Narcotráfico y contrabando

  • Vigilancia Aduanera patrulla las 24 horas del día en una lucha constante contra las mafias que transportan el hachís desde Marruecos y el tabaco ilegal del Peñón

Aduanas: Los vigías del estrecho de Gibraltar

Patrullaje de Aduanas a bordo del 'Águila 2'. / Erasmo Fenoy

La Fénix azul marino con el nombre de Aduanas impreso en los laterales reposa en el muelle del Puerto de Algeciras sobre unos soportes, con el balón neumático de proa roto a consecuencia del impacto con una embarcación a la que perseguía, hace unos dos meses. Es una lancha de 12 metros de eslora, muy maniobrable y capaz de alcanzar 60 nudos (más de 110 km/h), una velocidad equiparable a la de las planeadoras de los narcos. Estas últimas, no obstante, suelen ser más grandes y pesadas, especialmente cuando van cargadas con tres o cuatro toneladas de hachís. En caso de colisión, son los narcotraficantes quienes llevan las de ganar, pero afortunadamente no fue así la última vez y la Fénix libró bien la pelea, pese a quedar maltrecha.

En las inmediaciones hay decenas y decenas de embarcaciones requisadas a los mafias del narco y del contrabando. Son lanchas rápidas, motos de agua y algunos pesqueros que, en su mayoría, llevan años allí, a la espera de que la justicia resuelva su destino. La más destacada es una planeadora negra de unos 15 metros de eslora, dotada con cuatro descomunales motores de 300 cv cada uno, que en el momento de ser interceptada por Aduanas a finales del año pasado llevaba 4.700 kilos de hachís. Algunas de esas embarcaciones permanecen hundidas desde el último temporal de 2021, formando bajo la superficie del agua una maraña que será difícil de sacar a flote. 

Un miembro de la 'Aguila 2' otea el horizonte con unos prismáticos. Un  miembro de la 'Aguila 2' otea el horizonte con unos prismáticos.

Un miembro de la 'Aguila 2' otea el horizonte con unos prismáticos. / Erasmo Fenoy

El Servicio de Vigilancia Aduanera cuenta en Algeciras con la Fénix, averiada por el momento, y con dos patrulleras modelo Águila, embarcaciones algo más grandes y, por tanto, más seguras. Curtidas en mil batallas desde su puesta en servicio en 2009, ambas son las estrellas del muelle. Con 2.000 cv de potencia alcanzan con alegría los 45 nudos. Los dos periodistas han sido invitados a subir a bordo y buscan en la cabina un hueco, tratando de estorbar lo menos posible para completar junto a los cinco tripulantes un turno de unas seis o siete horas de navegación. “Eso si no correteamos a nadie”, advierte el patrón al mando, que avisa sin atisbo de broma de la posibilidad de que nos topemos con "un objetivo" que trate de darse a la fuga.

Algecireño de 42 años y con doce de experiencia profesional en la zona, más otros tres en Huelva, el patrón de la Águila 2 conoce a la perfección cómo actúan los traficantes de hachís y los contrabandistas de tabaco. A los miembros del equipo, integrado junto a él por un segundo patrón, dos agentes y un mecánico, les basta con mirarse para entenderse y se mueven por el interior de la angosta cabina con la misma coordinación con la que lo harían los tentáculos de un cefalópodo. Por razones de seguridad, ninguno quiere que sus nombres se hagan públicos.

“Aquí tenemos un dicho: salimos todos a navegar y volvemos todos. Somos padres de familia y hay que saber medir hasta dónde podemos arriesgar”

“Aquí tenemos un dicho: salimos todos a navegar y volvemos todos”, sentencia el jefe al referirse a los riesgos del oficio: “Somos padres de familia y hay que saber medir hasta dónde podemos arriesgar”. La colisión con alguna goma o un golpe de mar en plena madrugada puede terminar en tragedia.

La muerte el 11 de julio de 2021 de José Luis Domínguez Iborra, observador aéreo en un helicóptero de Aduanas, marcó un antes y un después. El aparato en el que iba junto a dos compañeros se estrelló contra el mar durante una persecución. “No tengo palabras. Era muy amigo mío, un veterano, un profesional como la copa de un pino, un señor. Lo que pasó no debería de haber pasado. Es el precio que a veces tenemos que pagar todos los que estamos aquí”, expresa el patrón del Águila 2.

El motor de la embarcación se pone en marcha con un sonido noble y potente. La tarde no está para paseos amables por la bahía de Algeciras. El baile da comienzo bien pronto. Un aviso alerta de la presencia de una goma en la playa de La Atunara, en La Línea de la Concepción. Nada más pasar bajo del puente que salva la dársena del puerto, se da la orden: “Todos pa dentro”. Toca agarrarse bien y flexionar las rodillas para no darse con la cabeza en el techo a cada panzazo contra el mar de la Aguila 2, que en pocos segundos alcanza su máxima velocidad. Es una embarcación fiable, estable y dura como carne de perro. Cada día navega entre 200 y 300 millas con dos tripulaciones diferentes, sin apenas rechistar.

Varias grandes narcolanchas, incautadas por las autoridades y amarradas en el Puerto de Algeciras. Varias grandes narcolanchas, incautadas por las autoridades y amarradas en el Puerto de Algeciras.

Varias grandes narcolanchas, incautadas por las autoridades y amarradas en el Puerto de Algeciras. / Erasmo Fenoy

A través del canal 16 de la radio, abierto a todos los barcos, se recibe la señal de las autoridades de Gibraltar cuando la patrullera penetra a toda máquina en las llamadas "aguas en litigio", reclamadas por la colonia británica como propias pese a lo que reza en el Tratado de Utrecht. “Están ustedes invadiendo aguas bajo soberanía británica, salgan inmediatamente de ellas”, viene a decir en inglés el mensaje, un cansino mantra que entra y sale por los oídos de la tripulación sin efecto alguno.

A la altura ya de la costa linense reina la calma. Efectivamente, una goma pequeña ha estado merodeando por la zona, cargada con petacas de gasolina destinadas a alguna planeadora, pero parece que la Guardia Civil o la Royal Navy se han hecho ya cargo de su persecución. Seguimos adelante, ahora a varias millas de distancia de la costa, navegando en paralelo a esta.

La única mujer a bordo es una agente que entrecierra los ojos a babor, en busca de algún punto negro que sobresalga en el horizonte. “Aquello de allí es un mercante, está claro, pero las narcolanchas son muy difíciles de ver”, asegura esta cordobesa que durante quince años fue soldado profesional del Ejército de Tierra. Tras aprobar las oposiciones, lleva un año patrullando codo con codo junto a sus compañeros de Aduanas: "¿Que cómo me siento? Esto es una familia". Salvo que las condiciones de la mar lo impidan, en estas aguas sureñas, durante las 24 horas del día, siempre hay una lancha del cuerpo, dependiente del Ministerio de Hacienda.

La patrullera 'Águila 4', gemela de la 'Aguila 2', con el Peñón de Gibraltar al fondo. La patrullera 'Águila 4', gemela de la 'Aguila 2', con el Peñón de Gibraltar al fondo.

La patrullera 'Águila 4', gemela de la 'Aguila 2', con el Peñón de Gibraltar al fondo.

Nuevo objetivo. El Sistema Integrado de Vigilancia Exterior (SIVE) de la Guardia Civil da cuenta de una posible embarcación sospechosa y sin identificar mar adentro. El patrón lleva otra vez a la Águila 2 al tope de revoluciones mientras sus compañeros le ofrecen continuamente datos sobre la distancia que resta hasta llegar al punto indicado y sobre los movimientos de la supuesta embarcación detectada. Con la noche ya cerrada, es como buscar una aguja en un pajar. Tras dar varias vueltas, el resultado es finalmente negativo. Estamos a la altura de Fuengirola.

El periodista pregunta qué es ese monitor que permanece apagado. Recibe por respuesta una mirada seria. Es la pantalla de la cámara térmica, averiada desde no se sabe cuánto tiempo pese a que se trata de un instrumento imprescindible para detectar fuentes de calor, como los motores fueraborda o las personas. Hace unos años se colocaron sobre el techo de las cabinas de las patrulleras unas cámaras térmicas más económicas, pero sin estabilizador porque su uso estaba pensado para tierra, lo que las hacía prácticamente inservibles. Además, eran tan frágiles que salieron volando a las primeras de cambio. Cuando se pierde la luz diurna, la única guía es el radar, con un alcance de varios kilómetros, aunque es insuficiente. 

"Lo que no era normal era lo de antes, que te llamaba el helicóptero y te avisaba de que había seis o siete gomas en el agua. ¿A por cuál de ellas ibas?"

La estadística de criminalidad de 2021 indica que los delitos en el Campo de Gibraltar han descendido a los niveles de 2010, un dato que el patrón viene a corroborar a la vista de su experiencia, aunque con matices. “Es que lo que no era normal era lo de antes, que te llamaba el helicóptero y te avisaba de que había seis o siete gomas en el agua. ¿A por cuál de ellas ibas? Y cuando lo hacías, se interponían delante nuestra dos que iban vacías, dificultándonos el trabajo y poniéndonos en peligro. Ahora, esto no ha parado. Los narcos siguen aquí y se han ido en parte a las costas de Huelva”, añade sin perder de vista el radar.

Las escaramuzas entre los delincuentes y los agentes de la autoridad son constantes. "Hay de todo, gente más tranquila y bregada, aunque si pillas a alguien que acaba de salir de la cárcel se vuelve loco por no volver a entrar. Depende de la pechá de redbull o de cocaína que se hayan metido en el cuerpo", apunta. Afortunadamente y salvo en algún caso esporádico, ni los narcos ni los contrabandistas emplean armas de fuego contra la Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. De todas formas, ninguna precaución está de más.

“Ha habido momentos en los que cada día me he vuelto por un camino distinto y, cuando llegaba a la rotonda, daba tres o cuatro vueltas para asegurarme de que no me seguían. Nunca dejas de mirar para atrás”

“Ha habido momentos en los que cada día me he vuelto por un camino distinto y, cuando llegaba a la rotonda, daba tres o cuatro vueltas para asegurarme de que no me seguían. Nunca dejas de mirar para atrás”, admite uno los integrantes de la tripulación.

Contrabando desde Gibraltar

Gibraltar sigue jugando un papel relevante como actor protagonista en materia de contrabando. El memorando suscrito entre España y Reino Unido en noviembre de 2018 para controlar la venta ilegal de tabaco procedente del Peñón y reducir los diferenciales de precio se cumple solo a medias. Lo demuestra el hecho de que el trasiego de cajetillas salidas ilegalmente del Peñón es constante, lo que se traduce en que España deja de ingresar anualmente muchas decenas de millones de euros en impuestos.

Una lancha 'tabaquera' de contrabandistas trata de ocultarse en el pantalán de la refinería de San Roque. Una lancha 'tabaquera' de contrabandistas trata de ocultarse en el pantalán de la refinería de San Roque.

Una lancha 'tabaquera' de contrabandistas trata de ocultarse en el pantalán de la refinería de San Roque. / Erasmo Fenoy

La ecuación es sencilla de ajustar: Cada caja de tabaco de contrabando contiene 50 cartones, con diez paquetes de cigarrillos cada uno, con un precio de venta al público en España de entre 4 y 5 euros. Si una goma de tamaño pequeño puede transportar unas cinco cajas con tabaco, esa mercancía alcanza un valor de unos 12.500 euros. Dado que el diferencial impositivo entre España y Gibraltar se sitúa oficialmente en el 32%, las mafias ingresarían en cada viaje alrededor de 4.000 euros, como mínimo. No obstante, la cifra real es mucho mayor puesto que los traficantes compran el tabaco directamente a los fabricantes, con un coste ínfimo en relación a los precios oficiales que rigen en el Peñón.

A este fenómeno contribuye el hecho de que la importación de cajetillas por parte de Gibraltar ya no se realiza por vía terrestre desde España, como pasaba antes del Brexit, sino por mar, con lo que a Hacienda le resulta mucho más difícil saber el volumen real del tabaco que entra en la colonia y realizar la trazabilidad del producto, a fin de conocer su origen (si se trata de un fabricante que cumple con las normas) y destino. “La cooperación con Gibraltar depende del día y de las personas... Ellos viven de eso”, apunta una fuente conocedora del negocio del tabaco. En lo que respecta a Marruecos y a su implicación a la hora de atajar el tráfico de hachís, el balance es aún más negativo: “Cero patatero”.

Una 'tabaquera' a estribor

Después de unas cuatro horas de patrulla, el trayecto de vuelta a Algeciras se realiza a marcha más lenta, dando a la tripulación la oportunidad de cenar por turnos en el camarote interior, en torno a una mesa rectangular sobre la que se comparten una pastela marroquí, botellas de agua y refrescos. El patrón aprovecha para acercarse a la costa, por si sonase la flauta y pudiese desbaratar una descarga de hachís en Sotogrande o La Atunara. O descubrir una embarcación sospechosa en la desembocadura del río Palmones o, incluso, del Guadarranque, cuya barrera anti-narcos no ha frenado del todo el paso de la droga hacia los embarcaderos construidos con total descaro en sus orillas. Desde el helicóptero llegan noticias de que la noche está tranquila.

“¡Una goma, una goma!”, grita el patrón desde la cubierta de la patrullera mientras la pilota en dirección al pantalán de la refinería de San Roque

La agente a bordo ya lo advirtió horas antes: “El patrón tiene buen ojo”. “¡Una goma, una goma!”, grita este desde la cubierta de la patrullera, mientras la dirige hacia el pantalán de la refinería de San Roque. Se trata de una neumática de dos o tres metros, con dos individuos a bordo que tratan de esconderse tras los pilotes y la estructura metálica que sostienen las tuberías. La Águila 2 se sitúa a pocos metros de ellos, sin poder hacer nada dadas sus dimensiones. Junto a la primera goma aparece una segunda, otra tabaquera, con otros dos hombres en ella. “¡No llevamos nada!”, grita uno de ellos, incomodado por las potentes luces de las linternas de la tripulación. Sus cinco miembros han salido a ver cómo pueden sacar al ratón de su madriguera. “¡Ya os cogeremos”, les replica el mecánico, un joven jiennense enamorado del Estrecho.

La 'Águila 2', llegando al Puerto de Algeciras, donde tiene su base. La 'Águila 2', llegando al Puerto de Algeciras, donde tiene su base.

La 'Águila 2', llegando al Puerto de Algeciras, donde tiene su base. / Erasmo Fenoy

El intento de detenerles es imposible. La Águila 2 lleva a bordo una pequeña neumática auxiliar con un motor de 20 cv, pero los contrabandistas tienen el doble de potencia. Siempre se escaparían. “Hemos pedido que pongan una reja en este y en el resto de pantalanes similares que hay en la bahía para evitar que los narcos y los contrabandistas se refugien en ellos, pero no nos hacen caso”, se lamenta el patrón, a quien le gustaría contar con más recursos para que su esfuerzo y la de su equipo fuesen más eficaces.

Sobre el pantalán, un operario de la refinería asiste impávido a la escena, acostumbrado a verla muchas noches. “A veces nos tiramos así horas: ellos ahí escondidos y nosotros al acecho. Al menos impedimos que vayan a por tabaco a Gibraltar”, afirma el patrón a modo de consuelo. De poder detenerles, a los cuatro individuos se les imputaría, al menos, un delito de contrabando y otro por vulnerar la Ley de Puertos, al navegar de noche con una embarcación sin luces y poner en peligro la seguridad marítima. “¿Sacamos la manguera y les damos por lo menos un remojón?”, sugiere uno de los miembros de la tripulación.

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