Sevilla Atlético - Real Balompédica | La crónica

Entre todos la mataron... (2-1)

Diego Jiménez salta junto al local Farío Benavides

Diego Jiménez salta junto al local Farío Benavides

Cuando una temporada nace cruzada, acaba cruzada. Y salvo milagros contaditos con los dedos de una mano, es difícil enderezarla. La Real Balompédica fue al campo improfanable del Sevilla Atlético, hizo un partido dignísimo, austero, pero muy profesional. Se adelantó en el marcador y cuando acariciaba una hombrada, se le escaparon los puntos mitad víctima de sus infinitas limitaciones (defensivas sobre todo), mitad de esa mala suerte que persigue a los equipos que, por lo que sea, no están. Y si de paso el míster anda regulero con lo cambios pues ya está todo el pescado vendido.

La Balompédica estrelló un disparo en el larguero. Por otro le fue anulado un gol a Rafa Ortiz que, incluso con las imágenes de televisión, es imposible garantizar si estaba en fuera de juego. Aunque parece más que no. Lo que está claro es que si el que está enfrente es el Vélez, eso es gol válido. Pero no hay que buscar enemigos externos. Los albinegros pusieron de su parte. Mucho. Cometieron dos errores defensivos de parvularios. Y así no se puede ir por la liga, por mucho que sea esta Segunda RFEF tan justita. En el primero regalaron el centro y el remate. Y el 2-1 llegó en el 89' y ¡en un córner!. Si, de verdad, en otro saque de esquina. Que empieza a parecer de pitorreo. Ya no es culpa de Baldomero Hermoso Mere. Y complicado que sea de Fernández Rivadulla que lo entrena cien veces en semana. Así que blanco y en botella. Porque el problema no es que el 2-1 llegase de esta forma. El hándicap es que el rival había cabeceado, con más o menos acierto, el 90% de esas jugadas durante el partido.

Habrá que indagar en lo paranormal para explicar por qué la Balona revienta las cifras de todos los equipos que llevan meses sin ganar (le empatan o le ganan) y nunca consigue hacer lo propio cuando las cifras hablan de lo contrario. Los albinegros estuvieron muy cerca de protagonizar la proeza de la temporada. De profanar por primera vez el Jesús Navas de un Sevilla Atlético con media docena de chavales a los que da gloria ver jugar y que en algunos casos tienen físicos propios de otros deportes. Lo hacen valer. El equipo de La Línea llegó por delante al minuto 83'. Pero ya lo dijo Mere antes de que lo bajasen del tren. No le da. No le da porque no sabe jugar esos momentos. Y cuando le puede dar, no es que esté teniendo mucha suerte con los árbitros.

Esta vez se pueden poner peros al planteamiento, un pelín de equipo pequeño. Pero lo cierto es que estuvo a punto de salirle bien a Fernández Rivadulla, que dicho sea de paso suma un punto de nueve desde su llegada. Está escrito. Una víctima más de esta temporada que nació cruzada. Tampoco se puede hacer demasiado reproche a la implicación de la mayor parte de los jugadores. Sobre todo de medio campo hacia adelante, porque lo de la defensa es para hacérselo llegar a Íker Jiménez. Lo único cierto es que en conjunto no le alcanza. Y no hay que darle muchas más vueltas. Solo esperar que esto acabe cuanto antes.

El primer tiempo fue un monólogo franjirrojo, pero los visitantes defendían con criterio. Los mediocentros de la Balona, eso sí, no eran capaces de contener el esférico, Aridane Santana estaba desaparecido. Era una resistencia numantina. Pero resistencia.

La Balona no disparó a puerta antes del descenso. El Sevilla Atlético tampoco es que encontrase demasiado la vía de agua. Si acaso un disparo de Musa (29') resuelto con un paradón de Ackerman y una sucesión de lanzamientos en el 43' al que los defensas pusieron su cuerpo para interceptar tampoco hubiese pasado nada si hubiesen acabado en gol. Pero vaya el 0-0 del intermedio no era un disparate.

Tras el descanso el filial salió en tromba. Daba la sensación de que más pronto que tarde llegaría el 1-0. Galván, inquieto, veía que el gol no acababa de producirse y movió su banquillo. Arriesgó. Fernández Rivadulla movió ficha. Los albinegros leyeron bien la situación y aprovecharon la desnudez del rival. Un pase magnífico de Joao Pedro (que tiene que jugar por dentro sí o sí) puso a Fran Carbiá delante del portero. Y está contado que es el que más sabe de este negocio en ese vestuario. Le puso muchas dosis de frialdad y batió entre las piernas al meta local.

Y ahí, precisamente ahí, empezó a perder su partido la Balona, que buscó recursos equivocados, en vez de sacar (esta vez sí) a Morcillo para jugar con tres centrales, aunque eso supusiese renunciar a algo en ataque, porque se estaba viendo venir lo que iba a pasar. Tampoco está muy claro por qué quitó a Joao Pedro cuando más estaba interviniendo. ¿Qué el brasileño estaba cansado? Pues que no entrene hasta que salga el Cristo del Mar. Lo cierto es que la Balona se descompuso. También es cierto que es un poco ventajista escribirlo ahora.

Y claro este Sevilla Atlético es mucho Sevilla Atlético. Lejos de temblarle el pulso fue con fe a por un mejor resultado. En un centro lateral (nota mental preguntar ¿por qué permitieron el centro?) falló estrepitosamente Diego Jiménez. Se lo comió. El balón le cayó a Ibra en el borde del área pequeña. Controló y fusiló a Facundo Ackerman.

El fútbol, que es generoso, concedió a los de La Línea la oportunidad del 1-2. Nando Copete controló bien en un contra, pero no se decidió a tirar. Dejó atrás para que disparase Adri Peral y el balón lo vomitó el larguero. Por mucho que sea cansino, ni le da ni tiene fortuna.

El resto se veía venir. Un córner. Lo dicho, un penalti-córner cuando se trata de la Balona. Isla centró de lujo y Ramón Martínez cabeceó a la red. Remató un central. Qué cosa más extraña ¿verdad? A quién se le iba ocurrir perseguirle. Es que... clama al cielo.

Y llegó la jugada del presunto mangazo. El segundo gol anulado a esta Balona en un desenlace en dos semanas consecutivas. Marcó Rafa Ortiz. Palabrita que parece gol legal. Pero... es el Sevilla Atlético y se está jugando el ascenso. Palabras mayores.

Al final la misma historia de siempre. Entre todas la mataron y esta Balona solita se ajustició una vez más. Y ahí anda, mirando para abajo no vaya a ser que... A la que se avecina la llaman Semana de Pasión. Pues anda que la temporadita.

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