Entrevista | Voces de Huelva

Marta Rodríguez: "El racismo es una característica consustancial al ser humano"

  • La antropóloga onubense considera que la base de la conducta racista es el miedo, "una emoción con la que convivimos, pero que no sabemos manejar"

  • Estudia los movimientos migratorios entre México y Estados Unidos, un país en el que la actitud racista está inserta desde su constitución

La lógica que se esconde tras los actos cotidianos, el entendimiento de las estructuras construidas por el ser humano impuestas por procesos de dominación o el por qué de las desigualdades alimentan las investigaciones de la antropóloga Marta Rodríguez. Seducida desde un primer momento por los procesos migratorios, especialmente de niños y adolescentes, la onubense desarrolla una labor investigativa que le ha llevado a rincones del mundo de los que ha quedado prendada, pero también de los que ha sido invitada a reflexionar, a aprender y a compartir sus conocimientos, difundidos en un gran número de aportaciones científicas. 

-¿La antropología fue para usted amor a primera vista?

-La antropóloga Margaret Mead decía que quien no está contento consigo mismo estudia psicología, quien no lo está con el mundo que le rodea estudia psicología, y quien no es feliz con ninguna de las dos, antropología. Me quedo esa definición para mostrar mi amor por una ciencia que permite desmontar los sistemas y estructuras sociales en todas sus dimensiones, económicas, políticas o sociales. Además, te enseña que hay tantas formas de entender el mundo como seres humanos viven en él. La realidad depende de las gafas con las que se mire y la antropología te permite comprender la complejidad y riqueza que te rodean. 

- ¿Considera que es una ciencia conocida por la sociedad?

- Creo que la antropología está muy valorada por la gente que la conoce, pero también es verdad que es común que te pregunten en qué consiste. Incluso hay parte de la sociedad que la confunde con la paleontología. 

- Usted se inclinó por estudiar el fenómeno migratorio en suelo americano. ¿Qué le atrajo?

- La migración siempre me ha llamado mucho la atención y me interesé en ella, sobre todo, cuando estuve investigando en Ecuador. Mi investigación se centra actualmente en las consecuencias de las políticas migratorias estadounidenses sobre la migración y el retorno forzoso de los hijos de migrantes mexicanos, la cual empecé durante el mandado de Trump y la sigo desarrollando con el presidente Biden. Un país como México tiene una historia migratoria muy importante y su relación con Estados Unidos permite estudiar el fenómeno en profundidad. Estudio los desafíos y retos que enfrenta la adolescencia migrante. 

- ¿Es Estados Unidos racista?

- Es un país racista. La llegada de Trump fue el culmen de la ideología racista y antiinmigrante, la expresión máxima, si bien las políticas antiinmigrantes ya se desarrollaban bajo el mandato de Clinton. El racismo está generalizado, principalmente, contra todos los extranjeros que no son europeos con un especial énfasis en los mexicanos, pues es el país desde donde más se emigra, por proximidad geográfica seguramente. De hecho, hay 11 millones de mexicanos en Estados Unidos, de los que nueve son indocumentados.

- Hablaba antes de la relación entre México y Estados Unidos. ¿Cómo la definiría?

- La califico de dependiente y asimétrica. México registra altos niveles de pobreza y la migración es una vía para enfrentar esa pobreza. Y, por otro lado, Estados Unidos depende de su mano de obra barata. Es por ello que existe un doble rasero en el discurso estadounidense sobre los migrantes porque, por un lado es racista y xenófobo y, por otro, recuerda la necesidad de la mano de obra barata, pues la mexicana se explota a muy bajo coste.

- Pero no hablamos de racismo si el país del que proviene el migrante es europeo.

- Lo cierto es que los estadounidenses se sienten superiores a todo el mundo, pero la migración que llega de Europa no es racializada en los mismos términos que la migración que proviene de América latina y, especialmente, de México. 

- ¿Existe una cultura racista que se transmite de padres a hijos?

- El racismo está inserto en el proceso histórico de la constitución del país y se transmite a través de las generaciones. Estados Unidos es un país construido a golpe de migración. Tanto es así, que los pueblos originarios fueron exterminados, por procesos de dominación, y los pocos que quedan se reducen a pequeñas reservas. Existe un ideal sobre la migración, aquel que habla de los europeos ingleses e irlandeses, considerados fundadores de la patria americana. Por ello, la idea racista está en la génesis de lo que hoy conocemos como Estados Unidos. Por tanto, el racismo se transmite por generaciones, está en la sociedad y se maneja mucho en el discurso político, véase el discurso del odio promovido por Trump.

- ¿Qué actitudes racistas ha podido analizar durante su estancia en Estados Unidos?

- En los casos que investigo se dan dos situaciones. Por un lado, los hijos de migrantes mexicanos que nacen en Estados Unidos y, por derecho de suelo, adquieren la ciudadanía norteamericana; y, por otro, los niños y adolescentes que nacen en México y van a Estados Unidos y crecen allí, identificándose con los valores nacionales y con la cultura. Sin embargo, ello no los exime del racismo porque tienen un aspecto físico diferente al de los blancos. El color de piel, la estatura y las facciones, signos evidentes de su ascendencia, son motivos de racismo. En las escuelas les llaman 'latinos' con una connotación despectiva, se les discrimina, se les niega la palabra o el trato e, incluso, se les somete a agresiones verbales. De hecho, el presidente de una asociación migrante me decía: "Pueden pasar 20 generaciones en una familia mexicana que, si no eres blanco, eres discriminado".

- ¿Impide el racismo la convivencia entre mexicanos y estadounidenses?

- Estados Unidos es un país multicultural en el que existen guetos culturales. Los grupos humanos de diferentes características sociales y culturales coexisten, pero no conviven ni se interrelacionan y, de ahí, surgen los guetos culturales que desarrollan su vida en un barrio. La interacción se reduce mínimamente a los ámbitos laborales y escolares y, de hecho, con el contacto intercultural, surgen los conflictos por el racismo o la xenofobia. 

- ¿Y Europa? ¿Es racista?

- El caso europeo es muy similar al estadounidense con la migración que llega de África. Aquí son bienvenidos los migrantes blancos, pero no los que son de otro color de piel o aquellos con un universo cultural diferente de Europeo. Aprecio muchos paralelismos con Estados Unidos.

- ¿Utiliza Europa el racismo como herramienta para conseguir adeptos?

- El discurso del odio es un instrumento muy recurrente de los gobiernos de derechas. El miedo es muy efectivo para controlar a las masas y a la población y, por tanto, es un recurso muy importante en política. El inmigrante se plantea como una amenaza y, si te fijas en las palabras que se emplean a nivel mediático, tienen que ver con invasión, oleada o avalancha. Eso no es casualidad. Es un uso intencionado del lenguaje que determina una emoción, que en este caso es el miedo. A los migrantes se les presentan como criminales que vienen a arrebatar lo nuestro y a alterar nuestra estabilidad.

- Y como antropóloga, ¿cuál es su opinión sobre este tipo de discursos?

- Trabajo con migrantes y, por ello, creo que es un discurso construido con una intencionalidad política muy clara. Desde mi experiencia, garantizo que una persona no deja su país gratuitamente ni por casualidad. Cuando hay riesgos de morir en el trayecto migratorio es porque hay una causa muy fuerte detrás de ello. La desesperación mueve montañas. Cuando hay una situación de pobreza extrema y de violencia insoportable, la persona es capaz de tomar una decisión tan difícil como es el abandono de su hogar para desplazarse a otro país, donde no sabe si su vida será mejor. 

- ¿Los migrantes llegan a ser conscientes de la actitud racista de los países a los que pretenden ir?

- Gracias a las redes migratorias son conscientes de que sufrirán una conducta racista, dado que hay mucha información y comunicación constante. A través de estas redes, acceden a flujos de información y conocen la realidad política, social y económica de los países a los que tratan de emigrar y, aún así, se enfrentan a ello porque la situación en sus países de origen es insoportable.

- Los ucranianos son protagonistas de un gran movimiento migratorio por Europa. ¿Se les recibe igual que los que vienen de otro continente?

- En el caso ucraniano hablamos más de refugio que de migración económica, pues salen como solicitantes de asilo o refugio. Los índices de racismo no son tan elevados porque están en territorio europeo y, sobre todo, porque son blancos. Hay muchos solicitantes de refugio desde países africanos o de Oriente a los que no se les ha tratado igual y, al fin y al cabo, comparten situaciones similares en las que sus vidas corren riesgo.

- ¿No conoce Europa entonces los motivos de por qué una persona de otro continente emigra aquí?

- Europa es muy consciente de las razones. No es un problema de información, sino una cuestión de racismo institucional. 

- ¿Falta humanidad?

- Por supuesto. Muchísima.

- ¿Se atrevería a poner una fecha en la que no exista racismo?

- Me entristece decirlo, pero no creo que se produzca a largo plazo. El racismo es una característica consustancial al ser humano porque la base del racismo está en el miedo, una emoción con la que convivimos, pero que no sabemos manejar.

- ¿Tiene solución esta lacra?

- Lo que falta es educación. Es la base de todos los cambios sociales. No es casualidad que los estados nacionales se hayan valido del sistema educativo para construir un determinado tipo de ciudadano. A través del sistema educativo vienen los cambios y solo eso podría conseguir un mundo más justo.

- Sus investigaciones también le han llevado a Sudamérica.

- Estudié los impactos del reconocimiento del estado ecuatoriano como intercultural y plurinacional en la educación de los pueblos indígenas y, por ello, hice estudios de campo allí. Fue una investigación dura, pero maravillosa. Pude aprender mucho y considero que fue un antes y un después. Era la primera vez que iba a América y aterricé en un sitio con una sociedad y cultura muy diferentes a lo que yo conocía. Conviví con comunidades indígenas y aprendí mucho sobre la capacidad de lucha de estos pueblos, históricamente sometidos al poder colonial.

- ¿Cómo es vivir en una comunidad indígena?

- Tienen una concepción muy diferente de la vida. Viven muy en sintonía con la naturaleza, algo que me llamó mucho la atención, sobre todo, en el ámbito de la educación. Por ejemplo, a los indígenas se les lleva al campo desde que son pequeños y aprenden a contar con las piedras o interiorizan el sentido de la pachamama (madre tierra), concebida como un ser vivo al que le agradecen por estar vivos y los que se les da. 

- Una anécdota con la que se quede.

- Puedo contar una que me llamó mucho la atención.  A un niño pequeño le cayó una rama en la cabeza y, en vez de berrear y molestarse, dijo que la madre tierra le había acariciado. Estaba muy feliz por la comunión que guardan con la naturaleza. 

- ¿Podría destacar alguna de sus aportaciones científicas?

- Una de ellas desmonta la idea adultocéntrica, unívoca y simplista de las niñas, niños y adolescentes como seres pasivos y dependientes, y como exclusivo objeto de cuidado. Desde el enfoque del adultocentrimos, los niños y adolescentes son representados como personas que no saben, no pueden y tienen falta de madurez porque no se han desarrollado. Por contra, es constatable que, tanto en España como en América, existen multitud de niños y adolescentes incorporados al trabajo en muy distintas formas: los que desarrollan migraciones económicas; los que trabajan de manera informal pero remunerada; los que compatibilizan la actividad académica con el trabajo para proveerse de recursos monetarios a sí mismos y a sus familias; o los que trabajan dentro del propio negocio familiar aportando activamente a la economía del grupo doméstico. Esto desmonta la idea que viene decir que son objeto de cuidado de los adultos cuando, en ocasiones, es al revés. Otra aportación importante es la relacionada con la violencia sistémica que sufren los sujetos considerados diferentes, muchas veces racializados, y que las estructuras de poder político-económico y la sociedad hegemónica misma construyen como, entre comillas, “los otros”, inferiorizados, marginados, excluidos, en definitiva, discriminados. Una violencia sistémica que se materializa en la conculcación de sus derechos humanos y de sus derechos como ciudadanos, pero también de sus derechos como niñas, niños y adolescentes, y en su caso, como miembros de pueblos y naciones indígenas; una violencia que se manifiesta en la conculcación de sus derechos de salud y educación, pero también en el derecho a disfrutar de la vida en familia, en el derecho a no pasar miedo o vergüenza por su condición étnica o/y migratoria, etc., en definitiva, el derecho a una vida digna, libre de violencia, de violencia sistémica.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios