PERSONAJES HISTÓRICOS DEL CAMPO DE GIBRALTAR

Jean Le Michaud D’Arçon y las baterías flotantes

  • El estrepitoso fracaso del invento del ingeniero francés en el sitio de Gibraltar provocó 797 muertos y aceleró la firma del Tratado de Versalles

Retrato del ingeniero, general del ejército francés, Jean Le Michaud D’Arçon.

Retrato del ingeniero, general del ejército francés, Jean Le Michaud D’Arçon.

Entre junio de 1779 y septiembre de 1783, la flota hispano-francesa y los ejércitos de tierra de ambas naciones pusieron sitio a la ciudad de Gibraltar por mar y tierra. En la colonia británica asumió el mando de las labores de defensa su gobernador, George Augustus Elliot. Por parte hispano-francesa, el jefe supremo era el general Martín Álvarez de Sotomayor. La artillería de los sitiadores estaba mandada por Rudesindo Tilly y la caballería española y los dragones franceses, por el Marqués de Arellano.

La Armada, con base en Algeciras, la dirigía el prestigioso marino español don Antonio Barceló, nombrado Almirante-Comandante de las fuerzas navales. Desde la Línea de Contravalación, situada al norte del istmo y diseñada, cuarenta años antes, por el Marqués de Verboom, se batía la ciudad desde tierra. Dadas las dificultades para poder bombardear Gibraltar desde el istmo, la mayor parte del esfuerzo bélico se llevó a cabo desde el mar, con el doble objetivo de bloquear el puerto de la ciudad sitiada e impedir la arribada de la escuadra británica con vituallas, armamento y hombres, y desmantelar los puestos artillados ubicados en la muralla litoral y la ladera del monte.

Grabado de las operaciones terrestres y navales realizadas contra Gibraltar durante el Gran Sitio de 1779 a 1783. Véanse las baterías flotantes disparando sus cañones sobre la ciudad sitiada. Grabado de las operaciones terrestres y navales realizadas contra Gibraltar durante el Gran Sitio de 1779 a 1783. Véanse las baterías flotantes disparando sus cañones sobre la ciudad sitiada.

Grabado de las operaciones terrestres y navales realizadas contra Gibraltar durante el Gran Sitio de 1779 a 1783. Véanse las baterías flotantes disparando sus cañones sobre la ciudad sitiada.

En ese menester intervinieron, de manera decisiva ⸺aunque con resultados catastróficos⸺ las famosas baterías flotantes ideadas por el ingeniero militar francés Jean Le Michaud D’Arçon, especialista en construcción de fortificaciones.

A inicios del año 1782, viendo los ejércitos atacantes que los esfuerzos por rendir la plaza estaban siendo infructuosos, se nombró Comandante de los Ejércitos de Tierra al Duque de Crillon y de la flota al Almirante don Buenaventura Moreno Zavala. Fue entonces cuando entró en acción el citado ingeniero francés apoyado por el gobierno español, pues, el propio rey Carlos III aprobó el proyecto de las baterías que había inventado D’Arçon, las cuales se construyeron en los astilleros que se habían instalado entre el río de la Miel y la playa del Chorruelo, aunque algunas fuentes de la época aseguran que varias fueron construidas o artilladas en Cádiz.

D’Arçon ideó un plan de ataque por mar basado en las famosas baterías flotantes que él había diseñado y que comenzaron a construirse en el mes de mayo de 1782. Se trataba de unas embarcaciones de grandes dimensiones, capaces de embarcar entre 280 y 700 hombres, con uno o dos puentes, armadas con cañones de 36 libras situados en la parte de babor de los barcos, que iban dotados de un ingenioso sistema de bombas y tuberías para tomar y conducir el agua del mar y refrigerar el casco del navío en caso de ser alcanzado por las temibles “balas rojas” lanzadas por la artillería inglesa. Además, iban forradas, en la parte superior, con planchas de hierro, piel de vaca curtida y placas de corcho con el fin de poder repeler los disparos del enemigo.

Grabado alemán que muestra a las baterías flotantes de D’Arçon posicionadas frente a Gibraltar el 13 de septiembre de 1782. Algunas de ellas ardiendo. Grabado alemán que muestra a las baterías flotantes de D’Arçon posicionadas frente a Gibraltar el 13 de septiembre de 1782. Algunas de ellas ardiendo.

Grabado alemán que muestra a las baterías flotantes de D’Arçon posicionadas frente a Gibraltar el 13 de septiembre de 1782. Algunas de ellas ardiendo.

El sacerdote valenciano Francisco Pérez Bayer, que viajó a Algeciras y vio la flota de asedio fondeada en su bahía en el año 1782, nos dejó este relato de la visita que hizo a una de las baterías flotantes y a las que se estaban construyendo en los astilleros algecireños: “Vistiose el marquesito y nos llevó en nuestra falúa a la batería flotante que había hecho el saludo al conde de Artois… Vimos la andana o batería alta y baja muy a nuestro placer… Medí lo grueso del costado por la parte donde está la batería: tiene cinco palmos y algo más; consta de varios palos o maderos cruzados entre sí. Subimos a la cubierta, que es a manera de una barraca o lomo de asno. Está revestida o forrada de cueros de vaca, y por encima de ellos corre, a lo largo del buque, unos cables muy gruesos que sujetan los cueros contra la tablazón de la cubierta; y dijeron que para atajar  los incendios subirá continuamente agua con una bomba y correrá por un canal que nos enseñaron… A mí me pareció que habrá como cuatro o cinco de aquellas baterías acabadas… Estando en Cádiz, oigo decir que el día 30 de agosto se estaba concluyendo la Pastora”.

Las baterías flotantes debían acercarse a la muralla costera de Gibraltar remolcadas por otros buques y, una vez situadas en el lugar convenido, anclarlas en el fondo de la bahía, unas junto a las otras, para proceder a bombardear, al mismo tiempo, las fortificaciones y baterías de la ciudad sitiada.

A finales del mes de agosto se había acabado la construcción de diez baterías flotantes, cinco de ellas de dos puentes y las otras cinco de un sólo puente. Se le pusieron los siguientes nombres: Pastora, Talla Piedra, Paula Primera, Paula Segunda, Rosario, San Cristóbal, Santa Ana, San Juan, Príncipe Carlos y Dolores. Algunas de ellas embarcaban 700 hombres y otras 600, 400, 350 o 280.

El 13 de septiembre del año 1782, las baterías flotantes de D’Arçon, que estaban mandadas por el general don Luis de Córdova y Córdova, aunque cada una de ellas iba comandada por su propio capitán (la San Cristóbal estaba al mando del capitán Federico Gravina, que luego sería de fama en la batalla de Trafalgar), fueron remolcadas hasta las posiciones que debían ocupar frente a la muralla litoral de Gibraltar. Una vez situadas en orden de combate, a una señal del general don Luis de Córdova, comenzaron a batir con sus disparos las defensas inglesas, con bastante acierto. Sin embargo, los mandos de la Armada hispano-francesa habían subestimado el poder, el número y la fuerza de la artillería británica y, cuando sus cañones comenzaron a bombardear a las baterías flotantes, las “balas rojas”, que estallaban al atravesar las tablas de las embarcaciones españolas, comenzaron a hacer estragos en la flotilla de baterías flotantes que no podían escapar al estar ancladas en el fondo del mar.

Dibujo de una de las baterías flotantes de doble puente. Dibujo de una de las baterías flotantes de doble puente.

Dibujo de una de las baterías flotantes de doble puente.

Al caer la tarde habían sido incendiadas o habían estallado cuatro de ellas y, entendiendo el general español que las restantes, aunque dañadas, podrían caer en poder del enemigo, las mandó quemar después de ordenar a sus tripulaciones que las abandonaran. Aquel aciago día para el Ejército y la Armada española, en los combates de las baterías flotantes acabaron muriendo setecientos noventa y siete hombres, entre ellos varios valientes capitanes de dichas embarcaciones que no lograron escapar de las llamas y las explosiones; aunque los ingleses, desde su litoral, lograron rescatar de la muerte a cerca de un centenar de náufragos.

D’Arçon achacó el fracaso de sus baterías flotantes ante la artillería inglesa a defectos de fabricación de las mismas y al mal funcionamiento de las bombas que debían arrojar agua de mar sobre las cubiertas y apagar los incendios provocados por las “balas rojas”. En unas memorias que escribió unos años más tarde, se refería, también, como una de las causas de la debacle a la falta de coordinación entre los jefes españoles y franceses, una excusa bien conocida en el bando francés cuando fracasaban sus planes de guerra, como ocurrió, en 1805, en la batalla de Trafalgar.

Lo cierto es que el estrepitoso fracaso de las baterías flotantes aceleró el fin del conflicto y la firma, en el Tratado de Versalles, el 3 de septiembre de 1783, entre Inglaterra y España, de la paz, por la que los británicos nos devolvían la isla de Menorca y la Florida, aunque conservaban la posesión de Gibraltar.

Jean Le Michaud D’Arçon murió en el castillo de las Tullerías el 1 de julio del año 1800.

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