Caballo de Troya: el 'Olterra', base secreta de la X MAS en Algeciras (II)
Los italianos de la Decima | Capítulo XV
Frente a la base que Gran Bretaña utilizaba para dominar el Mediterráneo occidental, aquel cisterna atracado en Algeciras ofrecía a la Marina italiana la posibilidad de asestar un golpe estratégico a la Royal Navy
No han quedado trazas de cómo los acompañantes de Visintini habían conseguido que se les autorizara a subir al Olterra. Pero es muy posible que, al igual que este, lo hicieran presentándose como nuevos tripulantes enviados por la naviera para sustituir a varios de los que se encontraban a bordo. Tal vez sea esa la explicación última de una de las primeras decisiones que Visintini adoptaría como nuevo jefe de aquel mercante militarizado.
Desde mayo anterior, faltaba uno de los tripulantes y según recordaba Denegri, "Visintini decidió deshacerse de otros cuatro hombres enviándoles de vuelta al petrolero italiano Lavoro... El argumento esgrimido para ello -diría- fue que eran demasiado indiscretos para dejar que siguieran allí". Pero es muy posible que, a tenor de su número, la razón última de su traslado tuviese más que ver con la necesidad de que la incorporación de los recién llegados no alterase en exceso el número de tripulantes inicialmente fijado para el navío en su condición de internado, evitando así dar lugar a peligrosas especulaciones.
Ni que decir tiene que los cinco nuevos tripulantes que ocuparon su lugar eran todos miembros de la Xª Flottiglia MAS. Ocultos bajo falsas identidades, con Visintini habían llegado el secondo capo Bruno Bonano, el sergente carpentiere Giovanni de Vincenzi y el carpentiere Antonio Carlini, el nuevo cocinero de a bordo. Completaba el grupo un teniente de veintisiete años, originario de Fano, en la costa del Adriático. Se trataba del doctor Elvio Moscatelli, enviado a España para ejercer como oficial médico de aquel singular destacamento de la Marina de Guerra. De haber seguido la pauta de sus predecesores, sus pases habrían estado firmados por el capitán de navío Carlos Regalado y López de Hoyo, quien venía ejerciendo como Comandante de Marina desde finales de febrero de 1941.
El resto de los cambios no tardó en verificarse. De entrada, la incorporación de este personal puso fin al hábito de pernoctar en tierra. Ya que, apenas habían transcurrido unas semanas del alistamiento del buque cuando toda su tripulación, con la única excepción de Amoretti, que disponía de su domicilio familiar, quedó alojada en los camarotes del Olterra, al igual que la guardia española.
Todo lo que estaba ocurriendo era consecuencia de un proceso cuyo origen se remontaba a agosto del año anterior. Concretamente a los días en los que el mando de la Xª Flottiglia MAS había comenzado a plantearse la posibilidad de emplear los navíos internados en España, como había sido el caso del Fulgor en Cádiz, como puntos de apoyo para las acciones de los medios de asalto.
En el caso concreto de las operaciones contra Gibraltar, el aumento de las medidas de seguridad británicas en la Bahía de Algeciras operado a lo largo de ese año había hecho el resto, abriendo camino a la idea de prescindir definitivamente del submarino como medio de transporte de los operadores en favor del empleo de una base en tierra. De hecho, había sido durante la misión de reconocimiento enviada en la primavera de 1942 a la búsqueda de esta base, cuando por primera vez, se había reparado en los dos mercantes italianos internados en el puerto de Algeciras. No es extraño pues que, ya finalizada la guerra, Antonio Ramognino -el protagonista de la mencionada misión- no dudase en reconocer, ejerciendo eso sí alguna que otra licencia, que "la idea del Olterra había nacido del proyecto de Villa Carmela".
Todo apunta a que había sido uno de sus apoyos, el omnipresente Giulio Pistono, quien había llamado su atención al respecto. Pero de lo que no existe la menor duda, es de que la elección final se había realizado siguiendo las recomendaciones de este último. Al fin y al cabo, Pistono era el único de los dos que conocía a fondo el estado y por lo tanto, las posibilidades que ofrecían ambos navíos. Sin embargo, todavía permanece en el aire la pregunta de por qué se habían decidido por el Olterra y no por el Lavoro. Hay quien aún sigue especulando con la posible respuesta intentando asociarla al estado o al mismo diseño de los barcos. No se puede descartar desde luego que estas cuestiones tuviesen su peso. Pero la razón última que les había llevado a decidirse por el buque cisterna era mucho más sencilla. Como tuvo la amabilidad de explicar al autor el que sería el último jefe táctico del Olterra, entre los dos mercantes, este era el que se encontraba amarrado más cerca del extremo del dique exterior, lo cual facilitaba considerablemente las maniobras de aproximación y evasión, al reducir la distancia que separaba a los operadores de sus potenciales objetivos.
La propuesta de recurrir al Olterra se había aprobado durante una reunión que había tenido lugar en el centro de mando de la Xª MAS en La Spezia a finales de la primavera de 1942; una reunión en la que habían participado el comandante Forza, el comandante Borghese y el teniente de navío Visintini. En aquella ocasión, se había procedido también a fijar el cometido que cada uno de ellos iba a desempeñar en aquel proyecto. El capitano di fregata Ernesto Forza, Jefe de la Xª Flotilla MAS, se encargaría sobre todo de organizar el traslado a España del equipo y armamento necesarios. El también capitano di fregata Junio Valerio Borghese, jefe de la división submarina de la flotilla, sería el responsable de seleccionar los medios de asalto más adecuados para sacar el máximo partido a la nueva base. Finalmente, el tenente di vascello Licio Visintini iba a actuar como responsable táctico de las operaciones y en consecuencia, como el jefe del destacamento de la Xª MAS asignado al Olterra.
Como escribiría Borghese en sus memorias, de esta forma se consiguió "situar un punto de apoyo nuestro, italiano, frente a Gibraltar, al otro lado de la rada, a seis millas de la fortaleza. Ahora de lo que se trataba era de explotar, en la forma más racional posible, todas las posibilidades que este pudiera ofrecernos". Por lo demás, había sido el propio Borghese el que se había encargado personalmente de obtener la colaboración del armador Zanchi. "Un buen italiano y un auténtico patriota", según le describió, que no había dudado un segundo en dar todo su apoyo a la singular empresa.
Tal como explicaría Visintini en su posterior informe, lo primero que hizo en el ejercicio del nuevo mando que se le había encomendado, fue conformar una especie de plana mayor junto al capitano Amoretti y Giulio Pistono; los cuales pasaron a ser sus principales asesores en la toma de decisiones. Por cierto, una de las primeras que adoptó fue procurar que la guardia española quedase ubicada en la sección de popa, alejándola así de la zona donde se iban a efectuar los principales trabajos para el acondicionamiento de la futura base secreta. Para conseguir la aceptación de sus mandos, Amoretti recurrió a la excusa de que la desaparición de ciertos productos de la cocina recomendaban la adopción de aquella medida. Diesen crédito o no a sus palabras, lo cierto es que la autoridad militar española no puso objeción alguna a la incómoda petición. De esta forma, Visintini también consiguió que el acceso al barco de los futuros operadores pudiera efectuarse atravesando la dársena en un bote que luego se abarloaba a la proa del navío. Con ello no sólo se evitaban los controles localizados en el acceso por tierra sino que, si se hacía de forma adecuada y con un poco de suerte, incluso podrían acceder al barco sin llegar a ser vistos por la guardia militar.
El programa de intervenciones se inició con la limpieza a fondo del navío. El estado de las bodegas y sobre todo de los tanques, era tan lamentable y el personal tan escaso, que Amoretti tuvo que recurrir a la contratación en Algeciras de cuatro peones. Hubiese sido interesante conocer qué les pasaría por la mente a los integrantes de esta improvisada cuadrilla de haber sabido que, en cierta manera, habían tomado parte en una operación secreta de la Marina de Guerra italiana.
A continuación y a cargo exclusivamente de los miembros de la tripulación, se efectuaron una serie de obras menores con objeto de acondicionar la cocina, los camarotes, las dependencias del puente de mando y especialmente, los nuevos alojamientos que debían acoger a los oficiales, suboficiales y especialistas de la Xª MAS destinados a operar desde la nave. Curiosamente, todas las piezas de madera necesarias se encargaron a una carpintería de Algeciras.
Según Licio Visintini, el siete de julio de 1942, "se finalizaron los trabajos que había establecido a mi llegada". "(Luego) embarcamos las compras para la cocina, vajillas, cubiertos, la blanquería y víveres de contrabando, en previsión del personal que se iba a alojar aquí". Todo esto había tenido lugar apenas una semana antes de la fecha prevista para el inicio de la llamada G.S. 1, la operación de ataque con buceadores de combate que debiera haber sido la primera que se lanzara desde esta nueva base secreta.
Como los lectores de esta serie conocen, el plan inicial contemplaba que los Gamma efectuasen su ataque sobre los mercantes partiendo del navío. Una idea que terminaría siendo descartada en favor de emplear Villa Carmela como punto de salida. En consecuencia, el uso que se había dado al Olterra durante aquel verano 1942, se redujo a servir de eventual alojamiento a los operadores y de almacén para sus armas y equipo.
A este papel habría que añadir el nada despreciable cometido de servir como observatorio avanzado de cuanto ocurría en la Bahía. Algo que Visintini pudo acometer con enorme efectividad especialmente después del mejorado equipo óptico puesto a su disposición por obra y gracia del buceador Vago Giari. Gracias a este servicio de observación permanente, escribiría Borghese, "cada barco, cada movimiento en la Bahía era meticulosamente registrado y servía como material de estudio para la preparación de las misiones".
Sin embargo, sigue contando Borguese, "cuando la información obtenida mediante los equipos ópticos no bastaba se recurría a otro truco. Fingiendo ser pescadores, dos tripulantes a bordo de una barquita pequeña se aproximaban al punto que interesaba. Mientras uno remaba, el otro lanzaba los aparejos como si estuviera pescando". Estas salidas en bote llegaron a hacerse tan habituales que, según contarían luego, los rostros de algunos de los marinos ingleses de servicio en aquellas lanchas patrulleras pronto se les habían hecho familiares.
De haber quedado ahí la cosa, el empleo del Olterra por parte de la Decima MAS no habría ido más allá del que se daría al Gaeta; otro mercante italiano internado en Huelva que también sería empleado como base para operaciones de sabotaje contra el tráfico mercante a cargo de los buceadores del grupo Gamma. Pero al encontrarse frente a la base de la poderosa Fuerza H, la escuadra que Gran Bretaña utilizaba para ejercer su dominio sobre el Mediterráneo occidental, aquel cisterna atracado en el puerto de Algeciras ofrecía a la Marina italiana la posibilidad de asestar un golpe de alcance verdaderamente estratégico a los grandes navíos de guerra de la Royal Navy; un golpe similar al que, a mediados de diciembre del año anterior, había tenido como escenario la base de la Mediterranean Fleet en Alejandría. Pero como Forza, Borghese o el propio Visintini sabían, una operación de estas características no estaba al alcance de los Gamma. En este sentido, la única forma de ejecutarla con éxito era recurriendo a las poderosas cargas de alto explosivo de los maiali. No obstante, es a este último a quien cabe atribuir el enérgico empeño que determinaría la transformación del mercante en una base para los que sin duda eran los medios de asalto más efectivos de la flotilla.
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