La maqbara del Fuerte de Santiago
Adelanto editorial del número 50 de la revista 'Almoraima'
El número 50 de la revista ‘Almoraima’ recoge un artículo que repasa la historia del lugar de Algeciras que fue un cementerio andalusí y ahora alberga el Centro Documental

El próximo jueves, 2 de mayo, el Instituto de Estudios Campogibraltareños presenta el número 50 de Almoraima. Revista de Estudios Campogibraltareños, que presenta un completo rediseño y nuevo formato, ya que a partir de ahora no será de un solo tema, sino que se publican artículos de las distintas secciones del IECG. A continuación, les ofrecemos el resumen del artículo sobre arqueología escrito por Urbano López Ruiz y Jesús Martín Caraballo titulado De cementerio andalusí a centro documental: La maqbara de Fuerte de Santiago. Mil años de huesos, armas y libros.
En los meses finales del año 2010 e inicios del siguiente, y con motivo de la construcción del Centro Documental José Luis Cano, se llevó a cabo una intervención arqueológica en los terrenos que ocuparon el antiguo cuartel de Artillería Fuerte de Santiago. una gran parcela situada al norte del casco histórico de Algeciras. Los objetivos marcados para esta intervención fueron los habituales para una excavación arqueológica, como comprobar la secuencia de fases de ocupación y la delimitación topográfica de los diferentes niveles de uso del espacio, y otros más específicos para esta parcela, dados los resultados de otras intervenciones previas realizadas en la zona, como la confirmación de la extensión de la necrópolis en el solar, su organización, ritual empleado, las características poblacionales de los inhumados (sexo, altura y edad de la muerte) y definir los aspectos paleopatológicos identificables. Igualmente, resultaba interesante comprobar cómo afectó a esta zona de la parcela el cerco de Alfonso XI a la ciudad, su uso en época moderna, y las instalaciones militares del fuerte de Santiago y el posterior acuartelamiento de Artillería, a los restos del cementerio musulmán.
La maqbara de fuerte de Santiago
Esta maqbara, a la que también podemos denominar como “cementerio islámico de la Puerta de Gibraltar”, por situarse frente a esta entrada al recinto defensivo de la ciudad, ha sido objeto de varias campañas de excavación a lo largo de más de 15 años. La maqbara responde a los cánones clásicos del mundo islámico, al situarse extramuros, próxima a cursos o fuentes de agua y de fácil acceso, tanto desde la ciudad como de las vías de comunicación más próximas, en este caso, el camino que se dirigía desde Algeciras a Gibraltar.

No tenemos datos a día de hoy para fechar los restos más antiguos de este cementerio en momentos previos a la ocupación almohade de al-Andalus, aunque no sería descabellado adelantar la fundación de la maqbara a fechas anteriores, quizás a los siglos X-XI, en virtud a los materiales cerámicos más antiguos recuperados, y en especial, para la zona más cercana a la madina. El ritual de enterramiento es el habitual y ortodoxo del mundo funerario islámico, con el cuerpo amortajado, en posición decúbito lateral derecho, con las extremidades inferiores semiflexionadas; la orientación del cadáver es mayoritariamente NE (pies)–SO (cabeza), con los ojos apuntando al SE, hacia La Meca.
La fase I, fundacional del cementerio, o Maqbara I, ha sido detectada en todas las campañas de excavación previas y también en la que aquí nos ocupa. Se caracteriza por la apertura de las fosas en niveles de arenas muy limpias, que a su vez cubren parcialmente el substrato geológico de arcillas pliocenas terciarias, en el cual también se abren directamente algunos enterramientos. En total se recuperaron 137 individuos en las cinco campañas previas, en tumbas de configuración muy heterogénea, mayoritariamente fosas simples (casi el 68% del total), aunque con diferentes tipos de cubierta, además de algunos casos de encintados de las fosas, mqabriyyas y osarios.
Durante la primera fase de nuestra campaña de excavación fue detectada una fosa rellena de mampuestos y fragmentos cerámicos que podrían corresponder a una etapa previa a esta fase fundacional del cementerio. Estos materiales aún se encuentran en estudio, aunque podrían aportar un valor fundamental a la hora de datar el inicio de la ocupación antrópica de este sector de Algecira. La reciente séptima campaña de excavaciones en fuerte de Santiago constató una ocupación efectiva en esta zona en épocas previas al establecimiento del cementerio, quizás vinculada a la explotación agrícola del terreno, o bien, relacionada con la vía terrestre que conectaba Algeciras con el arco de su Bahía desde la Antigüedad.
La fase II o Maqbara II, a diferencia de la anterior, presenta una ocupación muy intensa del cementerio en cuanto al número de enterramientos, estructura, y en general, a su dinámica estratigráfica. Contamos con algo más de 1.100 enterramientos (casi la mitad, correspondientes a nuestra sexta campaña), con una mayoría evidente de inhumaciones en fosas simples (90%) que responde a los preceptos islámicos en cuanto a deposición y orientación, destacando la abundancia de clavos, escuadras, tachuelas y otros elementos metálicos que nos estarían hablando del uso habitual de parihuelas y/o ataúdes en la deposición de los cadáveres. Éstos, en ocasiones, cuentan con calzos para evitar los desplazamientos del cuerpo en estos últimos espacios aeróbicos. Entre los materiales arqueológicos recuperados, los más espectaculares son las estelas funerarias, que en el caso de esta sexta campaña, fueron recogidas en un número muy considerable, desapareciendo del registro de techo a muro, llegando a desaparecer en las subfases más tempranas de esta Maqbara II.
La cronología de esta Maqbara II sigue siendo imprecisa, fechándose desde mediados del siglo XIII y mediados del XIV, es decir, bajo dominio meriní de la ciudad. La fase III, la mas reciente y con la que acaba la vida de este cementerio, solo aparece en un sondeo realizado en la cuarta campana de excavación.
Con la conquista de Algeciras por parte de Alfonso XI en 1344 acabaría el uso de este cementerio andalusí, iniciándose su amortización durante el mismo asedio o durante el escaso tiempo que la ciudad estuvo en manos cristianas (1344- 1369), detectando fosas y vertidos de material cerámico de origen eminentemente cristiano, como las características cerámicas “tipo Paterna”.
La huella militar del fuerte de Santiago
Tras el abandono de la ciudad, este sector septentrional de la antigua Algeciras quedaría a merced del paso del tiempo, y aunque debía pasar por el entorno el camino costero que llevaba a Gibraltar, la ocupación antrópica se limitaría al uso del terreno como zona de huertas y pastoreo, o simplemente estaría cubierta de vegetación salvaje.
El anhelo borbónico de recuperar la plaza tomada por los ingleses supuso la puesta en marcha, con mayor o menor éxito, de la construcción de fortificaciones y campañas militares que buscaban la asfixia, o directamente la conquista de Gibraltar. En estos planes de la primera mitad del siglo XVIII tenían papel principal la fortificación de la línea de costa, y Algeciras fue uno de los emplazamientos elegidos. De esta manera, al norte de la incipiente población se levantaría un fuerte o batería provisional, aprovechando un saliente en la línea de costa, que se denominó fuerte de Santiago, y que no fue permanente hasta fines del siglo XVIII.
Durante la Guerra de la Independencia, las tropas francesas y después nuestros aliados ingleses arrasaron esta batería hasta dejarla prácticamente inactiva. Reconstruido a duras penas, en 1821 se encontraba en estado ruinoso. En los años siguientes, el fuerte se sometió a una profunda remodelación, tras la cual quedó su configuración tal y como la conocemos hoy día por la planimetría conservada de la segunda mitad del siglo XIX. En 1878 se inicia la conversión de los terrenos circundantes de jardines, huertas y campos de instrucción del cuartel de Infantería del Calvario en el acuartelamiento de Artillería del fuerte de Santiago, extendiéndose desde el extremo oriental de la loma, hacia el oeste, en dirección a la actual avenida Capitán Ontañón. El cuartel, con diferentes reformas y adaptaciones, se mantuvo en uso hasta el año 2000, cuando el Ministerio de Defensa cede las instalaciones al Ayuntamiento de Algeciras.
A partir de 2001 se produjo la sistemática destrucción de la batería y su entorno, con motivo de la construcción de varios bloques de viviendas. Todavía en 2003, durante la quinta campaña de excavaciones del cementerio musulmán, se documentaron los restos del muro perimetral del fuerte y del foso que rodeaba el recinto, colmatado a fines del siglo XIX durante el proceso de expansión del acuartelamiento. Sólo la huella fosilizada en el urbanismo de la zona, de parte del polígono que formaba la batería a la barbeta, y del muro del parapeto de la batería atronerada, semiescondido entre la abundante vegetación del acantilado, quedan como testigos de este “ex-BIC” destruido con el consentimiento de diferentes administraciones públicas.
Se hallaron unas estructuras en el sector SE de la excavación, bajo un barracón de mediados del siglo XX, y a una cota media de 16,67 m.s.n.m. Se trata unos muros muy arrasados, conservados a nivel de cimentación, elaborados en fábrica de mampuestos y ladrillos trabados con mortero de cal y bien regularizados. De esta estancia, con orientación S-N, se conservaban tres caras, con ángulo recto al NE y formando una U invertida, encontrándose el lateral S casi desaparecido. Es posible que esta estructura responda a uno de los barracones construidos durante el siglo XIX, consecuencia de las sucesivas ampliaciones y reformas del cuartel de Artillería. Más dificultad de interpretación presenta un pavimento de mampuestos planos y aspecto tosco, escasamente conservado por la construcción del barracón antes mencionado, y que debería corresponder a algún tipo de infraestructura del entorno del fuerte del siglo XVIII, o de su reforma a inicios del siglo XIX.
De espacio marginal a lugar de encuentro cultural
Todas estas aportaciones habrían sido imposibles sin el proyecto de construcción del Centro Documental, que motivó la realización de la excavación arqueológica. Un edificio para la cultura de Algeciras, que permitió documentar y/o recuperar un interesante patrimonio arqueológico, y que ha contribuido a “urbanizar” y acercar al centro histórico de Algeciras esta zona hasta hace poco al margen de la vida social algecireña por su condición de suelo militar.

Durante nuestra sexta campaña de excavación pudimos constatar los restos de la última fase de ocupación antrópica de esta parcela, como Parque de Artillería – Fuerte de Santiago, con inicio del expediente constructivo probablemente en el siglo XVIII, y sin interrupción, hasta fines del siglo XX, quedando demostradas numerosas reformas que se explican en la intensa vida que tuvo el cuartel, desde un pequeño fuerte costero hasta convertirlo en un gran complejo militar. Si seguimos profundizando, nos encontramos un hiato ocupacional que corresponde a los siglos de silencio de la ciudad, tras su destrucción y abandono en el siglo XIV.
Durante esta etapa, los terrenos del cortijo del Calvario a los que pertenecía el solar objeto de nuestra intervención se dedicarían por igual a zonas de cultivo, huertas, jardines y campos de instrucción del cercano cuartel de Infantería. Quizás este abandono se debía al uso funerario previo por parte de la población yazirí de esta zona extramuros de la ciudad, y por la que probablemente el cortijo y sus tierras tomaron el nombre de Calvario.
En la sexta campaña constatamos el grado de afección de las instalaciones militares en el cementerio andalusí, pero debido a lo extenso del sector intervenido y a la cota de afección fue posible alcanzar un nivel de conocimiento muy importante sobre esta maqbara, en sintonía a lo ya estudiado en las campañas previas de excavación en el fuerte de Santiago. Así, se pudo confirmar la existencia de cierta ordenación espacial del cementerio; también se constataron agrupaciones de tumbas en “panteones”, que en el caso que nos ocupa se manifiestan en pequeñas edificaciones en cuyo interior se disponían algunos enterramientos, y en torno a los cuales, en su exterior, se distribuían otros; por último, se recuperaron materiales arqueológicos de gran interés para conocer el ritual funerario presente en el cementerio, que evidencia su evolución a través de los siglos, y sobre todo, de las diferentes ramas religiosas y étnicas musulmanas enterradas en la maqbara.
Y cómo no, mencionar los 560 individuos recuperados, el mayor número alcanzado hasta ese momento por las campañas de excavación realizadas en el cementerio. Ruptura o continuidad, sólo un análisis más profundo del registro arqueológico, estratigráfico y material de este cementerio podría evidenciar qué tipos de vinculaciones y procesos tuvieron lugar para que se produjera la amortización del cementerio almohade, y el nacimiento de la maqbara meriní.
Para proseguir el proyecto arquitectónico, ahora mismo, en el Centro Documental, nada recuerda que en ese solar hubo un patrimonio preexistente que desapareció para permitir que fluya la cultura. Una circunstancia que se repite en el solar vecino, objeto de la intervención arqueológica de la séptima campaña, con resultados iguales o incluso más interesantes en cuanto a la dinámica de ocupación de este espacio, y que hoy acoge el edificio I+D+i del Campus Tecnológico de la Universidad de Cádiz.
Si bien esta circunstancia suele ser habitual en las construcciones que se realizan tras llevar a cabo una intervención arqueológica, resulta paradójico que en unos edificios dedicados a la cultura y a la educación no se instruya a aquellos que lo visitan sobre el pasado del lugar en el que se asientan. Ningún cartel recuerda no ya la existencia de un cementerio andalusí, lejano en lo histórico, sino que tampoco encontramos ninguna referencia al pasado militar de estas parcelas, más allá de los nombres de vías públicas del entorno, como la calle Fuerte de Santiago o la plaza Próspero de Verboom.
Es éste un mal endémico de nuestra ciudad, Algeciras, que durante el siglo XX vio cómo perdía, uno tras otro, edificios significativos de su historia, sin que nadie hiciera nada por ellos, en defensa del “progreso y futuro” de la ciudad. Algo parecido, pero ya en el siglo XXI, sucedió con la destrucción del fuerte de Santiago, ignorando con esta acción que la repoblación de Algeciras en el siglo XVIII se debió, en gran parte, a su estratégica ubicación en la Bahía, y por tanto, a la militarización del espacio que requería esta localización frente al enemigo británico en Gibraltar.
Los fuertes de Isla Verde y de Santiago sirvieron lealmente a una ciudad que acabó arrasándolos y olvidándose de ellos, a pesar de deberles tanto. Las administraciones competentes no hicieron nada por proteger este patrimonio que constituía el fuerte de Santiago, al que parte de la sociedad puede achacar su “ausencia de antigüedad”, y sobre todo, el hoy denostado carácter castrense de estas edificaciones. Pero sí que carece de toda lógica la excavación parcial del cementerio en las primeras campañas, con el beneplácito de las instituciones públicas, sin duda para no “interrumpir” ese progreso que constituía la construcción de bloques de viviendas, con el engorro de realizar estudios arqueológicos. Con ello evitaron no sólo la investigación científica de uno de los cementerios andalusíes más grandes la península ibérica, sino que también evitaron a la población de la Algeciras actual conocer aspectos de la vida de otros algecireños que habitaron muchos siglos antes esta ciudad, y a los que la barbarie especulativa nos ha privado de su memoria.
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