la red que cerraba el acceso Norte (al puerto interior). (Todo ello mientras) desde el consulado británico, situado justo frente al Olterra, se hacía ostentación de unos magníficos prismáticos de marina de tipo gigantesco y de sesenta y cuatro aumentos, montados sobre un trípode..."“Justo lo que me gustaría tener”, suspiraba Visintini.

Un catalejo naval similar a la “presa de guerra” que Giari arrebató al Viceconsulado británico de Algeciras. Un catalejo naval similar a la “presa de guerra” que Giari arrebató al Viceconsulado británico de Algeciras.

Un catalejo naval similar a la “presa de guerra” que Giari arrebató al Viceconsulado británico de Algeciras.

La verdad es que durante nuestros encuentros en Livorno, Giari nunca hizo alusión a este asunto. Aunque realizaría un gesto que confirma lo mucho que él, personalmente, había tenido que ver en la solución de aquel problema. Junto a otros documentos hizo entrega al autor de un recorte de prensa con una carta que su amigo Luigi Venturino había enviado al director del diario Darsena Toscana, en la que decía: "Cada vez que escucho algo relativo a 'burlar' al enemigo, me siento en la obligación de recordar el hecho que Vago Giari protagonizó en el verano de 1942. Un día, sin encomendarse a Dios ni al diablo, trepó hábilmente hasta la terraza del hotel (Marina Victoria) donde estaba la sede del Viceconsulado inglés en Algeciras para hacerse con una singular 'presa de guerra'. Se trataba de un magnífico telescopio que, metido en un saco, se llevó hasta el Olterra sin que el enemigo lo notara. Lo más chusco es que, cuando finalmente llegó al barco, no dejaba de quejarse porque, debido a su peso, no había podido traerse también el trípode".

Vago Giari junto a Antonio Ramognino en los años finales de la Segunda Guerra Mundial. Vago Giari junto a Antonio Ramognino en los años finales de la Segunda Guerra Mundial.

Vago Giari junto a Antonio Ramognino en los años finales de la Segunda Guerra Mundial.

El propio Borghese completaría esta aportación sentenciando en sus memorias: "Días después, se daba un nuevo uso a aquellos prismáticos de sesenta y cuatro aumentos. A través de un portillo del Olterra, ahora estaban permanentemente apuntados hacia Gibraltar con nuestros operadores pegados a sus lentes".

Por lo demás, las nuevas mignatas habían sido enviadas desde Italia aprovechando el permiso por paternidad concedido a Antonio Carlini; uno de los miembros de la Xª MAS entonces destinados en el Olterra y cuyo domicilio se localizaba precisamente en Bocca di Serchio, el lugar de adiestramiento de los operadores. Según declararía Paolo Denegri, jefe de máquinas del mercante, aquel marinero había regresado de Italia por vía aérea trayendo consigo, como valija diplomática, una decena de bombas explosivas que había entregado en el consulado italiano de Sevilla. Gracias a los buenos oficios de Giulio Pistono, en los primeros días de septiembre, aquellas nuevas mignatas se encontraban ya en el mercante italiano.

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