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Los Mimbrales, cómo se reconstruye Doñana

El Ministerio de Transición Ecológica transforma una finca de regadíos de naranjo en un monte mediterráneo por donde volverán a bajar los arroyos que nutren al de La Rocina

La ley de regadíos, a la despensa

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Los Mimbrales, cómo se reconstruye Doñana / Antonio Pizarro

Doñana no deja de ser una red capilar de arroyos y pequeños ríos que desembocaban en la marisma, un entramado de hilos de agua que comenzó a ser domesticado y cercenado a mediados del siglo pasado para utilizarlo como fuente de una nueva agricultura de ímpetu desarrollista. Sin que se pueda recuperar la extensión que tuvo en el pasado, un conjunto de actuaciones trata de restaurar ahora el equilibrio hídrico de este espacio natural único en España. La renaturalización de la finca de Los Mimbrales es un ejemplo de esto último, el Ministerio de Transición Ecológica está transformando lo que fue un cultivo de regadío de naranjos de 1.000 hectáreas en un monte mediterráneo donde los arroyos volverán a fluir hasta el de La Rocina, uno de los más importantes de Doñana, el que llena el Charco de la Boca y se sitúa justo al lado de la aldea del Rocío.

Comencemos por el principio: los mimbrales, el nombre. Sin que se pueda certificar al cien por cien, el topónimo hace referencia a una especie de sauce -la sauceda o mimbrera negra-, que es un arbusto poco común, pero propio de los arroyos de esta zona y del que apenas quedan varios ejemplares en esta área. La finca se cultivó hace más de cuatro décadas con naranjos que crecían gracias a una concesión anual de 6,8 hectómetros cúbicos de agua que se extraían del acuífero de Doñana. En concreto de la masa subterránea que se denomina La Rocina, como el arroyo de El Rocío, y que es el día de hoy el que presenta los mayores problemas del espacio natural, tanto por su explotación como por la contaminación por compuestos químicos procedentes de la agricultura.

Buena parte de los cultivos ilegales de frutos rojos se sitúa en esta zona norte de la corona forestal de Doñana, sometida durante más de una década a extracciones tanto fuera de la ley como reguladas. El Ministerio ha cerrado muchos de los ilegales en una campaña que aún durará varios años. La capa freática se encuentra a unos dos metros bajo la superficie de Los Mimbrales.

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Los Mimbrales, cómo se reconstruye Doñana.

6,8 hectómetros cúbicos es mucha agua, tanta que da para abastecer una población de 100.000 personas durante un año y es la cantidad que se bebía este naranjal. Para ello, la finca se atravesó de drenajes, se cegaron los arroyos de Bernabé y del Lobo y el agua sobrante se enviaba al parque nacional por un canal que atravesaba la carretera de El Rocío a Matalascañas en muy malas condiciones. Por resumir el trastorno, el agua dejó de fluir de norte a sur para ir de este a oeste de un modo artificial y en contra de la propia topografía del terreno.

Pero hace una década la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir compró la finca para rescatar la concesión y suspender la extracción de agua. Se pagaron 35 millones de euros, se acabó el riego y lo que ahora está haciendo el Ministerio de Transición Ecológica es renaturalizarla como uno de los hitos del Marco de Actuaciones para Doñana.

El acuífero, una esponja

La finca es hoy una enorme extensión de arena moteada de algunos matorrales donde una decena de máquinas mueven tierra de un lado a otro. Los eucaliptos y las acacias han sido arrancados de raíz, el drenaje artificial está sepultado y lo que las excavadoras están horadando son los nuevos cauces de los arroyos de Bernabé y del Zorro, unas pequeñas depresiones de casi 200 metros de ancho que tienen un doble objetivo. De un lado, que las aguas de lluvia y las que provienen de la cuenca vuelvan a marcar unos cauces de acuerdo con sus caprichos naturales y, de otro, que la amplitud del arenal sirva para retener líquido, de modo que multiplique la absorción por parte del acuífero antes de que se una con el de La Rocina. Una enorme esponja.

Las obras arrancaron a finales de agosto, costarán 5,9 millones de euros, durarán hasta el próximo verano e incluyen varias actuaciones, de tal modo que a la restauración hídrica proseguirá una siembra natural con especies de árboles y arbustos mediterráneos de tal modo que el terreno se acerque a su paisaje original.

Tal como explica Javier Inogés, jefe de servicio de la Dirección General de Biodiversidad, Bosques y Desertificación la intervención deja margen para que, finalmente, sea la propia naturaleza la que encuentre sus propios modos, el trazado exacto de los arroyos lo marcará las lluvias y la vegetación se expandirá a partir de varias isletas donde se sembrarán alcornoques, un conjunto de arbustos que forman lo que se denomina el monte blanco de Doñana y otro, de monte negro.

Habrá dos tipos de manchas alcornocales, una más húmeda, donde el árbol irá a acompañado de madroños y mirtos para el sotobosque y otra, con especies más resistentes como el acebuche y el palmito. La diferencia entre el monte blanco, compuesto de romero, lavanda y sabina, frente a negro, de distintos tipos de brezos, también viene marcada por el agua. Todas componen una suerte de isletas dispersas a partir de la cual la finca irá revegetándose en función de los ritmos naturales.

Conejos y linces

Además se están construyendo unos majanos para que críe la especie que sostiene la cadena trófica del monte mediterráneo, el conejo, al que se ayudará con la siembra de cereales y leguminosas. Si algo le ha faltado a Doñana durante estos últimos años es agua y conejos. La recuperación del lince ibérico no se entiende sin la aportación de este roedor común que es, sin embargo, escaso en el espacio protegido.

Al final, y tal como explica Javier Inogés, el problema del lince no era tanto la necesidad de su biotopo como la falta de este alimento básico. Si el animal ha cazado perdices en estos pinares onubenses era porque le faltaba el conejo. Al día de hoy, el que fuera uno de los felinos más amenazados del planeta se ha extendido por varias comarcas andaluzas, manchegas y extremeñas, incluso en algunas áreas de Portugal en la ribera del Guadiana. El último censo contabilizó en España un total de 2.401 ejemplares, cuyas principales poblaciones fueron las de Sierra Morena y los Montes de Toledo. En ese sentido, el programa de reproducción y reintroducción que arrancó muy cerca de Los Mimbrales, en La Rocina, ha sido un éxito.

La antigua finca de naranjos es ahora un área de linces y de campeo de otra de las joyas de Doñana, el águila imperial. De hecho, la naturalización espontánea avanza tan rápida que ya hay ciervos que visitan cada mañana los primeros matorrales de jaguarzos que han crecido, y milanos reales y buitres leonados que sobrevuelan el área.

Una de las virtudes del proyecto es que recupera la conectividad con Doñana. Al norte y al sur de la finca hay cultivos bajo plásticos, pero al oeste hay un pinar que forma parte del espacio natural protegido. Al este, y tras la carretera de Matalascañas, se encuentra el parque nacional, de modo que la recuperación también unirá ambos entornos. La malla que separaba la finca de sus vecinas ya se está sustituyendo por la que bordea a toda Doñana, apenas tres traviesas horizontales que dejan paso a todos los animales.

El Marco de Actuaciones de Doñana, dotado con 356 millones de euros, persigue la mayor restauración del espacio natural desde su primera declaración hace más de 75 años. La clave de su éxito pasa por la recuperación de cierto equilibrio hídrico que asegure su existencia como zona húmeda. Para ello se va a liberar al acuífero de la extracción de una parte de los regadíos actuales, pero también se recuperarán algunos de los viejos cauces que llevaban agua en superficie al espacio.

De todos estos, el más importante es el viejo cauce del Guadiamar, por donde entraba el 80% de las aguas que nutrían a la marisma. Este trazado aún está por definir, aunque sí se ha actuado en otro de los arroyos de interés, el del Partido. Con unas operaciones que se elevan a 393 millones de euros, el Ministerio de Transición Ecológica contempla que el espacio natural de Doñana recobre el buen estado del acuífero, que es el problema más grave al que se enfrenta el parque.

Además de la restauración ecológica, el Marco de Actuaciones destina casi la misma cantidad de dinero a programas socioeconómicos, al entender que es necesaria la convivencia entre la población y el espacio. Una de las acciones más conocidas es el pago a un grupo de agricultores para que abandonen o reforesten sus tierras.

Aún no se tienen datos del efecto que el desenganche de Los Mimbrales y el cierre de pozos ilegales está teniendo sobre el acuífero, habrá que esperar unos pocos años para comprobarlo, ya que la restauración hídrica es más lenta de lo que se observa en superficie. En ese caso, los efectos de la renaturalización son rápidos y asombrosos, las especies vegetales y animales colonizan los terrenos a la misma velocidad con la que fueron expulsados.

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