PERSONAJES HISTÓRICOS DEL CAMPO DE GIBRALTAR (XVI)

El General Castaños, benefactor de Algeciras

  • De familia nobiliaria, su primer contacto con esta tierra fue en el Gran Sitio de Gibraltar

  • Más tarde se convertiría en el Comandante General de la comarca, un destino prestigioso

Retrato del General Francisco Javier Castaños, de autor desconocido

Retrato del General Francisco Javier Castaños, de autor desconocido / Museo Municipal de Algeciras

Francisco Javier Castaños Aragorri había nacido en Madrid, en el año 1758, en el seno de una familia nobiliaria. A los diez años recibió el grado de capitán de infantería otorgado por el rey Carlos III en atención a los méritos contraídos por su padre. Muy joven aún ingresó en la Academia Militar obteniendo su primer destino en la Compañía de Granaderos del Regimiento de Saboya en Cádiz. Entre 1779 y 1783 participó en el Gran Sitio de Gibraltar, en el que lograría el ascenso a Teniente Coronel. Ese fue su primer contacto con la comarca que, años más tarde, vendría a gobernar.

Tras ascender a coronel a los treinta y un años, le fue confiado el mando del regimiento África, con el que en 1793 prestó sus servicios durante la llamada Guerra de la Convención que el rey Carlos IV declaró a la Francia republicana luchando en los Pirineos Occidentales bajo las órdenes del general Ventura Caro.

El 9 de febrero de 1795 fue nombrado Mariscal de Campo, empleo que ejerció en el acuartelamiento de Madrid. En esos años frecuentaba las reuniones y tertulias políticas de la capital de España, entre ellas la famosa tertulia de la Condesa de Benavente en la que se expresaban ideas contrarias al valido de Carlos IV, el poderoso Manuel Godoy. Estas veleidades políticas le ocasionaron el castigo de ser desterrado, en 1799, a un cuartel de Badajoz, destierro que abandonó en 1802 para marchar a Galicia. Allí fue ascendido al empleo de teniente general por la defensa que hizo del puerto del Ferrol frente a los ingleses.

Al término de aquella acción militar fue nombrado Comandante General del Campo de Gibraltar. Ese destino no era de los más relevantes de la Nación, pero sí uno de los más prestigiosos, no en vano se trataba de la punta de lanza frente a Inglaterra que tenía apoderado un trozo de España en el peñón de Gibraltar. La residencia oficial de la Comandancia General ese hallaba situada en el término municipal de San Roque, en el cuartel de Buena Vista, una mansión de estilo dieciochesco que se hallaba ubicada al norte del istmo y, por lo tanto, excesivamente cerca de la frontera con la colonia inglesa.

El general francés Dupont se rinde ante el General Castaños tras ser derrotado en la batalla de Bailén. Óleo de José Casado del Alisal El general francés Dupont se rinde ante el General Castaños tras ser derrotado en la batalla de Bailén. Óleo de José Casado del Alisal

El general francés Dupont se rinde ante el General Castaños tras ser derrotado en la batalla de Bailén. Óleo de José Casado del Alisal / Museo del Prado

Sus funciones como Comandante General eran diversas y algunas muy lucrativas. Castaños era teniente general de los Reales Ejércitos, Comandante del Campo de Gibraltar y sus distritos, presidente de la Junta de Sanidad, inspector de la Compañía de Escopeteros de Getares, Comandante del Cuerpo de Milicia Urbana y subdelegado y juez privativo de todas las rentas provinciales en el distrito y costas de su jurisdicción. A estos cargos se unía, además, el beneficiarse de las cantidades que pagaban quienes atravesaban la frontera de Gibraltar para comerciar o trabajar en tiempos de paz. El General Castaños utilizó estos elevados emolumentos para invertirlos en las mejoras urbanísticas de la comarca, especialmente de la ciudad de Algeciras donde, desde 1804, estableció la sede de la Comandancia.

Pero lo que dio gloria y fama universal al General Castaños fue su intervención como comandante general del ejército que venció, el 19 de julio de 1808, a los franceses, mandados por el general Dupont, en la batalla de Bailén. La Junta Suprema de Sevilla le había encargado formar un ejército en Andalucía para hacer frente a los invasores tomando como base las tropas regulares del Campo de Gibraltar. Tras la victoria de Bailén, la Junta Central Suprema y Gubernativa del Reino lo nombró capitán general del ejército del Centro. Entre el 1 de febrero y el 29 de mayo de 1810 fue presidente del Consejo de Regencia de España e Indias. Acabada la guerra se mantuvo fiel a la causa absolutista del rey Fernando VII, siendo nombrado Capitán General de Cataluña. Fue, también, presidente del Consejo de Estado. El 12 de julio de 1833 se le otorgó el título de Duque de Bailén. Más tarde presidió el Consejo de Regencia durante la minoría de Isabel II.

En los años que ostentó el cargo de Comandante General del Campo de Gibraltar se ocupó del ornato y la mejora urbanística de la ciudad de Algeciras, en cuya calle –actualmente denominada con su nombre–, se hallaba situada la sede de la Comandancia, acometiendo trabajos de empedrados de las calles céntricas y la construcción de algunas cloacas para verter las aguas sucias al mar o al río con la participación de oficiales y tropas de la guarnición. La obra más destacada la llevó a cabo en el año 1807, cuando urbanizó la Plaza Alta de Algeciras, que hasta esa fecha no era más que un desangelado espacio cuadrado vacío y terrizo que había diseñado Jorge Próspero de Verboom casi un siglo antes. La financiación de las obras corrió a cargo de la Comandancia y de los ingresos que se obtenían del comercio con Gibraltar, más la ayuda económica de algunos industriales y comerciantes de la ciudad. De la dirección de los trabajos en encargó el maestro Navarro, que ya había llevado a cabo algunas obras en el cuartel de artillería con total satisfacción de los mandos.

El espacio a urbanizar era de 4.420 varas cuadradas. El pavimento de la plaza se hizo con losas blancas de los Guijos, pero, para romper la uniformidad de la superficie pétrea, se diseñaron ocho pasos o corredores de piedra gris que iban desde el centro a los ángulos achaflanados, donde se localizaban cuatro de las ocho entradas a la plaza, y al punto medio de cada lado del cuadrilongo, donde se situaban las otras cuatro. En el centro de la explanada se propuso colocar un obelisco de madera sobre un basamento escalonado de planta circular con cuatro figuras alegóricas a la grandeza del Príncipe de la Paz, Manuel Godoy, y con inscripciones en español, francés, inglés y árabe. Y, en su base, una fuente con cuatro chorros de agua. Cuatro calles perimetrales rodeaban la plaza para que circularan por ellas los carruajes. La zona interior estaba separada de las calles perimetrales por pilastras o pedestales de mampostería, flanqueando cada entrada, y dieciséis bancos de piedra con columnas de jaspe a cada lado unidas a los bancos y a las pilastras con cadenas de hierro. Sobre cada pilastra se colocó un vaso de tipo etrusco coronado por una farola. El arbolado consistía en cuarenta chopos de Lombardía que se trajeron de los viveros militares de Sevilla. Para lograr una superficie horizontal, se construyó un muro de contención mirando hacia el acantilado, y en su centro una fuente monumental con cuatro chorros que surgían de cabezas de leones.

Grabado de 1807 realizado por Tomás López de Enguidanos con el proyecto de urbanización de la Plaza Alta promovido por el General Castaños y llevado a cabo por el coronel del cuerpo de artillería don Joaquín Dolz del Castellar Grabado de 1807 realizado por Tomás López de Enguidanos con el proyecto de urbanización de la Plaza Alta promovido por el General Castaños y llevado a cabo por el coronel del cuerpo de artillería don Joaquín Dolz del Castellar

Grabado de 1807 realizado por Tomás López de Enguidanos con el proyecto de urbanización de la Plaza Alta promovido por el General Castaños y llevado a cabo por el coronel del cuerpo de artillería don Joaquín Dolz del Castellar

La plaza de inauguró a finales del verano del año 1807. Se conserva un dibujo del proyecto, realizado por Tomás López de Enguidanos, con una inscripción que dice: “Vista en perspectiva de la nueva plaza del Almirante de Algeciras construida por la ciudad, su comercio y su ejército al mando del Excelentísimo Señor don Francisco Javier Castaños, quienes la dedican a la perpetua memoria del Serenísimo Señor Príncipe Generalísimo por su exaltación a la dignidad de Gran Almirante de España e Indias. Año 1807.”

El nombre de Plaza del Almirante tuvo corta duración, pues desapareció con la caída en desgracia del Príncipe de la Paz. En 1814 se la denominó Plaza del Rey. En 1823 Plaza de la Constitución. En 1824, con la segunda entronización de Fernando VII, retornó a su anterior nombre de Plaza del Rey. En 1834 se le puso el nombre de Plaza de Isabel II. En 1857 aparece en la documentación de la época como Plaza Alta. Con la caída de la monarquía en 1868 volvió a tomar el nombre de Plaza de la Constitución, denominación que se mantuvo hasta el año 1931 cuando se le dio el nombre de Plaza de la República.

Las figuras y las inscripciones que aparecían en las cuatro caras del obelisco de madera desaparecieron a poco de estallar la Guerra de la Independencia en mayo de 1808. En su lugar se pusieron medallones alegóricos con los nombres de las batallas de Bailén, Zaragoza, Gerona y otros hitos sobresalientes de la guerra contra los franceses.

El General Castaños murió en Madrid el 24 de septiembre de 1852 a los noventa y cuatro años de edad.

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