Premios, comidas y emociones: así se vive el martes de Feria en Algeciras
Una jornada cargada de reconocimientos, almuerzos y fiesta aprovechando que el miércoles es festivo y no hay que madrugar
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Martes de Feria en Algeciras y el recinto Antonio Quintero amanecía con una calma engañosa. A la una de la tarde arrancaba una jornada cargada de reconocimientos, almuerzos, emociones, conversaciones, rebujito... y un sinfín de historias tejidas entre farolillos.
La caseta municipal fue el primer escenario del día, y en ella se entregaron varios premios que sirvieron como excusa para poner en valor el talento, la participación y el compromiso de quienes tienen en su interior la llama de la feria.
El acto comenzaba con los premios del concurso de microrrelatos. Palabras que condensaban emociones, y emociones que, en algunos casos, desbordaron. Fue el caso de Rosa, una de las ganadoras, que no pudo contener las lágrimas al recoger su galardón. La emoción dio paso al ambiente festivo con los premios del fútbol municipal y, entremedias, el esperado reconocimiento a carrozas y casetas.
Entre aplausos y vítores, la caseta Los Buyitas se alzaba con doble galardón: el de fachada e interior. Su presidente recogía el premio acompañado de muchos de los socios y con una sonrisa que escondía cierta reivindicación. José Luis Lara, impulsor del centro de interpretación Paco de Lucía, les hacía entrega de un cuadro conmemorativo del genio algecireño. Álvaro Urios, presidente de la caseta, agradeció el gesto, pero también aprovechó para lanzar una petición a la delegada de Feria y Fiestas, Juana Cid: "Necesitamos un local donde poder trabajar nuestros decorados".
El ambiente seguía animado con la tradicional copa de reinas y damas, mientras las conversaciones saltaban de mesa en mesa. El bullicio iba en aumento y la ruta nos llevaba a otra caseta mítica: La Novia del Sol. Allí, la federación El Farolillo reconocía la labor de los caseteros veteranos, esos que cada año apuestan por levantar su rincón en el ferial. Largas mesas de jamón, queso y flamenquines servían de escenario para este acto de homenaje y convivencia. El día, algo más fresco que el anterior, se agradecía entre el vaivén de los abanicos diseñados por la federación.
Una tras otra, fueron desfilando las casetas premiadas por su antigüedad: Los Curiales, Maersk, La Codorniz, El Anclote, El Pito, La Hangarilla, La Venencia, La Bodeguilla, La Nuestra, La Paloma Especial, La Puñetera, Portuarios, El Estribo, La Calle Especial, La Chicuelina, Los Buyitas, Las Quemás, La Providencia y Todos los Jueves del Año. En esta última, el acto se tiñó de emoción con el recuerdo a Cristóbal Roldón, recientemente fallecido y alma de esta caseta durante años. No faltaron los aplausos ni los abrazos sinceros.
También se reconoció la labor de Antonio Crespo y Sandra Falgueras, diseñadores de los premios —una cuidada réplica del monolito que adorna el recinto ferial Antonio Quintero—, así como a Francisco Javier González, autor del cartel de esta edición, quien agradeció la confianza depositada en él. Como cada año, la federación El Farolillo hizo entrega de un cheque con los beneficios extraordinarios a una causa solidaria. Esta vez, mil euros que van al Banco de Alimentos y aliviarán la situación de muchas familias del Campo de Gibraltar.
Para entonces, ya era evidente que el martes de feria tenía algo especial. Con el festivo del miércoles a la vuelta de la esquina, muchas empresas, claustros de profesores y grupos de amigos habían reservado este día para celebrar su tradicional comida de feria. Las charlas con los compañeros no ocurrían alrededor de la fotocopiadora, sino en torno a una mesa con rebujito.
Mientras los adultos hacían planes, dos niñas observaban la fiesta tras los barrotes decorativos de una caseta. Manuela y Paola esperaban a sus amigos para disfrutar la tarde en su caseta favorita: la Novia del Sol, ansiando el fresquito para correr a los cacharritos.
Con la caída del sol, la feria cambiaba de ritmo. Las luces tomaban el protagonismo y la música comenzaba a subir de volumen. Los DJs preparaban sus mesas, los más jóvenes llegaban en grupo y los caseteros se preparaban para otra ronda de vida nocturna. Algunos aspiraban a aguantar hasta el cierre, a las cinco de la mañana. Otros, más realistas, sabían que tras el almuerzo y las copas de la tarde, la cama llamaba con demasiada fuerza.
Pero eso da igual, porque la magia de la feria no está en la resistencia, sino en los momentos. Y el martes de feria estuvo repleto de ellos: premios, recuerdos, música, amistad y una ciudad que, un día más, se volcó con su fiesta más grande.
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