Medinaceli y Algeciras, 75 años de Esperanza
crónicas cofrades
La hermandad del Cautivo se fundó en 1943 por iniciativa de un grupo de vecinos del barrio de San Isidro
La talla procesionará mañana para conmemorar este aniversario
Medinaceli es su nombre, la imagen cristífera y señera a la que el fervor popular apodó desde su origen como el Señor de Algeciras. La sobrerana y portentosa talla de Jesús Cautivo, Cristo doliente de tez y semblante moreno, llegó a la ciudad de Algeciras en los albores de marzo de 1944 gubiado en los talleres Santísima Trinidad de Sevilla por el imaginero hispalense Carlos Bravo Nogales.
Sus lazos con la ciudad comenzaron en 1943, gracias a la iniciativa de un grupo de fieles que, auspiciados por la idea de fundar una nueva hermandad, buscaban trazar un lazo de unión entre los vecinos del entonces marginado barrio de San Isidro de la posguerra. La del Medinaceli fue erigida como hermandad de penitencia el 22 de febrero de 1944 y con sede canónica en la Capilla de San Isidro, el edificio de finales del siglo XVIII levantado sobre los restos de un antiguo alcázar y la mezquita meriní.
El barrio de San Isidro, llamado popularmente como La Matagorda en referencia a sus humildes orígenes, recibió entonces a su vecino más ilustre. Y fue el Martes Santo de 1944 cuando el Cautivo realizó su primera estación de penitencia sobre unas andas prestadas por la parroquia del Carmen. Un año más tarde se organizó el primer besapié en su honor que resultó fervoroso e impresionante, como recogió la prensa local de entonces: "No se recuerda en Algeciras una manifestación de fe como la del pasado viernes".
De este modo fue surgiendo la leyenda de un Cristo moreno coronado de espinas, túnica blanca y potencias de oro. El espíritu de superación de la entonces joven cofradía y su barrio fue constante, no solo por sus estrenos e incremento patrimonial, sino también por el interés devocional despertado en la ciudad de Algeciras. El aumento de hermanos que experimentó esta corporación penitencial, así como el aprecio general del público de la época, provocaron la salida de la hermandad entre las diez u once de la noche de aquellos martes santos en los que el Señor caminaba por la zona del Carmen para, a través del Secano, subir por Fuentenueva, el corazón de la Algeciras trabajadora.
Y desde aquel lejano Martes Santo de 1944 hasta nuestros días, muchas fueron las vicisitudes que sorteó la corporación algecireña, siempre auspiciada por el fervor de la ciudad. Una cofradía especial y peculiar que nunca falta a su cita con el pueblo de Algeciras, fuese Martes o Miércoles Santo, cuando las condiciones climatológicas lo permitían y bajo el amparo de sus estatutos, que contemplan la posibilidad de efectuar su salida el Miércoles Santo.
Setenta y cinco años nos traen hasta el presente. Ese Cristo Medinaceli al que acompañan miles de almas, generación tras generación cuando el Señor pide calle. El fenómeno popular volverá a repetirse mañana en las coquetas y castizas calles del barrio de San Isidro, que lucirá sus mejores galas con un pueblo entusiasmado y ansioso de elevar la mirada hacia Dios. Setenta y cinco años de fe y devoción, setenta y cinco años de humilde pasado y grandioso presente.
Algeciras ya espera, sueña y anhela subir las empedradas calles de la vieja ciudad y reencontrarse con su Señor.
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