ALGECIRAS MUSULMANA Y CRISTIANA (SS. VIII-XIV)

Algeciras de los almorávides (1086-1145)

  • La etapa de los reinos de taifas se caracterizó por la expansión de los reinos cristianos y el dominio de al-Andalus de dos pujantes dinastías

Dinar almorávide acuñado en Algeciras en el año 508 H. (1113-1114 J. C.) durante el emirato de ‘Ali ben Yusuf

Dinar almorávide acuñado en Algeciras en el año 508 H. (1113-1114 J. C.) durante el emirato de ‘Ali ben Yusuf

Los reinos de taifas, originados por la crisis política y social que sufrió el Califato tras la muerte de Almanzor, representaron el fin del Estado centralizado cordobés, el debilitamiento militar y la fragmentación política del Islam andalusí y el preludio de una nueva etapa de la historia de las tierras situadas al norte del Estrecho de Gibraltar. Etapa que se iba a caracterizar por la paulatina expansión de los reinos y condados cristianos y el dominio de al-Andalus por las pujantes dinastías norteafricanas de almorávides (1086-1145) y almohades (1145-1230).

La ciudad de Algeciras, el mejor puerto para la travesía, que contaba, desde el reinado de Abderrahmán III, con unas renovadas atarazanas, tuvo un especial protagonismo a lo largo de este período. Su posesión fue exigida, en 1086, por el emir almorávide, Yusuf ben Taxufín, a al-Muta’mid, rey de Sevilla, como condición para enviar su ejército a al-Andalus en ayuda de los reyes taifas acosados por Alfonso VI de Castilla. El establecimiento de las tropas africanas en la ciudad y su condición de puerto de conexión con los territorios controlados por los almorávides en el otro lado del Estrecho impulsaría su desarrollo urbano, demográfico y económico, proceso que llegaría a su cenit bajo el dominio almohade en la segunda mitad del siglo XII.

En el año 1086 Yusuf ben Taxufín embarcó en Ceuta un ejército de quinientos jinetes y lo envió sin previo aviso a Algeciras al mando del general Dawud ben ‘A’ixa. ‘Abd Alláh, el rey Zirí de Granada, relata con estas precisas palabras el desembarco de los almorávides en la ciudad del Estrecho: Aún no habían éstos llegado a Algeciras (los emisarios de al-Muta’mid) al fin de la jornada, cuando ya los soldados habían cruzado el mar tras ellos y desembarcado en las Atarazanas. La población de la ciudad vio que unos caballeros habían levantado un campamento, sin saber cuándo habían venido, y, así que amaneció, siguieron llegando contingentes que aumentaban y se sucedían, hasta que todo el ejército almorávid se encontró frente a Algeciras. Dicho ejército rodeó la ciudad y Dawud mandó llamar a al-Radi, su gobernador, para decirle: Nos prometisteis Algeciras. Nosotros no hemos venido para apoderarnos del territorio de nadie ni para hacer daño a ningún príncipe, sino para hacer la guerra santa. Al-Mu’tamid ordenó a al-Radi que evacuara Algeciras en favor de los Almorávides y Dawud se hizo cargo de ella.

Los almorávides tomaron enseguida posesión de la ciudad. Según el Hulal al-Mawxiyya (siglo XIV), (Taxufín) se apresuró a construir los muros y a restaurar lo que se había deteriorado de los fuertes; cavó un foso a su alrededor, la llenó de víveres y armas y dispuso en ella una guarnición escogida de sus mejores soldados y los domicilió en la ciudad. Al-Himyarí (siglo XIV) refiere que los habitantes de Algeciras salieron a su encuentro llevándole víveres y los presentes de hospitalidad de que disponían; colocaron un mercado sobre una avenida de tiendas improvisadas y llevaron allí las mercancías que poseían. Las mezquitas y las plazas se vieron pronto llenas de combatientes voluntarios, privados de recursos, a los que la población comenzó a tratar bien.

Del relato del emir de Granada se desprende que las atarazanas de la ciudad se hallaban separadas de la zona urbana, probablemente rodeadas por un recinto fortificado, lo que permitió a los norteafricanos desembarcar en el puerto durante la noche sin que los habitantes de Algeciras se apercibieran de ello.

Los almorávides, como antes hicieron los califas cordobeses y después harían almohades y meriníes, se esforzaron por incrementar los valores portuarios y defensivos de Algeciras para poder usar su puerto como cabeza de puente en conexión con el vecino puerto de Ceuta y mantener, de esta manera, una fluida comunicación con sus territorios norteafricanos. El abrigado puerto de Algeciras, con sus arsenales para la construcción naval y reparación de barcos, fue utilizado en numerosas ocasiones por los almorávides cuando pasaban tropas desde la orilla africana. En el año 1088-89, según Ibn Abi Zar‘ y el Hulal, desembarcó por segunda vez Yusuf ben Taxufín en Algeciras con un gran ejército para hacer la guerra al rey de Castilla. En esta ocasión, el emir permaneció en la ciudad todo el mes de abril.

La relevancia que Algeciras adquirió durante los sesenta años en que fue fortaleza y base naval de los almorávides, está demostrada por el protagonismo que las fuentes árabes dan a la ciudad en las numerosas expediciones emprendidas por los emires norteafricanos, así como por haberse ubicado en ella una ceca para la emisión monetal, que bien pudo aprovechar la infraestructura de la fábrica de monedas existente en la ciudad desde la época taifa, pero, también, por los abundantes hallazgos de esta época localizados en el subsuelo de la ciudad actual merced a las intervenciones arqueológicas realizadas en los últimos veinte años.

En el aspecto cultural, se asiste a un florecimiento que tendría su apogeo durante el período almohade. Bajo la dinastía almorávide se inicia la tendencia de nombrar cadíes no originarios de la ciudad. Frente a un cadí de procedencia local, Muhammad ben al-‘Uqabí al-Yahsubí, renombrado sabio experto en lengua árabe, los otros tres que están documentados, uno vino de Córdoba, Abu ‘Abd Alláh al-Hachaarí, aunque acabó estableciéndose en Algeciras, y los otros dos de Ceuta, pertenecientes a la familia de los Banu Samachún y de los Banu ‘Achuz.

A diferencia de los hallazgos de época emiral, califal y taifa, que son muy escasos, el período almorávides está muy bien representado en la ciudad, lo que viene a coincidir con lo expresado por las fuentes escritas en cuanto al auge que adquirió al-Yazira al-Jadrá’ en esta etapa. Se han exhumado numerosos testimonios de estructuras y, sobre todo, cerámicos, con abundantes y variados materiales datados a finales del siglo XI y primera mitad del XII.

Destaca, por su abundancia y variedad (ollas de diversos tipos, tinajas, orzas, jarras, jarritas, ataifores, jofainas, cuencos, redomas, alcadafes, bacines, anafres y candiles) el conjunto de cerámicas recuperados en la excavación de la Avenida de la Marina y las fosas siliformes, probablemente dedicadas a almacenamiento, localizadas en la calle José Román, nº 21-23, con algún material cerámico que ha permitido datarlas a finales del siglo XI. En el solar nº 51-52 de la calle Gloria se localizaron estructuras pertenecientes a tres edificios de esta época, constituidas por fuertes muros, restos de un pavimento de cal y de otro de cantos que, posiblemente, delimitaba un acceso, vestigios de un hogar y parte de una calle.


Antonio Torremocha es doctor en Historia Medieval. Académico de número de la Academia Andaluza. Director del Museo de Algeciras (1995-2007).

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