Paseo por Las Acacias: el rastro británico (II)

Árboles y plantas con historia

De las araucarias a los robles, pasando por las jacarandás, algunos elementos del parque Smith evocan a la masonería

Paseo por Las Acacias: de franceses envenenados al drago centenario

Uno de los robles, en el centro, delante de la sede de la Mancomunidad de Municpios, antigua residencia de los Smith
Uno de los robles, en el centro, delante de la sede de la Mancomunidad de Municpios, antigua residencia de los Smith / ERASMO FENOY

La Villa Vieja de Algeciras guarda bajo su suelo restos de su historia más antigua y en su superficie afloran -en algunos lugares nunca mejor dicho- señales de quienes fueron sus habitantes. La presencia británica en la ciudad, pero escasamente visible en otras zonas del término municipal, es muy evidente en este amplio y alto lugar, mirador todavía de la bahía y del horizonte que se dibuja hacia el interior. Continuamos, como segunda entrega, el paseo por el parque de Las Acacias de la mano del biólogo algecireño Pablo Pichaco.

Son dos las especies de araucarias que podemos encontrar en el paseo por el recinto. Para muchos algecireños y algecireñas siempre han sido, sin saberlo, el árbol de nuestras vidas, conformando el skyline arbóreo -la silueta del horizonte- de las añejas villas inglesas, sorteando casas en la colonia de San Miguel, levantándose de forma majestuosa junto a la estación de ferrocarril o delimitando “el territorio” en dos zonas en la playa de El Rinconcillo, y uno era el malogrado ejemplar del Hotel Bahía.

La introducción de la araucaria en Europa fue un "tour de force" (pugna) entre botánicos ingleses, franceses y españoles. La autoría de su descubrimiento se debe al español Francisco Dendariarena en 1780, que la encontró cuando buscaba madera para la flota naval de Carlos III en la actual Temucho, capital de la Araucaria chilena. Los doctores Pavón y Ruiz enviaron ejemplares a Joseph Dombey, botánico francés, en su regreso de Chile a Francia, si bien estos pinos chilenos o pehuenes no pudieron ser multiplicados.

De forma paralela, James Cook, en su viaje siguiendo el movimiento del planeta Venus para cartografiar las australes tierras ignotas, arriba a las conocidas como Islas Norfolk. Uno de los botánicos que lo acompaña, Joseph Banks, es el responsable de introducirlos formalmente en Europa. A lo largo del siglo XIX se investigan las condiciones adecuadas para su crecimiento a partir de semillas.

Dos especies, la Araucaria heterophylla y Araucaria bidwilli (esta última conocida como pinchosa) aparecen en nuestro paseo. A diferencia de otras regiones costeras del país, estos árboles introducidos por ingleses tienen un pasado australiano. No olvidemos que un ejemplar del Jardín Botánico Histórico de la Concepción de Málaga es considerado el árbol más alto de la provincia alcanzando los 45 metros, un tamaño nada desdeñable para un ser vivo que compartió hábitat con los dinosaurios, y de cuyas grandes hojas se alimentaban grandes saurópodos como los brontosaurios o los diplodocus.

Con la debida precaución de no encontrarnos grandes reptiles, nuestra siguiente parada la merecen las jacarandas o jacarandás, como las llaman en Argentina y que anuncian la primavera austral en barrios tan populares como el de Palermo. Sus plumosas flores moradas, tan llamativas, se popularizaron desde el parque de las Acacias hasta otras calles de Algeciras como los de la Avenida del Capitán Ontañón. El ejemplar en el parque Smith quizás reivindique entre estos aromas ingleses la soberanía de las Malvinas.

Muy cerca vemos un banabá de Filipinas, escondido bajo el nombre de flor de la reina o árbol de Júpiter, que hizo las delicias en su momento a muchos fotógrafos para inmortalizar a pequeños, de camino a su Primera Comunión. Esta especie, Lagerstroemia speciosa, se hizo especialmente popular en la Algeciras de la transición junto con su cercano compañero que contornea con sus raíces a ras de suelo, los brazos del Ficus elastica en su variedad “decora”, que irremediablemente nos recuerda al ejemplar que se mantiene junto a la Iglesia del Carmen, que propició sombra a los niños que jugaban cerca del bar Manolo en los años ochenta del siglo pasado, y que ha dado buena cuenta de la rejería que lo delimitaba, fagocitando con su tronco parte de la superficie de metal. Estos ficus se introdujeron como ornamentales en el siglo XIX como plantas de interior, propias de umbráculos y posteriormente los jardines como el caso que nos atañe.

Pero si realmente existe un árbol con gran simbología en el parque Smith, es el roble. El roble es primo hermano de las encinas, los alcornoques o el quejigo andaluz (un árbol del que podemos disfrutar como auténticos privilegiados en Algeciras), y su hábitat es más propio de la zona atlántica de la Península y que sí es más frecuente en Europa –incluidas las islas británicas-.

Lo que quedó de uno de los robles plantados en honor de los hijos de mister Smith
Lo que quedó de uno de los robles plantados en honor de los hijos de mister Smith / ERASMO FENOY

En el mundo anglosajón el roble se considera un árbol mágico, del que se dice viven, unidos a ellos de por vida, las dríadas, unos espíritus del bosque con formas femeninas y que son unas auténticas guardianas de esos robles en los que viven. Aunque el roble es un árbol que nos suena e incluso somos capaces de identificarlo por el aspecto de la hoja, en Andalucía no existen este tipo de bosques (lo más aproximado son los robles melojos en las faldas de Sierra Nevada, pero son otra especie distinta a la que plantaron en Algeciras).

Además, el roble nunca ha sido un árbol de elección como ornamental en los parques y jardines andaluces, por lo que podemos presumir de uno de los ejemplares ornamentales más antiguos de la región. En el jardín original se plantaron tres pequeñas plántulas traídas del internado donde Guillermo Smith tenía a sus tres hijos. Se han perdido dos originales –pues, aunque aparezcan tres, dos fueron replantados a partir de bellotas-, aunque uno de estos replantados se hizo –según palabras de Manuel Rodríguez, entonces Maestro Jardinero Municipal en Algeciras- en la ubicación original.

Los robles del parque parecen tener un cierto trasfondo esotérico relacionado con la masonería, de la que por cierto beben los diseños de los jardines ingleses. Nos puede sonar la flauta, en concreto la de Mozart, que la escribió el autor años después de entrar en la logia de Viena y poco después de prohibirse la Masonería en el Imperio austriaco.

Esta obra se lleva a cabo en tres escenarios que logramos atisbar en los que fueron los jardines de Villa Smith: el jardín (a espaldas de la casa), el bosque (la estructura pintoresca que los ingleses importan al sur de la Península) y el palacio (que sería la casa, el palacete, sede institucional de la Mancomunidad). No hay o no se ha encontrado documentación al respecto de que la familia Smith practicase la masonería, pero sí que existen elementos y evidencias que al menos coquetearon con ella como buenos burgueses.

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