Museo de Algeciras

La pieza del mes: 'Mar y niño'

  • Carlos, sobrino del autor, Felipe Gayubo, es quien protagoniza la obra mientras se encuentra en la playa

  • En la pintura confluyen realismo y surrealismo y muestran una escena de paisaje abierto y, a la vez, intimista

Mar y Niño

Mar y Niño / Felipe Gayubo Pérez

La obra Mar y Niño de Felipe Gayubo Pérez (1935 – 2008), artista autodidacta de vital importancia en la historia contemporánea de la pintura campogibraltareña, es un óleo sobre lienzo de 1 x 1 m. realizado en el año 1971 y recogido con el número de inventario 3.444 en la Colección de Bellas Artes del Museo Municipal de Algeciras y forma parte de Exposición Permanente. Fue cedida en depósito al Museo, entre otras cuatro obras del artista, en 2017, por Mari Ángeles Gayubo, en representación de la familia Gayubo Pérez.

Con la imagen de su sobrino Carlos en una playa, apreciamos el virtuosismo del trabajo y la perfecta ejecución de color y composición de nuestro artista. El joven se asoma de manera curiosa a una ventana situada a sus pies, que se abre al cielo a través del mar.

La obra de Gayubo, se mueve entre la neo figuración y la abstracción, pero introduce ciertos toques que lo colocan entre la pintura más actual. Sus inicios tuvieron un carácter más académico, pero su estilo fue evolucionando hasta adoptar un tono mucho más conceptual.

Mar y Niño posiblemente sea uno de sus cuadros más introspectivos. En él confluyen realismo y surrealismo y muestran una escena de paisaje abierto y, a la vez, intimista. Gayubo plasma de forma figurativa la eterna reflexión y búsqueda de uno mismo. Y es que, para el artista, la pintura era la respuesta ya que, como él mismo explicaba, cuando era realmente feliz era pintando.

La playa rocosa es ejemplo de dominio de la proporción, simetría y perspectiva. Las piedras destacan el meticuloso tratamiento del color, al ser visibles a pesar del paso del agua. También se aprecia este rasgo en la profundidad del mar, ya que Gayubo no utiliza la técnica de la veladura para crear sensación de lejanía, sino que aplica los tonos adecuados de manera certera y firme.

El joven observador protagoniza la escena al mirar un espacio sin fin (como el mismo mar que le rodea) concentrado a sus pies, en búsqueda de respuestas. La postura y actitud del muchacho nos invita a mirar, a buscar y a encontrar con él. El espectador es partícipe del momento pero, a la vez, le es imposible conocer qué misterio guarda la nada hacia la que mira el niño con inocencia y curiosidad.

La obra recoge un sentimiento que invita a la reflexión personal y, a su vez, nos regala un poco de su sabiduría. Porque como Felipe Gayubo defendía: “pintar es saber ver”.

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