La goleada encajada por la Real Balompédica el pasado domingo en el Nou Estadi de Tarragona a manos del Nàstic (5-1) y la victoria por la mínima de la UE Cornellá a manos del Atlético Sanluqueño dejan más secuelas de las que se aprecian a simple vista. Los albinegros, que tienen empatado el golaveraje particular con el Cornellá, han pasado de aventajarlo en tres goles en el coeficiente general a estar por detrás en dos tantos, lo que complica un poquito más la salvación de los albinegros.

La Balompédica tiene perdido el golaveraje con el Sevilla Atlético (con el que está empatado a puntos), igualado con el Cornellá (que tiene uno meno) y ganado con el Atlético Sanluqueño (que suma cuatro puntos menos).

Hasta la pasada jornada, los de Monteagudo acreditaban una renta de +3 sobre el Cornellá, lo que suponía que en caso de igualdad a puntos cuando finalice la temporada el conjunto catalán precisaba sumar un punto más que los de La Línea. Pues bien, tras la humillante derrota a manos del Nástic, la Balona tiene -2, lo que le obliga a ganar sus partidos con cierta holgura o, como poco, sumar, al menos, los mismos puntos que el Cornellá en lo que resta de temporada para acabar por encima.

A falta de tres jornadas y con la igualdad que preside la lucha por la permanencia en el grupo II de la Primera RFEF resulta imposible predecir si el golaveraje tendrá o no valor en el desenlace de la competición. Lo que está claro es que, de momento, no es descartable que se produzcan dobles y triples empates (y hasta cuádruples).

El conjunto de La Línea, que solo se lo tiene ganado a un Sanluqueño al que aventaja en cuatro puntos, mantiene un pulso con el Cornellá, ya que ambos equipos vencieron 1-0 en sus duelos entre sí. El segundo, jugado en el Nou Municipal, precipitó la destitución del técnico albinegro, Antonio Ruiz Romerito.

Hasta la jornada 34 la Balona aventajaba a este rival directo en el coeficiente general (entonces era -10 y -13) pero tras los últimos marcadores se ha volteado (-14 y -12). Algo de lo que nadie, ni dentro ni fuera del césped, pareció percatarse cuando los balonos bajaron los brazos en el último cuarto de hora del duelo con el Nàstic.