Real Balompédica Linense - Almería B | La crónica

(0-0) ¿Tú también, Almería?

  • La Balona emborrona el homenaje a Paquito con un empate insípido ante un rival endeble

  • Los linenses se ven perjudicados por el árbitro, que invalida en el minuto tres un gol legal a Gato

El albinegro Carrasco observa la pelota junto al rojiblanco Lin.

El albinegro Carrasco observa la pelota junto al rojiblanco Lin. / Erasmo Fenoy

Un equipo que responde por Real Balompédica Linense, que viste igual que la Real Balompédica Linense, pero que no guarda similitud alguna con el que finalizó 2018, firmó ayer ante un inoperante Almería B un empate que debería sonrojar a los protagonistas. Protagonistas por denominarles de alguna manera, porque para protagonizar algo tienen que suceder cosas y en este presunto ¿partido de fútbol? sencillamente no pasó nada. Absolutamente nada. Que es lo peor que puede acontecer sobre un terreno de juego. Porque exaspera.

Las tablas, que se traducen en la quinta jornada sin vencer de los albinegros, no son lo peor. Y ya son graves dada la ¿envergadura? del ¿enemigo? y la racha por la que atraviesa el equipo de La Línea. Lo realmente malo es el lamentable ¿espectáculo? que ofrecieron unos y otros sobre un Municipal que da penita con media Tribuna echada abajo.

La Balona no es que haya perdido las señas de identidad, es que lo ha perdido casi todo. No tiene ni la intensidad ni el carácter ni la solidaridad... ni uno solo de los ingredientes que le llevaron hasta la cuarta plaza. Ni la suerte con las decisiones arbitrales, todo hay que decirlo. Vaya que casi parece que el acuñó el término “no la va a reconocer ni la madre que la parió” había viajado en el tiempo y había visto el mes de enero de este equipo anteriormente conocido como la Recia.

Una pena que un homenaje tan merecido y tan emotivo como el que recibió Francisco Pavón Orihuela Paquito –un jugador de leyenda– quedase deslucido con un partido amorfo, insípido, sin ritmo. La llegada de Tarsi Aguado, al menos de momento, no justifica el banquillazo monumental a un tipo como Pablo Santana, que estaba en pleno crecimiento. La Balona no tiene ideas, ni chispa ni nada de nada. Absolutamente nada.

No es cuestión de renegar ahora del modelo de fútbol que hizo grande a esta Balompédica hasta hace apenas un mes. Eso sería mezquino y ventajista. A esa doctrina se abrazó todo balono viviente. Y que se sepa nadie ha apostatado. Precisamente lo que quieren la hinchada es que vuelva esa Balona arrogante, responsable, intratable.

Esa Balona que presionaba arriba hasta atormentar a los rivales que se permitía el lujo de mirar a rivales infinitamente más poderosos a los ojos. Aquí todo el mundo había aceptado que el balón era una disculpa para disputar un partido. Ya nadie lo discutía. El problema, que nadie intente levantar cortinas de humo, no radica ahí.

La cuestión es que todo lo que rodeaba a esos principios constituidos en cuestión de fe balompédica por la legión albinegra han desaparecido como por encantamiento. Y sin fútbol se puede sobrevivir y hasta bien en la competición. Ahí está el Atlético por si alguien lo duda. Ahora sin fútbol y sin lo otro... eso ya no hay quien lo compre.

El partido tuvo un solo punto de lucidez. Un centro de Juampe (otra vez, por cierto, el primer cambio) que cabeceó bien Gato. El árbitro, segundos antes de que el balón entrase, interpretó fuera de juego a instancias de su auxiliar y anuló el gol. Un error mayúsculo de los que descalifica a un colegiado que estuvo a la altura del pseudopartido. Se vio en el campo y lo ratificó la tele: el tanto debió subir al marcador. Y seguramente eso hubiese cambiado el cuento. Seguramente.

También es posible, es este caso solo posible, que una caída de Tarsi en el segundo tiempo mereciera la pena máxima. Pero es que andar rebuscando para culpar al trencilla del disparate en el que derivó el duelo entre Balona y Almería B parecería demasiado cobarde. También es verdad que en octubre, cuando la Balompédica estaba en racha, cuando no había quien le tosiera, esas cosas las pitaban a favor. Pero las dináminas son las dinámicas.

El caso es que cuando ese tanto invalidado a Gato habían transcurrido cuatro minutos. Y ya no volvió a pasar nada. Absolutamente nada. La entrada del rebautizado Buba y el intento de jugar con dos puntas no dio rédito. El chico le dio vidilla a la cosa, pero tampoco había para mucho más, porque no llegaba un puñetero balón medio jugable a la zona de definición.

La ausencia de Pirulo (con problemas de espalda) pasaron factura. Ahmed da la sensación de que le dio al off en aquella malgestionada chiquillada de comienzos de temporada y cuando un futbolista, sobre todo de los de duende, no se encuentra a gusto lo refleja en el terreno de juego.

Por si no fuese suficiente esa maravilla estética estuvo aderezada por lo que se antoja un patrocinio encubierto del consorcio de farmacéuticos. Porque es complicado imaginar que nadie más que pueda salir beneficiado con la absurda decisión de que el partido se jugase por la tarde, con el sol de cara en la única grada abierta, un frío de narices y el Barça jugando en la tele a la misma hora. Con los antigripales que hoy tendrán que comprar casi todos los que soportaron hasta el final ya habrían cubierto los profesionales de las farmacias su imaginaria aportación. El resto los hinchas tomó la sabia decisión de quedarse en casa. Para lo que hubiesen visto...

Al final da por pensar que el espíritu del fútbol quería tomarse la revancha por aquel inolvidable duelo inaugural de la 2011-12 entre estos dos mismos protagonistas (4-2). Pero se le fue la mano y acabó pitorreándose de los que habían pagado una entrada. Y estos terminaron, por primera vez, haciendo reproches a sus futbolistas. Mal caminamos Sancho.

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