Las líneas en el istmo frente a Gibraltar en el siglo XVIII (I)
30 años del IECG
Este trabajo de investigación aclara cómo se forjó el topónimo “La Línea”
Contextualizado a raíz de la pérdida de Gibraltar en 1704, conlleva el análisis de los diferentes proyectos de ingeniería que han aportado un peso a la creación del topónimo
La pérdida de la plaza española de Gibraltar en 1704 conllevó un profundo cambio en su Campo. Las necesidades que se crearon a partir de este devenir histórico supusieron un intenso empleo del concepto “la línea”, para designar diferentes estructuras militares con la pretensión de combatir el contrabando, la deserción y su empleo en posibles campañas militares. El constante uso del concepto, objeto de estudio, determinó el origen de un topónimo.
El concepto de “línea” tiene varios usos en el ámbito militar. En el contexto de la campaña militar y como definición general, la línea es un foso guarnecido de parapeto que a veces es sustituido por cestones o sacos terreros para erigir un espaldón o para cubrirse del fuego enemigo. Como sinónimo de línea de ataque, encontramos el concepto de trinchera, que se usaron para acercar la ofensiva a la plaza sitiada a través del istmo.
La Línea británica
El 2 de diciembre de 1714, el capitán general de Andalucía, Francisco Manrique y Áranos, escribió al marqués de Grimaldo transfiriendo una importante información procedente del comandante del Campo de Gibraltar, que, a su vez, había recibido de Lorenzo Hurtado en su actividad como espía. Este describía la llegada de artillería y maderas a la plaza de Gibraltar, destinadas a “reparar las estacadas y sacar una Línea destacada desde la punta del monte hasta la orilla del mar”. El trazado de esta línea suscitaba notable preocupación, pues se temía que delimitara un terreno mayor que el definido por el Tratado de Utrecht.
Esta información inquietó más al coincidir con la llegada a la plaza de ocho regimientos, cifra llamativamente exagerada que daba a pensar en la posibilidad de que se produjera un quebrantamiento de la paz por parte de Gran Bretaña. Informado el rey, solicitó un mapa de la plaza con la intención de valorar la posibilidad de impedir el levantamiento de esta línea. Unos días después, el 30 de diciembre de 1714, Manrique trasladó al marqués de Grimaldo su sospecha de que lo que realmente se pretendía era erigir una línea destacada desde la torre del Diablo hasta la playa de poniente, pasando frente a la lagunilla.
El capitán general infería que la obra no tendría el objeto de defender la plaza, sino la de extenderse en el istmo, avivando la idea de una ruptura de la paz.
La preocupación que generaba la construcción de esta línea se diluyó con cierta rapidez, cuando el espía español informó que se había dejado de hablar de este proyecto en la plaza.
Esta situación fue analizada por el marqués de Bedmar, plenipotenciario en las negociaciones con Gran Bretaña para la firma del Tratado de Utrecht, y plasmada por carta al marqués de Grimaldo el 1 de marzo de 1715. A pesar de las tranquilizadoras noticias de Hurtado, el marqués de Bedmar argumentó la conveniencia de “hacer fabricar un fuerte de cuatro baluartes y capacidad de 400 a 500 infantes y 1000 caballos en la cercanía de Gibraltar, pero que esté fuera del alcance del tiro de la artillería de la plaza y de la del monte”, con el objetivo de “tener enfreno a la guarnición de ellas, como para embarazar los contrabandos”.
El conde de Bedmar propuso enviar al ingeniero Diego Luis Arias para evaluar el terreno del istmo. Tendría que desarrollar mediciones que vislumbraran un emplazamiento a la referida fortificación. Este lo tendría que cumplir con total discreción. Sin emplear instrumentación, simularía observar la plaza, mientras medía las distancias con pasos ordinarios.
Trabajos de Verboom y la línea proyectada en 1727
El ingeniero general Jorge Próspero Verboom arribó junto a otros tres ingenieros a la bahía de Algeciras el 1 de octubre de 1721 para explorar la lengua de arena al norte de Gibraltar y el arco de la bahía, donde constataron la existencia de tres torres. El objetivo de Verboom en esta expedición era proponer al rey un proyecto para fortificar Algeciras y el entorno de la bahía.
Una segunda expedición del ingeniero general fue realizada a principios de 1724, pasando por tierra a la plaza junto a dos ingenieros, que con la excusa de hacer una visita turística realizaron una misión de espionaje.
Uno de los puntos en que el ingeniero estaba especialmente interesado era la zona extendida frente a Puerta Tierra.
El 30 de septiembre de 1726, Verboom envió al rey un informe sobre la fortificación del entorno de Gibraltar basándose en las expediciones de 1721 y 1724, donde hacía explícitas referencias al escenario estratégico del istmo. Argumentaba “cortar al mismo tiempo el Istmo con una Línea bien defendida y sostenida por sus extremos con dos reductos capaces de contener Artillería, además de otra Batería a la Costa de Levante”.
Durante el asedio de 1727, el conde de las Torres ordenó elaborar un plano con los ataques y proyecto de penetración en el istmo, para el caso de que las defensas se hubieran destruido y se hubiera volado la batería de Santa Ana. En este plano, acompañado por una carta que le escribió el conde de Montemar, comandante general del Campo de Gibraltar, al marqués de Castelar el 1 de septiembre de 1727, aparece una representación superpuesta de un proyecto de fortificación que se proponía construir en caso de llegar a la suspensión de armas. Sin descripción del proyecto en la documentación adjunta, observamos que se trataba de una fortificación que transcurriría desde la torre del Molino hasta la del Diablo, siguiendo el trazado de la primera e inconclusa paralela del asedio de 1727. Esta línea tenía un diseño abaluartado con emplazamientos para dos baterías en los extremos y otras dos menores intercaladas entre ellas, equidistantes entre sí. Probablemente esta idea fue la que propuso J. P. Verboom en 1726.
Un referente arquitectónico que conviene destacar es la torre del Diablo, una torre almenara próxima a la cara norte del Peñón y la costa de levante (coordenadas: 36º08’48’’N-05º20’29’’W), que desempeñó una función discontinua de la defensa de Gibraltar al menos desde el siglo XVII. Por otra parte, encontramos a orilla de la bahía la torre del Molino, que ya estaba construida al menos en el siglo XVI, con un origen civil al servir como molino de viento (coordenadas: 36º09’19’’N-5º20’29’’.
Proyecto de Verboom con base en la propuesta de Montemar
A principios de julio de 1727, J. P. Verboom propuso establecer una línea aprovechando las dos paralelas más cercanas a la plaza. En la primera fue en la que se fijó el conde de Montemar para proponer a Verboom “cerrar y restablecer lo destruido para servir después de la Línea que se ocuparían con tropas para impedir la entrada de los contrabandos”. Esta derruida paralela, que era la que trascurría más inmediata a Gibraltar, comunicaba la torre del Diablo con Torre Quebrada, pasando por la batería de San José.
Verboom opinaba que también sería útil contar, como parte de esa línea, la paralela que trascurría desde el camino principal hasta la torre del Molino y batería de San Carlos. A esto se le debería sumar la ocupación de la torre del Diablo, junto a varios puestos de guardia y la batería de morteros de la Pelliza. De esta manera se configuraba una doble línea aprovechando las dos paralelas más
próximas al Peñón, guarnecidas por un total de 535 infantes y 295 caballos. J. P. Verboom temía que los ingleses reclamaran la posesión de esta torre malinterpretando el reconocimiento del Tratado de Utrecht, queriéndolas tornar dependientes de la plaza. Ante esta posible pérdida, Verboom propuso volarla.
La empalizada de Montaigut de la Perille
El 27 de septiembre de 1727, el conde de Montemar escribió una carta al ingeniero director Antonio Montaigut, que continuaba con su destino en San Roque, trasmitiéndole la intención de Felipe V de que quedara “una línea de mar a mar” para cerrar la plaza por tierra al levantar el sitio. La intención era la de impedir el contrabando y evitar la deserción de las tropas españolas. El comandante general le solicitó una propuesta para establecer el trazado de esta línea, sobreentendiendo que se mantendría la posesión de las torres del Diablo y del Molino, y que se aprovecharían las infraestructuras construidas durante el reciente asedio.
Barajando tres posibles líneas a diferente distancia de Gibraltar, Montaigut propuso erigir una estacada de mar a mar siguiendo el trazado más alejado de los propuestos por tener dunas menos acentuadas y estar más alejada del fuego enemigo.
En la respuesta emitida por el ingeniero el 30 de ese mismo mes, explicaba que tendrían que levantar cuatro cuerpos de guardia “con paredes de cal y canto cubiertos de tejas haciéndoles troneados para la fusilería”. Exponía el ingeniero que la empalizada propuesta se podría fácilmente fortificar en caso de romper en guerra. Las torres del Diablo y del Molino habría que cubrirlas con tejado, junto a otras reparaciones de los cuerpos de guardia de la caballería en las que se emplearían juncos y palmas. Montaigut preveía acomodar 40 infantes con un capitán y dos subalternos en cada uno de ellos. Habría que destacar ocho soldados en la torre del Diablo y quince en la del Molino. Un capitán, un subalterno y treinta caballos harían patrullas entre las dos torres.
El presupuesto presentado el 22 de octubre de 1727 daba detalle del cuerpo de guardia, que se proyectaba ejecutar sus paredes con mampostería, se componía de la zona de emplazamiento de la garita, el patio y el alojamiento. Los ladrillos serían usados para los ángulos, los pies derechos de puertas troneras y revocos.
Cada barracón tendría 37 toesas cuadradas, dos chimeneas y 10 toesas cuadradas de tablado para el espacio de los soldados más el del oficial, que se amueblaría con armarios para municiones. El patio y la entrada, con una superficie de 43 toesas cuadradas, se proyectaron empedrados con 176 estacas en el podio y con la zona de la garita.
A lo largo de 690 toesas, 5520 estacas cerrarían el istmo de mar a mar. Cuatro rastrillos permitirían el acceso, y por vanguardia 24 garitas de madera acordonarían la línea, mientras otras custodiarían cada cuerpo de guardia.
Las torres del Diablo y del Molino necesitarían la reparación de sus cubiertas, la colocación de tablados, la apertura de sendos vanos para puertas, convirtiendo las existentes en ventanas, mampostería para diferentes fines y una escalera para cada una de ellas para acceder por la puerta de escotilla al segundo nivel.
Entre la empalizada y el Peñón, se construirían tres barracas. La central, de mayor tamaño, cobijaría 30 caballos y, las otras dos restantes tendrían la mitad de capacidad.
Desglosando el proyecto, los barracones tendrían un coste de 80.000 reales de vellón; 62 000 para la estacada, rastrillos y garitas; 4.500 para los puestos de caballería y 4.000 por los reparos de las torres.
El 2 de noviembre, el comandante del Campo informó al marqués de Castelar de todos los detalles del proyecto, incluyendo su presupuesto y perfiles. Tras revisarlo, el marqués de Castelar le trasladó el precepto del rey el 10 de noviembre, rezando que “habiendo resuelto SM se ponga en práctica lo que se propone con algunas ventajas de que se advertirá a VE mientras se ejecuta la Línea”.
En la revisión que realizó J. P. Verboom del proyecto, consideró que el emplazamiento de la línea era el oportuno. Respecto a la composición de la línea con cuatro cuerpos de guardia y tres cortinas con dos dientes de sierra en la mediana, observó que la distancia entre los cuerpos de guardia era demasiado amplia, pues el disparo de fusil en forma de punto en blanco, que tenía un alcance de 150 toesas, no daba efectividad para hacer blanco quedando una zona fuera de tiro. Como solución apostaba por añadir un cuerpo de guardia más, contando de esta manera con un tercer diente de sierra y cuatro cortinas. Por último, para un futuro, el ingeniero general consideró levantar a vanguardia un parapeto como protección de la línea, manifestando su conformidad para ejecutar los reparos de las torres.
Artículo publicado en el número 55 de Almoraima, Revista de Estudios Campogibraltareños (octubre de 2021).
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