José Joaquín León, el periodista que 'resucitó' al poeta
Poesía
El escritor gaditano presentó su primer libro de poesía, 'Rincón de sombras', en la Tertulia del Dr. Fernando Delgado Lallemand
La tarde pudo ser inclemente pero en el interior del Casino Gaditano se le antojaba machadiana; para admirarla tras un cristal, no triste, sí inspiradora. Lluvia que murmura fuera, Lluvia, su poema, que habla dentro, cobrando vida en el lienzo de Antonio Álvarez del Pino que se ajusta a la portada del libro. Rincón de sombras, se llama, donde encontrarán un persona “diferente” a la que esperan, que quizás, “no les encaje”, advierte. La tarde pudo ser fatalista, no en vano se rotulaba Malos tiempos para la lírica y para todo, pero se erigió luminosa, con la claridad que aporta un honesto análisis de la realidad y un cuidado repaso literario. La tarde en la Tertulia del Dr. Fernando Delgado Lallemand, ribeteada de actualidad y poesía. La tarde en la que José Joaquín León, el periodista que asesinó al poeta, decidió resucitarlo presentando su primer poemario.
Pero aunque el que fue director de Diario de Cádiz, director de publicaciones del Grupo Joly, y muy seguido articulista del rotativo decano de Andalucía, entre otros periódicos del grupo andaluz, asegurara que su voz poética se disocia de la persona que conocen los muchos amigos que ayer lo acompañaron en la reunión, decidió acometer la puesta de largo de Rincón de sombras rimando el evento con sus maneras modestas y su singular ironía. No fue a la presentación de un libro al uso, no, fue una conferencia sobre estos complicados tiempos, una carta de amor a la búsqueda de la belleza que es la poesía y, por último, su propio descubrimiento como ya curtido poeta (en las sombras) que, generoso, también aprovechó para hablar del proyecto Kolaval, el sello que ha arrojado luz sobre su Rincón de sombras, que en México dirige un editor sevillano, Manuel Pérez-Petit, a la sazón, también autor de un prólogo que José Joaquín León considera “subido de tono en elogios”, refiere haciendo gala de nuevo de modestia.
Así, el también autor de la novela Me casé con un periodista –que confesaba que tiene otra en cartera, “aunque todavía le queda”– igual rememoraba los dos duros meses de confinamiento, que el presentimiento de una guerra; nos hacía caer en la cuenta del maldito círculo vicioso en el que “las crisis llevan a una guerra y la guerra, a las crisis”; habló de Putin y del doctor Simón; de los muertos de la Segunda Guerra Mundial y de los que mató el coronavirus; del gas de Argelia y la traición al Sáhara..., hilando una primera parte oscura (los malos tiempos para todo) que, pronto, cruzaron como haces de luz los nombres de los poetas de la generación del 27; de Juan Ramón, de Cela y del resto de Premios Nobel de habla (de pluma) hispana entre los que abrazó con fuerza a los poetas, cómo no; y el nombre de Francisco Umbral, de quien, confiesa, aprendió en su Trilogía madrileña que un periodista debe asesinar pronto al poeta, debe bajar al barro y ensuciarse de realidad.
Por eso el poeta que siempre ha sido José Joaquín León –“desde la adolescencia”, confiesa– se mató joven, teniendo una primera vida de una década que comenzaba a finales de los setenta, volver a conectar con su voz en la primera mitad de los noventa para silenciarse hasta llegar 2015 cuando, toda vez liberado de la exigencia periodística, pudo de nuevo volar.
De estas intermitencias se nutre este casi medio centenar de poemas, en verso libre, en prosa poética, pero que son producto “del presente” que no del pasado, pues es la mirada del José Joaquín León de hoy, a sus 66 años, la que los selecciona, corrige y da el visto bueno. El libro, sin duda, “más personal” de un autor que ha querido “darle una segunda vida” al poeta en unos tiempos que no son buenos ni para lírica, ni para nada. O quizás, sí, porque el poeta siempre supo levantarse “incluso entre la devastación”.
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