Campo Chico

Razón y fe, y el pregón de la Semana Santa de Algeciras de 1985

  • Esta tierra ha dado tanto, que no nos parece ya nuestro lo que, sin la menor duda, es completamente nuestro

  • Algeciras es una especie de recinto amurallado que preserva mi corazón de influencias no deseadas

El saludo tras el pregón de Semana Santa de 1985.

El saludo tras el pregón de Semana Santa de 1985.

No hay discordancia entre Razón y Fe: esos dos mecanismos intelectivos son conjugables y hasta concordantes. Es la libertad que Dios ha insertado en la naturaleza humana, la que nos impone una metodología independiente de supuestos de Fe: la libertad y el respeto que nos debemos y debemos guardar hacia los otros. Hay algo más, diremos sin dilación ante cualquier razonamiento que trate de acercarnos al misterio de la Vida, que intente darnos una idea del infinito, del Cosmos, de la expansión del Universo, de sus primeros balbuceos, de su evolución, de la variedad incontable de formas y de especies y de la variedad indescriptible de genotipos frutos de un número inimaginable de combinaciones genéticas y de factores emergentes.

Dios creó el Universo y después creó al hombre. La Razón aconseja admitirlo porque la Razón no puede explicarlo, le faltan datos, le faltan detalles y le faltarán siempre porque la Razón, si no recurre a la Fe, no puede llegar ni al principio ni al fin de las cosas. En un determinado instante Dios tomó la misteriosa, pero razonable decisión de crear al hombre y lo hizo, no podría ser de otro modo, “a su imagen y semejanza”. Eso sí, nos dio una pista para saber cómo es él y además nos anunció que si la vida apareciera en otro lugar del Universo, las personas no podrían ser muy diferentes de las del planeta Tierra: también habrían sido creadas por Dios a su imagen y semejanza. En este caso la Fe nos proporciona una información que la Razón está muy lejos de obtener si prescinde de Dios. Cuando Jesús aparece en la escena en la que va a desarrollarse su proceso y condena a muerte en la cruz, la gente se pregunta por Él como lo haríamos hoy por un paisano nuestro que de pronto apareciera como un personaje relevante. Incluso –señala Joseph Ratzinger– alguien se cuestiona diciendo: ¿De Nazaret puede salir algo bueno?

La calle es el escenario

Es esa realidad centrada en la misión de la venida de Jesús, la que va a ser representada por las calles de nuestras ciudades. A nosotros nos corresponde sugerir a todos que acudan a presenciar escenas de la Pasión detenidas por los artistas, cantadas por nuestra gente y adornadas con una música que no es solamente de cadencia religiosa, sino que además está enriquecida por el duende y el misterio del alma andaluza. Porque, de verdad, créanme ustedes, esta tierra nuestra ha dado tanto a España, tanto al mundo, que apenas si nos parece ya completamente nuestro lo que, sin la menor duda, es completamente nuestro.

El pregón de la Semana Santa de Algeciras de 1985. El pregón de la Semana Santa de Algeciras de 1985.

El pregón de la Semana Santa de Algeciras de 1985.

Hace ya casi cuatro décadas, en 1985, pregoné la Semana Santa de Algeciras. El pregón tuvo lugar en la Casa Salesiana, la casa de los que rehicieron una semana santa destruida, borrada de su hondísima tradición popular, por la bestialidad de los enemigos de la libertad. Poco a poco, aquellos curas nos fueron devolviendo lo que nos pertenecía, unos modos que habían sido adoptados libremente y que el salvajismo del que algunos hombres son capaces, devastó con la imposible intención de eliminarlo para siempre.

Volvieron a sacar los tronos, reinstalaron las notas de la música sacra andaluza y acometieron la tarea de Don Bosco, acudiendo a su “sistema preventivo”. Llegaron a los colegios y a mi queridísimo Instituto y se empeñaron en hacernos personas más allá de nuestros instintos animales. Tendrán ustedes que perdonar esta alusión interesada, pues esa gente salesiana, silenciosa, callada, está sembrando el mundo de generosidad y de amor, de comprensión y de tolerancia. Ellos fueron los que nos devolvieron la dignidad y el sentimiento profundo de nuestra individualidad y de la verdadera libertad, que no es sino la que se basa en el respeto a sí mismo y a nuestros semejantes, en el cuidado de nuestro entorno y en la comprensión de las debilidades de la naturaleza humana.

El recuerdo de aquel sentido pregón en el que hablaba de Algeciras y de su Semana Santa, me permite ahora valorar el trabajo y la devoción de nuestros paisanos cofrades, de nuestra gente, del pueblo, en general, de Algeciras. Me lamentaba en él de que no saliera La Columna, de que el hospital de La Caridad sufriera un largo abandono, de que los desfiles procesionales estuviesen poco concurridos, de que nos faltaran costaleros por todas partes y de otras muchas deficiencias y desidias que hoy, gracias a Dios, quedan muy lejanas.

La Marina en 1945. La Marina en 1945.

La Marina en 1945.

La carrera oficial

Aquel año se instaló una tribuna de autoridades al borde del lado de levante, de la Plaza Alta. No se podía evitar estar ahí esperando a que pasara la procesión pero sí que la gente disociara la llamada “carrera oficial” de la fachada del Ayuntamiento. Se trató también de desmantelar cualquier residuo de lo que quedara de La Columna: aquello de una cofradía nacida en las propias entrañas del municipio, chirriaba con los propósitos laicistas de una clase política montada en el absurdo empeño de hacer de los algecireños otra cosa. No pudieron, no habrían podido nunca conseguirlo, y una buena prueba es esta espléndida realidad que a mí se me antoja simbolizada por la Oración del Huerto.

Aquel paso monumental que parecía romper los esquemas tradicionales, acababa de llegar por la antigua carretera de Los Barrios y yo decía en el pregón que el Cristo no se había atrevido a llegar por El Bujeo para no quedarse extasiado ante la formidable vista de una bahía sin apenas grúas, más abierta, más grande y más azul que la de ahora. El cura Cruceira y el cura Llanes eran dos de los más destacados protagonistas de un movimiento silencioso y sutil, vivido por los que no estaban dispuestos a dejarse arrebatar el alma. Como aquella Junta de Hermandades y Cofradías que presidía Manuel García Campillo, verdadera plataforma precursora de esta Semana Santa brillante, participada masivamente, celebrada por todos, a la que las autoridades se acercan porque así lo requiere la inmensa mayor parte de los ciudadanos a los que representan.

El programa de Semana Santa de 1945. El programa de Semana Santa de 1945.

El programa de Semana Santa de 1945.

El peso de lo popular es tan grande, interviene de tal manera en el modo de dramatizar la Pasión y de organizar y de asistir al espectáculo que con frecuencia se tiene la impresión de que lo religioso no es lo principal. Aún más si se considera la fusión de los cofrades con las imágenes titulares de sus hermandades, constituyendo en éstas un distintivo dentro y con relación al conjunto de las representaciones y desfiles procesionales. La brillantez de las exhibiciones se debe en gran parte a esa rivalidad sana, relativa e integrada, de los colectivos entre sí y no puede considerarse sino un elemento esencialmente positivo, pero no debemos trivializar su efecto en el objeto de la Semana Santa que no es otro que recordar los detalles fundamentales de la Pasión y renovar el mensaje de Jesucristo, de Dios hecho hombre, encarnado y redefinido en el contexto donde habita la naturaleza humana.

Es ahí donde ha de sufrir el abandono de la sociedad de su tiempo, de su tierra, de su pueblo, que es la que le insulta y desprecia, la que en definitiva provoca su dolor físico y psíquico, su crucifixión, la terrible experiencia de sentirse abandonado de su gente, de sus próximos, de los que convivieron con Él en su niñez y en su adolescencia, de los que se beneficiaron de su actitud y de su doctrina, de la gran masa de sujetos a los que vino a liberar de sus propias dependencias y a darles conciencia de sus carencias y limitaciones. Su mensaje de paz, de libertad y de amor fue contestado con el servilismo, la injusticia y la violencia.

La cárcel de la calle Convento

La cárcel de Algeciras estuvo, hace muchos años, en la calle Convento, precisamente en el edificio que justificaría el nombre de esa arteria principal del casco urbano, que aloja al Ayuntamiento. Cada semana santa se cumplía la tradición de liberar a un preso que acompañaba cubierto con túnica y antifaz, a la procesión detenida a las puertas del establecimiento. Ese cuadro escénico me acompaña desde mi primera niñez. La calle Convento que mantiene su nombre a pesar de habérsele superpuesto el del reconquistador de Algeciras, el rey Alfonso XI, u Onceno, como dicta el pasado clásico, es un referente sin par, acaso con la plaza Alta, de la Semana Santa de nuestra ciudad. A ser depositaria de la Casa Consistorial, se le añade ese peculiar detalle histórico de la liberación de un preso y su papel de vía más asequible y mejor articulada entre la meseta con la que culmina el camino hacia el centro y la zona norte que se extiende desde el parque hacia las afueras.

El Paseo Marítimo en 1945. El Paseo Marítimo en 1945.

El Paseo Marítimo en 1945.

Mi madre, Isabelita Luque, nos llevaba, a mi hermano Ignacio y a mí, a contemplar el paso del Nazareno, el Cristo liberador tras el que el liberado se agregaba al desfile procesional hasta su recogida. Hace unos años, ese recuerdo emocionante al que se une la nostalgia de un tiempo que se me antoja feliz y extraordinario, se avivó a causa de un nuevo destino profesional. Mi despacho oficial estuvo durante casi un decenio, situado en el edificio madrileño que fue la Cárcel de Porlier. No hay diferencias importantes en el inmueble, pero ahora es el Colegio Calasancio del madrileño barrio de Salamanca. La finca fue devuelta en 1944, a la institución religiosa a la que pertenecía antes de su incautación para convertirlo en recinto penitenciario. Hace un par de décadas, una parte del Colegio se convirtió en centro universitario dependiente de la Universidad Complutense y yo asumí su Dirección en vísperas del Pilar, en octubre de 2005, permaneciendo en el cargo hasta finales del 2013.

Durante el año, la figura del Cristo maniatado preside una bellísima capilla a muy pocos metros de donde tuve mi despacho. La visitaba a menudo y en el silencio de la soledad y la paz que reinan en el sagrado habitáculo, recordaba aquella escena de mi infancia del preso liberado; veía en el Divino Cautivo, la síntesis grandiosa de la inmensa legión de seres humanos que sufrieron o sufren la persecución y la injusticia.

Conciencia de pertenencia

Comprenderán los lectores que no pueda separar de mis vivencias, de mi personalidad, aquello que ha formado parte de ella. Algeciras es una especie de recinto amurallado que preserva mi corazón de influencias no deseadas. Quiero a mi pueblo, profundamente, tal como es, y deseo que prospere, que se haga mejor, pero lo querré siempre cualquiera que sea su situación. Es como se quiere a aquello a lo que perteneces. Su Semana Santa es un escenario en el que se albergan muchas de mis vivencias, incluso mi educación primera, mis primeros pasos en convivencia con mis amigos, con mis paisanos. El pregón que tuve el honor de pronunciar apenas empezara la primavera de 1985, en la venerada Casa Salesiana de Algeciras, que Dios bendiga, abordó un relato de la Semana Santa que iniciaba su recorrido en el Domingo de Resurrección. Entendía y así lo creo que es la Resurrección el signo más significativo de la Pasión de Jesús.

El pregón de la Semana Santa de Algeciras, alcalde Ángel Silva, 1951. El pregón de la Semana Santa de Algeciras, alcalde Ángel Silva, 1951.

El pregón de la Semana Santa de Algeciras, alcalde Ángel Silva, 1951.

“La existencia indiscutible de Cristo –decía entonces– y su actitud han proporcionado a no pocos la ocasión de interpretarle políticamente: es un hombre que nace y vive en un contexto social definido, se compromete con la pro­blemáti­ca de su entorno geohistórico, se encuentra sometido a las accio­nes de un determinado sistema de convivencia y desarrolla su personali­dad en un dinamismo vivencial concreto. El comportamiento de Cristo no es, por lo tanto, un comportamiento abstracto".

"Sin embargo no es posible incluir a Cristo en una casuística de relacio­nes de poder: Cristo no quiso poder nada aun pudiéndolo poder todo. (…) Es ese testimonio el que se hará pueblo en los próximos días. El testimo­nio de la Cruz, que significa el triunfo de la individualidad y el amor frente a la alienación y el desencanto. Y lo será en este pueblo queridísimo al que llamo ahora desde cerca gracias a Ti Señor. Me lleno de Algeciras al hacerlo porque poco cora­zón puedo ya disponer para otra cosa. Recordaremos en estos días la Pasión de Cristo, veremos sus imágenes, sentiremos el dolor y el llanto y evocaremos recuerdos de otro tiempo".

"Desfilarán los rostros de los seres queridos que un día vieron a nuestro lado la imponente llama­da de Tu gesto. Un montón de hijos tuyos mantienen todo esto y eso quiere decir que son de aquí aunque hayan nacido en otra parte. Yo sé Señor que, sin embargo, yo estoy en ventaja, por eso este Pregón que ya termina, no puede ser cantado en cualquier parte, ni está escrito de oficio, porque este pregonero nació junto a la Plaza, donde la calle Real remansa su pendiente; porque este pregonero, Señor, Tú ya lo sabes, lleva a Algeci­ras profundamente dentro".

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