Algeciras y su puerto en el siglo X: base de las flotas de Abderramán III y de Almanzor
Algeciras, una ciudad portuaria en el estrecho de Tarifa (siglos VIII-XIX)
Algeciras fue un pilar fundamental en la política de expansión en el norte de África
Algeciras y su puerto en los siglos VIII y IX: el asalto vikingo
En el año 879 se levantó contra el emir de Córdoba, en las sierras de Algeciras, un rebelde conocido como Yahya al-Yaziri (el Algecireño). Abderramán II tuvo que enviar sus tropas a Algeciras logrando capturarlo y llevarlo encadenado a Córdoba. Pero la rebelión que incendió todo el sur de al-Ándalus la inició, al año siguiente, Omar ben Hafsún desde su base en Bobastro (Málaga), que mantuvo en jaque a los ejércitos emirales a lo largo de cuarenta y ocho años. Este rebelde, de ascendencia visigoda, utilizaba el puerto de Algeciras como base de abastecimiento y de contacto con los fatimíes norteafricanos, enemigos de los omeyas, que a través de Algeciras enviaban a los rebeldes armas, vituallas y apoyo ideológico.
Entre los años 880 y 914 Algeciras pasó alternativamente de estar bajo el poder de Omar ben Hafsún y de los emires de Córdoba, disputa que demuestra la enorme importancia que, para unos y otros, tenía el control de este puerto. En el año 914 Abderramán III se apoderó de varios castillos del entorno de Algeciras y puso cerco a esta ciudad. Ocupar su estratégico puerto era uno de los objetivos prioritarios del proyecto político del emir de Córdoba que consistía en lograr la definitiva pacificación de al-Ándalus y poder cruzar a la otra orilla desde el puerto algecireño para ocupar el Magreb Occidental.
El 5 de mayo del año 914 partió el emir de Córdoba y el general Badr ben Ahmad con un numeroso ejército y se dirigieron al sur. Después de tomar varias fortalezas que seguían en la obediencia de Omar ben Hafsún el ejército se trasladó a Algeciras, capital de la cora y el principal puerto de los rebeldes, entrando en ella el día 1 de junio de ese año.
El Muqtabis relata con estas precisas palabras las acciones llevadas a cabo por Abderramán III en Algeciras:
“Ben Hafsún y los suyos tenían en aquella costa algunas naves que enviaba a la orilla africana a comerciar y aprovisionarse de todo lo necesario, por lo que el emir mandó a buscarlas y tomarlas, pues los canallas habían huido con ellas al mar. Una vez capturarlas y amarradas a la orilla, las hizo quemar en su presencia. Esto fue visto desde la comarca vecina por la gente de Sas (Casares), Gaucín y Castellar y otros rebeldes de los alfoces de Algeciras, provocando su desilusión y el que se inclinasen a la sumisión, a la que se acogieron, llegando sus delegaciones al emir que aceptó su arrepentimiento, les dio el amán y se cuidó, durante su estancia en Algeciras, de dominar el mar”.
El emir de Córdoba permaneció unos días en la ciudad portuaria para atender a su gobierno nombrando un nuevo gobernador y ocupándose de la defensa costera del Estrecho con el fin de cortar cualquier posibilidad de comunicación entre los rebeldes y sus aliados norteafricanos.
Algeciras puerto de embarque de tropas para la conquista del Magreb
Según el historiador Ibn Hayyán, después de haber ocupado Algeciras, Abderramán III “hizo traer naves con tripulaciones honradas desde Málaga, Sevilla y otras ciudades leales y las apostó en el puerto de Algeciras con todo tipo de armas y pertrechos, dotándolas de fuego griego. Las hizo tripular por marinos expertos y les ordenó patrullar toda la costa desde Algeciras a Murcia, cortando todo suministro marítimo a Ibn Hafsún y a los suyos, para que únicamente navegasen los navíos de gente leal. Desde entonces dominó y controló el mar (el Estrecho) y estuvo a salvo de daño por parte de las embarcaciones que lo atravesaban, haciéndose así con toda la costa y sus fortalezas”.
Desde el año 914, es decir, quince años antes de que el emir Abderramán III instaurara el Califato, ortodoxo y sunní, frente a al califato chií de los fatimíes, considerados herejes, Algeciras comenzó una nueva y pujante etapa de su existencia como ciudad portuaria: el futuro califa había puesto sus ojos en ella como pilar fundamental de sus proyectos de expansión en el norte de África. De su puerto partirían las escuadras con las tropas expedicionarias y en la ciudad se congregarían los refuerzos y se instalarían los almacenes de vituallas y el dinero necesario para pagar las campañas magrebíes. Por ese motivo, una vez tomada Algeciras a los rebeldes, el emir procedió a construir unas atarazanas o arsenales para que sirvieran de base a la escuadra omeya y de punto de embarque para sus tropas. Al-Himyari asegura que en Algeciras “había un astillero para la construcción naval que fue edificado para sus flotas por el emir de los creyentes Abderramán III. Lo hizo construir sólidamente y rodear de muros elevados”.
La pugna con los fatimíes y el deseo de controlar las rutas del oro subsahariano que arribaba a los puertos del mediterráneo, fueron los principales motivos que llevaron al Califa omeya a emprender las campañas militares en el Magreb. En el mes de marzo del año 931, una escuadra omeya, al frente de la cual se hallaba el almirante Faray ben Ufayr, se concentró en el puerto de Algeciras. El 24 de dicho mes zarpó con dirección a Ceuta desembarcando sin oposición en el puerto norteafricano. Una vez ocupada la ciudad, llegó a ella el gobernador de Algeciras, Ishaq al-Qurasí “en quien el Califa unió las dos funciones (el gobierno de Algeciras y Ceuta), para que fuera más fácil hacerse con el control de aquella costa fronteriza (del Estrecho)”. En el mes de mayo se volvió a concentrar en Algeciras una potente escuadra formada por ciento veinte embarcaciones y más de siete mil hombres, que cruzaron el mar para atacar al señor idrisí de Tremecén.
Almanzor en Algeciras. Auge de su puerto entre los años 961 y 1002
El puerto de Algeciras continuó ejerciendo de base militar durante las sucesivas campañas que desarrollaron los omeyas en la otra orilla. Muerto Abderramán III en el año 961, las expediciones se retomaron durante el reinado de al-Hakam II, aunque el puerto de Algeciras no volvería a adquirir un renovado protagonismo hasta que asumiera el poder Muhammad ben Abi Amir (Almanzor). En el año 977 el califa Hixem II lo nombró chambelán, cargo que compartió con el ministro al-Mushafi hasta la muerte de éste en el año 983. A partir de entonces quedó dueño absoluto del Califato.
Cuatro años antes, en abril del 973, se había reunido en Algeciras un fuerte ejército, mandado por el general Galib, mientras que en el puerto se hallaba fondeada la escuadra cuyo almirante, el almeriense Ben al-Rumahis, sólo esperaba la orden de embarcar las tropas y cruzarlas a la otra orilla. En esa ocasión llegó también a la ciudad Almanzor, que venía como intendente y administrador de los fondos de la campaña. Galib residió en la ciudad hasta el mes de junio, haciendo los preparativos de la expedición y esperando que se ultimaran las naves que se estaban construyendo en las atarazanas algecireñas. El 15 de junio Almanzor “hizo que cruzara el mar las tropas, la caballería, la impedimenta y las máquinas de guerra”.
Más adelante organizó nuevas expediciones, aunque en estas campañas él no cruzaba el Estrecho, sino que las dirigía desde Algeciras. En el mes de julio del año 979, Almanzor llegó a Algeciras con un gran ejército que envió a la orilla africana al mando del general Ya‘far ben Alí. Después de sellar una alianza con las tribus zanatas, restableció la soberanía omeya sobre el Magreb, llegando hasta los límites del desierto, rezándose la oración en la mezquita de Siyilmesa en nombre del califa de Córdoba. Almanzor no volvió a establecerse en Algeciras hasta el año 998.
Las campañas desarrolladas en el quinquenio anterior las había dirigido desde la capital del Califato. Llegó a Algeciras a principios del mes de agosto del año 998 con el objetivo -como refiere Joaquín Vallvé- de poder seguir de cerca las operaciones militares que se avecinaban en el norte de África. Una vez en la ciudad, pasó revista a las tropas que estaban dispuestas para embarcar en el puerto y que esperaban la llegada de su hijo Abd al-Malik, que era en quién había confiado el mando de la expedición.
Algunos datos aportados por las fuentes árabes y los testimonios arqueológicos permiten asegurar que la ciudad de Algeciras asistió, a lo largo del siglo X, a un incremento de la población y a una mejora de sus capacidades portuarias, militares y comerciales.
La construcción de las atarazanas en la orilla norte del río de la Miel posibilitaría el nacimiento de un arrabal en su entorno donde residirían artesanos cuyas actividades estarían relacionadas con la construcción naval: carpinteros de ribera, calafates, herreros, cordeleros, etc., que atenderían la demanda de nuevas embarcaciones de guerra, pesca y comercio y los trabajos de reparación que generaría el diario uso de los barcos. Al mismo tiempo, estos nuevos pobladores y las actividades por ellos desarrolladas atraerían necesariamente a la capital de la cora a comerciantes, artesanos diversos, funcionarios, contables, hombres de religión, etc., sin contar con la demanda de alarifes, carpinteros, herreros, ceramistas y caleros que ocasionaría la construcción de viviendas y las obras públicas.
Pero este enorme desarrollo portuario y demográfico tendría su quiebra al mismo tiempo que se hundía el Califato de Córdoba a causa de la nefasta política seguida por Almanzor y de la torpeza de sus sucesores amiríes: sus hijos Abd al-Malik y Abderramán 'Sanchuelo'.
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