¡Bienvenida la competencia en la Alta Velocidad!
La Aldaba
Ojalá mejoren los servicios, sobre todo la puntualidad, y recuperemos el estilo de tren que perdimos con la crisis
Los días en que al sevillano todo le sobra
LOS trenes de Alta Velocidad han pasado en veinticinco años de cierto glamour a una evidente chabacanería. Es uno de los casos más flagrantes de degradación de un servicio que se caracterizaba por la puntualidad y por ofrecer tres tipos de ambientes, todos de calidad: Turista, Preferente y Club Al Andalus. En los años noventa y hasta la crisis de 2008, viajar en AVE era sinónimo de calidad, incluido si se hacía en la opción más económica. Era un tren que igualaba por arriba, nunca por abajo. Entonces sólo tenía un fallo:la carta matinal del vagón cafetería carecía del muy cardiosaludable pan con aceite de oliva virgen extra. Tenías que jamarte un plúmbeo sandwich mixto o un bocadillo de lomo con pimientos. Hoy, por fortuna, se puede desayunar como Dios manda y el médico recomienda. Dicen que el AVE fue la gran apuesta de Felipe González por el Sur, para que no nos quedáramos descolgados más tiempo del resto de España. ¿Por qué este tren ha perdido el timbre de gloria de la puntualidad y en demasiadas ocasiones hay trayectos que se hacen especialmente insufribles al tener que soportar conductas incívicas? Tal vez un vagón de tren es el espejo de la sociedad de cada momento.
El AVE es un sitio idóneo para comprobar el imperio de la mala educación. Pocos parecen pensar en el prójimo, en la posibilidad de estar molestando al de al lado con un reproductor a toda potencia, con los pies desnudos en lo alto de otro asiento o comiendo (rumiando en muchos casos) sin decoro alguno. No digamos ya las voces altas, que buena prueba de cuanto decimos es la oferta de vagones silenciosos. Ojalá tenga suerte el nuevo tren de alta velocidad de la empresa Iryo. La competencia siempre es saludable y obliga a repensar las ofertas. No se trata de beber como cosacos en el tren ni de pegarse homenajes pantagruélicos, sino simplemente de llegar al destino a la hora marcada e ir cómodos y tranquilos, sin necesidad de sufrir aseos sucios como las letrinas de una sala de fiestas en Nochevieja ni de sentirnos agredidos por comportamientos que debieran estar reprobados. Las empresas no están para reeducar, pero sí para garantizar unas condiciones dignas de salubridad y confort para todos.
Esperemos que ahora se produzcan mejoras que nos hagan revivir aquellos trenes que eran puntuales como el comienzo de una corrida de toros y donde los viajeros de Turista nos sentíamos muy bien atendidos, con derecho a auriculares y al “caramelito” en bandeja de mimbre. Una vez oí a un azafato reprender a un viajero: “Oiga, coja solo uno, por favor”. Hoy no se le podría llamar la atención a nadie. Ahí empezó la degradación, en coger los caramelitos a puñados.
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