Funcionarios del descanso eterno

El oficio del sepulturero requiere ser de una pasta especial. Además de una buena condición física y psicológica, precisa una formación que aún no se exige. Jorge Iglesias es el enterrador de Los Barrios

El sepulturero barreño Jorge Iglesias posa en el cementerio del casco urbano de Los Barrios.
El sepulturero barreño Jorge Iglesias posa en el cementerio del casco urbano de Los Barrios.
Araceli Muñoz / Los Barrios

28 de junio 2009 - 01:00

Es un trabajo como otro cualquiera, pero para el que hay que estar bien preparado tanto física como psicológicamente. Los sepultureros son los funcionarios municipales -en la mayoría de los casos-, que siempre dan el último adiós a los seres queridos en momentos muy difíciles para las familias operando como máquinas e intentando no llevarse las penas de vuelta a casa.

En Los Barrios, Jorge Iglesias Espinosa es el enterrador. Lleva 14 años en el gremio aunque siempre ha vivido entre nichos. Su padre, Manuel Iglesias, le precedió en el cargo durante 25 años y junto a su madre y sus tres hermanos residieron durante años en la casa preparada para el guarda y conserje del camposanto junto a las instalaciones.

"Hoy en día la normativa no permite que haya viviendas dentro de los cementerios", contó. En un cuarto de siglo, a su familia le dio tiempo a perder el miedo al oficio y tanto él como dos de sus hermanos han ejercido el oficio del padre. "Yo llevo en esto desde el 95 y me he llegado a plantear el traslado a otro departamento del Ayuntamiento, pero la verdad es que estoy a gusto. Tenemos un buen equipo, tanto en el propio cementerio como en la delegación. Nos cuidan y nos ofrecen lo que necesitamos, así que por el momento me quedo", expresó.

Jorge trabaja con plena disponibilidad a sus funciones, aunque tiene la ventaja de que suelen avisarle con 24 horas de antelación. No lleva la cuenta exacta, si bien calcula que al año puede haber unos 95 sepelios en el municipio, entre el cementerio del casco urbano y el de Los Cortijillos.

"Creo que dentro de unos años habrá que estudiar para ser sepulturero", contó Jorge, que ejerce su trabajo fruto de la experiencia adquirida con su padre y de la preparación teórica que él mismo se ha buscado. "Hay que tener mucho cuidado porque es materia en descomposición. A mí nadie me dijo en un principio ponte mascarilla o guantes para exhumar, he sido yo mismo el que me he informado leyendo libros y en Internet para conocer los procedimientos más seguros. Pedí las herramientas y es de agradecer que desde el Ayuntamiento no nos pongan pegas para nada", declaró el sepulturero, que trabaja junto a un hermano y otro empleado más.

A sus 35 años, aún recuerda quién fue la primera persona a la que enterró. "Era un chico joven que falleció en un accidente de tráfico. Pero es ley de vida, todos tenemos que morir y alguien tiene que ejercer este trabajo", contó el sepulturero que, lejos de la apariencia que el subconsciente colectivo puede tener sobre estas personas, suele vestir de colores muy alegres y tiene una personalidad muy abierta.

Si no hubiera sido sepulturero, "le hubiera podido meter mano a cualquier oficio, o haber sido jugador de fútbol, que soy muy bueno", bromeó el enterrador. Está casado y aún no tiene hijos, "cuando los tenga, yo no quiero que sigan mi oficio", afirmó. Lejos de estancarse en un trabajo monótono y triste, Jorge intenta innovar e imprimir su juventud en la fabricación de herramientas que hagan más fácil su trabajo y el de los que vengan, con la tranquilidad que ofrece un espacio en el que todos duermen.

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