Un zahorí en el Acebuchal y hospicianos para Cuba
EL SEXENIO DEMOCRÁTICO EN ALGECIRAS (1868-1874)
Una falsa noticia muy lesiva para los intereses de la comarca se difunde con gran rapidez: “Fiebre amarilla en el Campo de Gibraltar”
"Gibraltar sería tan pobre como su vecina Algeciras"

Algeciras/Mientras que los políticos de entonces no afrontaban la tan necesaria receta económica para la comarca, los contrabandistas de la zona se preparaban sus propios platos dando, como es lógico, trabajo a las embarcaciones del Resguardo pertenecientes a la sección algecireña: “La barquilla del pontón Algeciras, aprehendió en los arrecifes de Paredones una barquilla con 3 bultos de tabaco. La escampavía Tritón de la sección de Algeciras, capturó en los arrecifes de Punta Carnero una barquilla con 23 bultos de tabaco. La escampavía Insistente, apresó en la misma noche en la playa entre la Atunara y castillo de Santa Bárbara una barquilla con 16 bultos del mismo artículo”.
La necesidad y el olvido institucional empujaban -en la mayoría de los casos- a los más humildes a la ilegalidad mientras que otros vecinos de nuestra ciudad mejor tratados por la providencia reglaban “como Dios manda y sus posibles” sus actos, como así le aconteció a “Don Bonifacio de Arcos y González, comandante graduado de Ynfantería, vecino de esta, propietario de dos suertes en el sitio de las Campanilla, término municipal de la villa de Casares [...] concede representación al Sr. D. Juan Pérez de Vargas y Salas, abogado de la Nación y vecino de dicha Villa para que en su nombre pueda enajenarlas”.
Del mismo modo y siguiendo la legalidad establecida, igualmente actuó “Don Rafael de Muro y Trujillo, del comercio y de este domicilio, quién en 15 de Agosto de este año (1870) recibió de Dña. Francisca Blanco y Álvarez, propietaria y vecina de Granada, autorizada por su marido D. Francisco Arnau y Navarro, de profesión perito hidróscopo (zahorí), el arrendamiento de diversas fincas situadas en esta ciudad, entre las cuales se comprendió una hacienda en el Acebuchal, de éste término de 24 fanegas; lindera por el Sur con las que fueron de D. Pedro Joarizty, Norte con otra de D. Antonio Ortega, Levante con Dña. Catalina Gamito y Poniente con las de D. Nicolás Gras, que dicho arrendamiento se hizo por cuatro años al precio, cada uno, de 250 pesetas. Conviniendo a ambos rescindir tal mutua obligación [...] la declaran nula y sin objeto”. La citada señora Blanco Álvarez, posteriormente y con la debida licencia de su zahorí marido, aceptó “el préstamo de mil pesetas del vecino y propietario de Algeciras, D. Joaquín Acuña Cortegozo, con 360 pesetas por razón de intereses ha de satisfacerlas en un plazo de 3 años [...] quedando obligadas como anticipo las rentas que produzcan las tierras propiedad de la deudora (como la referida hacienda de la Acebuchal), en este periodo; y si esto no bastare, las de la casa principal situada en la calle Ancha, cuando se alquile”.
Coincidente con la administración de su patrimonio por parte de la diligente señora Blanco Álvarez, los no menos voluntariosos dirigentes progresistas de la provincia en aquel décimo mes de 1870 proceden para favorecer la economía de la zona a “Aprobar la subasta del fruto de la bellota de los montes comunes del Campo de Gibraltar, por el año corriente”. La falta de ideas e inversión en la comarca, gozando tan generosamente del tan rico producto y tan subastado para el exterior, se observa en el siguiente y simple ejemplo: “Aceite de Bellotas. Es utilísimo al Ejército en campaña, á los cazadores, viajeros y á todo jefe de casa, por ser el primer bálsamo de la tierra que cura sin dolor y rápidamente las heridas, quemaduras, cólicos, contusiones, etc. Fabricado en Madrid, calle de las Tres Cruces, núm. 1; y en las farmacias de los doctores: Ulzurro, Simón, Lomana y Montero. Puntos de venta parciales [...] Algeciras, farmacia de Utor (ubicada en la calle Larga, 52 ) y farmacia de Reina (situada en la también calle Larga, esquina Carretas)”. Pocos años después, a la infrautilización comercial de la bellota, le seguiría la también pésima visión industrial del corcho.
En la misma sesión se comentó, sobre el siempre presente asunto de las odiadas quintas, la siguiente reclamación hecha por Gobernador Militar, resolviéndose: “Comunicar orden al Ynspector de Beneficencia para que explore la voluntad de los acogidos en el Hospicio por si algunos de ellos desea pasar al servicio de las armas en el ejército de Cuba, si bien antes de proceder á la filiación deberá consultar la voluntad de los padres ó personas allegadas, á los dichos albergados”. Sin duda, la negativa de los ayuntamientos de la provincia, incluido lógicamente el de Algeciras, a colaborar en las operaciones de reclutamiento estaba obligando a las autoridades militares a acudir a estos centros de acogidas de jóvenes mozos, muchos de ellos sin pasado y la mayoría con un muy difícil futuro.
La situación del Ejército en aquellos momentos bien se puede calificar de compleja. El gobierno de Prim siempre procuró no politizar los cuarteles, para lo cual aprobó dos meses después del estallido de La Gloriosa, concretamente el 6 de noviembre del 68, la prohibición del Asociacionismo en el Ejército. El sentimiento antimilitarista de los federales y el desprecio del generalato hacia estos, creaba un peligroso caldo de cultivo. Recordemos que además de defender los partidos democráticos la supresión de las quintas, también aspiraban a sustituir al Ejército por milicias. Se calcula que los llamados Voluntarios por la Libertad se habían armado con 40.000 fusiles tomados de los cuarteles; para facilitar el desarme el gobierno decretó la entrega de una recompensa económica para quién devolviera el arma, dicha medida solo se aplicó en unas pocas capitales de provincia, por lo que la medida no resultó ser nada efectiva.
La negativa de entregar las armas comenzó en Cádiz -siguiendo El Puerto de Santa María, Málaga, Béjar, Sevilla, Gandía, Badajoz, o Tarragona- teniendo como protagonistas del enfrentamiento en la capital de la provincia al federalista Fermín Salvoechea y al Comandante militar de la plaza, convirtiéndose en uno de los más graves sucesos de la recién proclamada revolución. Fue necesario el envío de tropas para reducir a los seguidores de Bigote, apodo dado, al parecer, al popular político gaditano. La dura inclemencia del tiempo el día que Salvoechea fue enterrado (29 de septiembre de 1907) dio lugar, según algunos autores, a la frase “Llueve más que el día que enterraron a Bigote”. Si bien otros adjudican el “dicho” al entierro de personajes como el también vecino de Cádiz Casimiro Vigodet, héroe de Trafalgar, fallecido durante el Sexenio Democrático, el 2 de enero de 1872, y cuyo entierro también, al igual que el de Salvoechea, fue acompañado de una fuerte lluvia.
De regreso a la pésima realidad militar en 1870, la pobre visión política hacia el Ejército se fundamentaba, como así refieren no pocos autores, en “mantener la ineficacia técnica y el mal porvenir profesional”. Las únicas ideas de reformas que se hacen públicas las realiza mediante un folleto que se pone a la venta en una librería de la madrileña calle de Carretas y al precio de 3 reales el ejemplar, el republicano y militar Victoriano Ametller y Villademunt, de quién se decía que “lo que perdía con la pluma lo ganaba con la espada”.
Por aquellos días de malestar militar ante la falta de las tan necesarias reformas, los correligionarios algecireños del brigadier Ametller y Villademunt, a la sazón también diputado nacional, junto a los del Campo de Gibraltar y resto de la provincia organizaron la asamblea republicana federal. “La asamblea republicana federal de Cádiz ha celebrado cuatro sesiones en los días 1º y 2º del corriente mes de octubre. Han concurrido á dichas sesiones cuarenta y seis representantes, y han estado representados los pueblos siguientes: Algar [...] Algeciras, Los Barrios, Ceuta, La Línea, San Roque, Tarifa [...] y Vejer. Los representantes que asistieron se ocuparon detenidamente de los asuntos concernientes á las próximas elecciones de diputados provinciales y ayuntamientos, combinando los medios para que, empleando todos los recursos legales, consiga el partido republicano en la contienda la más completa victoria. También ocupó una gran parte de los debates el modo de perfeccionar cada día más la organización del partido, para quién seguramente está reservado el porvenir. Por nuestra parte esperamos mucho del patriotismo y amor á la idea que distinguen á todos los republicanos que constituyen dicha asamblea provincial. Antes de disolverse ésta, nombró una comisión permanente, la cual se halla constituida de esta forma. Presidente José María Duque y Gómez. Vice-presidente, Diego Carrasco y Romero. Vocales, José Jiménez Mena, José Parrado, Manuel Mayol, Ricardo Bueno y Manuel Coli. Secretarios, Julio Grimadil y José Ceballos”.
Por aquellos días se publica el siguiente análisis de los candidatos: “Hemos recibido datos bastantes para conocer y apreciar el verdadero estado de la ciudad de Algeciras enlo relativo á la cuestión electoral. Los federales han acordado votar la siguiente candidatura: D. Pedro Marín Cortés. Es un honrado artesano que se ha hecho buen lugar entre sus correligionarios por su fogosidad. D. Antonio Armenta licenciado del Ejército, y debido á su aplicación ocupa hoy dignamente una cátedra de latínen el colegio de Algeciras. No tiene gran importancia en el partido federal y creemos que no recibirá los votos que el Sr. Marín. El partido progresista democrático, celebró reunión y acordó apoyar la candidatura de nuestro amigo el Sr. D. Juan Duarte, del comercio y actualmente diputado provincial por aquel distrito. El otro candidato liberal-monárquico, es D. Francisco España y Pardo, muy apreciado en la localidad, goza de buena reputación política, y de una franca independencia”.
Tras tan exhaustivo análisis y al mismo tiempo que los republicanos se preparan fuertemente para los futuros comicios a fin de “asaltar los cielo”, como bien diría otro popular republicano de larga coleta 143 años después, una falsa noticia muy lesiva para los intereses de la comarca se difunde con gran rapidez: “Fiebre amarilla en el Campo de Gibraltar”. Ante la inseguridad generada se produjo la siguiente comunicación: “Un telegrama expedido por el gobernador de Cádiz al de Málaga manifiesta que es falso cuanto se ha dicho sobre la aparición de la fiebre amarilla en San Roque y Algeciras”.
Mientras las autoridades intentan atajar los efectos de tan malévolo rumor, otros vecinos de Algeciras, y en defensa de sus bienes, como “Isabel Jiménez Benítez, viuda de Juan López y de 80 años de edad; Alonso Delgado Jiménez, de 53 años, del Campo; Juana Guerro Jiménez, sirvienta; y Juan Estuprani Barrera, de 61 años, de profesión aguador [...] le otorgan toda la representación necesaria a Yldefonso López Jiménez e hijo de la octogenaria nombrada en primer lugar, para que proceda a la venta de casa y tierras que fueron viñas en el término municipal de Benadalid”. Y mientras estos vecinos disponían de sus bienes, desgraciadamente para la comarca y como tantas veces aconteciera en el reciente pasado, pronto el temible y terrible rumor sobre el brote epidémico adquiriría la condición de realidad.
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