El Puerto de Algeciras a través de la Historia

La pesca y la construcción naval en el siglo XVIII

  • La represión del contrabando en la bahía perjudicó a la pesca porque se prohibió faenar a los barcos durante la noche

  • Con ocasión del Gran Asedio de Gibraltar y de la presencia de las Armadas Española y Francesa en aguas de Algeciras se documentan unos astilleros en El Saladillo

Grabado general de las operaciones terrestres y navales contra Gibraltar durante el Gran Sitio de 1779 a 1783. Véanse las baterías flotantes disparando sus cañones sobre la ciudad sitiada.

Grabado general de las operaciones terrestres y navales contra Gibraltar durante el Gran Sitio de 1779 a 1783. Véanse las baterías flotantes disparando sus cañones sobre la ciudad sitiada.

Buena parte de la centuria dieciocho Algeciras y su bahía se vieron inmersas en varios conflictos bélicos que se libraron en torno a Gibraltar (1705, 1727 y 1779-83). La tradicional dedicación de una parte de los habitantes de la zona a la pesca se vio sustituida por otras actividades más lucrativas, a las que se ha hecho mención en capítulos anteriores, como el corso y el contrabando. Sin embargo, la pesca en aguas de la bahía y en Tarifa siguió siendo una actividad en los períodos de paz a la que se dedicaba un importante sector de los vecinos de ambas ciudades, aunque las noticias sobre ella aparezcan oscurecidas por las más abundantes relativas al comercio, legal o ilícito, o a las acciones militares en los asedios a Gibraltar.

En opinión de López de Ayala, en su tiempo (1782) la pesca había disminuido ostensiblemente con respectos a la existente tan solo un siglo y medio antes, cuando escribía el historiador gibraltareño Alonso Hernández del Portillo. Dice Ayala que no son menos las especies en nuestro tiempo, bien que como están sus aguas más frecuentadas por los navegantes, se han retirado muchos peces, animales medrosísimos, a otras partes.

La represión del contrabando en la bahía repercutió de una manera directa en la actividad pesquera, perjudicándola al prohibirse a los barcos de pesca faenar durante la noche. Manuel Burgos Madroñero, recogiendo los datos del informe de la Revista de Inspección de 1786, expone el siguiente testimonio en relación con los perjuicios ocasionados en esa fecha a la pesca en Algeciras: Subsisten en esta Renta y aun con más rigor, las mismas restricciones que en las antecedentes pues las Rentas tienen que tomar las más estrechas medidas para evitar el contrabando con Gibraltar y las entradas furtivas que se intenten hacer para socorrer esta Plaza y estas medidas redundan en perjuicio de los pescadores, a quienes se impide su trabajo por la noche, cuando es mas fructuoso y útil, cuya traba no seria para ellos tan sensible si no viesen que los mismos faluchos de Rentas, sacan frutos que a ellos mismos se les hace perder y lo mismo los vecinos de Ceuta ya que sus marineros vienen con el pescado a Algeciras y Tarifa.

Ballena capturada en la playa de Palmones en el año 1768. Ballena capturada en la playa de Palmones en el año 1768.

Ballena capturada en la playa de Palmones en el año 1768.

Ante las quejas de los pescadores de Algeciras, el propio Inspector de Rentas remitió una carta a la superioridad en la que proponía una posible solución al problema planteado por la actuación de los faluchos de Hacienda, que consistía en que las barcas puedan salir a pescar a cualquier hora, con tal de que en las de la noche lleven un dependiente de Rentas en el barco y una luz en proa o popa, para que el Cabo de vela sepa el paraje en que esta el pescador. En el citado documento, fechado el 23 de octubre de 1787, se dice en el apartado de “Matricula y Pesca”, que Algeciras y Tarifa por su situación en el Estrecho, que es el paso general de la pesca, presentan las mejores disposiciones para muchos aprovechamientos. En el primero de dichos puertos anchoaban el boquerón, y los catalanes tienen saladeros al pie de las propias embarcaciones en la embocadura del río Palmones. Más adelante se refiere el informe a que en Palmones había astilleros y salinas. La sal de esas salinas se utilizaba, en el siglo XVIII, para salar pescado por armadores y pescadores catalanes con el objeto de exportar este producto en banastas de madera a puertos de Levante o a Ceuta.

En el Catastro de Ensenada (año 1752) se recoge que en el puerto de Tarifa había, en ese año, diecisiete embarcaciones pescadoras y ciento dieciséis marineros matriculados. La misma encuesta asegura que, en Algeciras (unida a San Roque y Los Barrios), además de diecisiete embarcaciones que navegan en la mar hay cuatro barcas de jábega pescadoras y ciento cincuenta y cinco marineros.

Proyectos de construcción de buques de guerra para el Gran Asedio de Gibraltar entre 1779 y 1782. Proyectos de construcción de buques de guerra para el Gran Asedio de Gibraltar entre 1779 y 1782.

Proyectos de construcción de buques de guerra para el Gran Asedio de Gibraltar entre 1779 y 1782.

En opinión del profesor Mario Ocaña, que hace hincapié en la escasez a lo largo del siglo de noticias relativas a la pesca, el único pescado capaz de ser transportado a largas distancias era el pescado seco, también llamado pejepalo (o salado): bacalao, arenque, bonito y sardina procedentes de otros puertos o de barcos extranjeros apresados por los corsarios españoles y que era reexportado desde Algeciras a otros puertos como Alicante, Valencia, Sevilla o Almería.

Al margen de la actividad pesquera desarrollada en la bahía de Algeciras por faluchos y barcas pescadoras, seriamente perjudicada, como se ha podido comprobar, por las normas restrictivas que la Real Hacienda imponía a los barcos que salían a faenar para evitar el contrabando con la plaza de Gibraltar, no cabe duda de que las labores de pesca más productivas se realizaban, en el siglo XVIII como en épocas anteriores, en las playas de Tarifa en torno a la almadraba.

Barcas de pesca y faluchos construidos por carpinteros de ribera en Tarifa. En ese lugar, en el Medievo y la Alta Edad Moderna, hubieron establecidas unas atarazanas. Barcas de pesca y faluchos construidos por carpinteros de ribera en Tarifa. En ese lugar, en el Medievo y la Alta Edad Moderna, hubieron establecidas unas atarazanas.

Barcas de pesca y faluchos construidos por carpinteros de ribera en Tarifa. En ese lugar, en el Medievo y la Alta Edad Moderna, hubieron establecidas unas atarazanas.

En cuanto a la construcción naval, la destrucción de Algeciras por los nazaríes a finales del siglo XIV significó no sólo la desaparición de las estructuras político-administrativas, de sus moradores y de los elementos urbanísticos que habían caracterizado la vieja medina andalusí y luego cristiana, sino la pérdida del mejor puerto de la orilla norte del Estrecho y de los arsenales con qué contaba. Con el cegamiento del canal portuario y la demolición de las atarazanas, el fondeadero de la Isla Verde-río de la Miel fue usado, como ya se ha referido en otro capítulo, por las escuadras cristianas para resguardarse de los temporales y para hacer aguada en el cercano río. Los arsenales se trasladaron a la ciudad de Gibraltar que, durante los siglos XVI y XVII, construyó y reparó embarcaciones de guerra, de pesca y de comercio en los astilleros mandados construir por don Álvaro de Bazán en la desembocadura del río Guadarranque. Pero con la caída de esta plaza en poder de los anglo-holandeses en 1704, de nuevo quedó la bahía sin arsenal o espacio destinado a la construcción y reparación naval.

Sin embargo, en la tercera década del siglo XVIII, una vez que la ciudad de Algeciras hubo renacido, el ingeniero belga Jorge Próspero de Verboom descubrió sus enormes valores portuarios, sus posibilidades para la instalación de astilleros y su envidiable posición geoestratégica frente a la plaza inglesa que había surgido al otro lado de la bahía. En el informe que Verboom remitió al Rey, leemos: Si Su Majestad quisiese establecer en aquel Puerto (de Algeciras) astilleros para la construcción de navíos o de otras embarcaciones que sería de gran beneficio a la Marina del Mediterráneo y Comercio de este Puerto, hay parajes muy oportunos al pie de las mismas murallas, que no solo estarían defendidos de los insultos de algún enemigo, pero cubiertos de los temporales y fácil para lanzar las naves al agua. Y siendo la madera el principal material para tales fabricas, se encuentra con abundancia y apropiada para este fin a corta distancia; así en los montes de la Ciudad como de sus contornos.

Dibujo de una de las baterías flotantes de doble puente construidas en el astillero de El Saladillo. Dibujo de una de las baterías flotantes de doble puente construidas en el astillero de El Saladillo.

Dibujo de una de las baterías flotantes de doble puente construidas en el astillero de El Saladillo.

No sabemos si se construyeron embarcaciones en los entornos de Algeciras, entre los años veinte y sesenta del siglo XVIII, aunque la actividad que, a partir de la década de los cuarenta se desarrolló en el puerto algecireño en torno al comercio con Gibraltar, al contrabando, al abasto de Ceuta y a la pesca, así como a las noticias existentes sobre unos astilleros ubicados en el río Palmones, nos permiten asegurar que, al menos, se construyeron y repararon en ese período de tiempo faluchos y barcas pescadoras en la desembocadura del citado río.

No obstante, sería con ocasión del Gran Asedio de Gibraltar y de la presencia de las Armadas Española y Francesa en aguas de Algeciras, entre 1779 y 1782, cuando se documentan unos astilleros establecidos en la zona de El Saladillo destinados a la construcción de las famosas baterías flotantes ideadas por d’Arçon. En total se construyeron diez de aquellas baterías que tan triste final tuvieron el 13 de septiembre de 1782. Los materiales que se emplearon, aparte de los cañones y de la munición, que debió llegar desde las Reales Fábricas de Artillería de Jimena de la Frontera, se sacaron de los montes de la zona (madera y corcho).

Retrato del ingeniero general del ejército francés Jean Le Michaud D’Arçon inventor de las baterías flotantes. Retrato del ingeniero general del ejército francés Jean Le Michaud D’Arçon inventor de las baterías flotantes.

Retrato del ingeniero general del ejército francés Jean Le Michaud D’Arçon inventor de las baterías flotantes.

Está documentada la existencia, a finales del siglo XVIII, de un martinete situado en el curso medio del río de la Miel destinado a refinar cobre y elaborar planchas de este metal para el forro y carena de los buques de la Armada aprovechando la fuerza hidráulica de dicho río. Pedro Agustín Girón, sobrino del General Castaños, que visitó Algeciras en 1805 y 1806, refiere que en sus inmediaciones (de Algeciras) hay una fábrica de planchas de cobre movida por el agua.

El sacerdote valenciano Francisco Pérez Bayer, que estuvo en Algeciras a mediados del mes de agosto de 1782, visitó las líneas españolas y una de las baterías en construcción en los astilleros de El Saladillo. En su crónica refiere que encontró acabadas unas cuatro o cinco de estas embarcaciones de guerra y que, cuando se hallaba en Cádiz, a finales del mes de agosto, supo que sólo faltaban dos por terminar. En 1795, el Barón de Bourgoing escribe que en la orilla derecha del río de la Miel había un astillero pequeño en el que fueron construidas algunas lanchas cañoneras durante el sitio de Gibraltar. En el Catastro de Ensenada se hace mención a la existencia en la ciudad de dos maestros calafates y de un oficial matriculados.

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