La casa de los Pasquin, historia y patrimonio de Cádiz
Dentro del placer de pasear por el casco antiguo, nos podemos encontrar sorpresas como la clasificada casa-palacio que se localiza en la calle Pasquín, denominación que recibe precisamente por haber sido este edificio levantado en 1766 por la familia de este apellido. Anteriormente y según consta en la lápida sobre la puerta, aquella calle se denominó Reina de los Ángeles y resulta significativo que una imagen en mármol de dicha advocación preside en el patio, la hornacina que existe sobre la escalera.
De la ciudad de Niza, entonces italiana e integrada en la región de Saboya, era oriundo Juan Pasquín Martini casado con Catalina Ponsse. Avecinados en Cádiz tuvieron una descendencia de seis hijos, entre sus miembros merece la pena llamar la atención sobre su hija Ana María Pasquín Ponsse, o su nieta Ana María Pasquín Castañeto casada con Manuel José Paúl. Todo ello dentro de un complejo árbol genealógico donde encontraremos casamiento entre primos o alguna unión entre tío y sobrina; clan familiar al que se irán agregando apellidos como el de Castañeto, Paúl o Ruiz-Tagle.
El edificio que comentamos pasa desapercibido al viandante, pero si nos detenemos podremos observar que se trata de uno de los escasos modelos de la mejor y más genuina arquitectura gaditana de finales del XVIII en el que se dispone: planta baja (para almacén), entresuelo o zona comercial de oficinas, piso principal para los propietarios y superior para el servicio; azotea para captación de aguas y torre para control comercial del mar. En su exterior llama la atención el muro esquinero que configura el ángulo de la edificación enmarcado sobre una ondulante cornisa. Éste se encuentra o encontraba decorado por una variedad de dibujos geométricos y estrellas blancas insertadas y contrastando con el rojo almagreño del mortero. Conjunto que configura una composición única en nuestra arquitectura local. De esta decoración aún quedan suficientes vestigios y trazos, ya que como se puede apreciar su degradación es muy severa y más aún su deterioro. Situación que resulta a su vez incomprensible dadas las instituciones, organismos y negociados existentes con la obligación de velar para preservar estos elementos, en una finca además que como ya apuntamos por su clasificación urbana se encuentra entre las protegidas.
Se hace necesaria una primera actuación para asegurar aquel muro ante el posible peligro físico que representa para los transeúntes ante cualquier caída o desplome. Pero también se pide que ello se haga con la sensibilidad necesaria y con el suficiente cuidado como para proteger y recuperar los datos que aún contiene. Con esta preservación se hace factible componer el dibujo de la forma más fidedigna para su recuperación. Bueno es recordar en este contexto el tratamiento que se dio en la década de los ochenta a la situación similar de peligro para los feligreses que presentaban los ángeles que remataban el frontón de la iglesia de San José y que concluyeron con su destrucción para evitar cualquier riego; esperamos para esta ocasión la solución sea más coherente y con un carácter urgente.
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