Mi primo italiano
Alfonso XI entra en Algeciras
Algeciras musulmana y cristiana
Algunos consejeros del rey entablaron conversaciones para llegar a un acuerdo que permitiera el levantamiento del cerco de Algeciras
Algeciras/La primera iniciativa encaminada a concertar una tregua honrosa que, sin lograr la capitulación de la plaza, diera fin a la incierta campaña de Algeciras, partió del campo cristiano, aunque sin el conocimiento del rey de Castilla. Algunos de sus consejeros, viendo que el cerco se prolongaba y que no llegaban las ayudas solicitadas al Papa y a los reyes de Francia y Portugal –éste había contestado pronta y negativamente a la petición de ayuda económica realizada por Alfonso XI–, se pusieron en conversaciones con un tal Ruy Pavón, alfaqueque o alcalde de la frontera, para que este personaje transmitiera al sultán de Granada el deseo expresado por una parte del Consejo Privado del rey de Castilla de llegar a un acuerdo que permitiera el levantamiento del cerco de Algeciras. La imposibilidad de lograr una rápida capitulación de la ciudad, la escasa ayuda internacional recibida hasta esa fecha y la perspectiva de una larga, agotadora e incierta campaña, llevaron a algunos nobles del Consejo Privado del rey a buscar una propuesta de tregua que partiera del bando musulmán, pero que ellos estaban dispuestos a defender ante el monarca castellano-leonés.
Las gestiones de Ruy Pavón tuvieron éxito y en los primeros días de febrero de 1343 se presentaron en el campamento castellano Abu Na‘im Ridwan y Abu ‘Ali Hasan al-Garraf con el ofrecimiento de Yusuf I de dar cierta cantidad de doblas (monedas de oro) y pagar cada año parias al rey castellano si éste levantaba el cerco. Alfonso XI respondió que aceptaría la propuesta granadina si el rey nazarí rompía su alianza con el sultán de Fez, a lo que se negó Yusuf I.
A lo largo de los veinte meses que duró el cerco, hubo otros intentos de acordar treguas desde el bando musulmán. Estas propuestas de paz coincidían con situaciones de debilidad de los castellanos, lo que revela que los musulmanes estaban al tanto de cuanto sucedía en el campo cristiano. Esta insistencia, que dejaba traslucir la debilidad del bando musulmán, debía servir de acicate a la decisión del rey de Castilla de no levantar el cerco hasta que se hubiera rendido Algeciras, aunque aceptara el juego diplomático de las conversaciones de paz. En octubre de 1343, una vez que Yusuf I tuvo conocimiento de la marcha del campamento cristiano del rey de Navarra, de los condes ingleses con sus mesnadas y de las tropas gasconas con el Conde de Foix al frente, volvió a enviar a los parlamentarios para ofrecer una tregua. El rey, después de reunir a su Consejo Privado y oír sus opiniones, presentó a los caballeros granadinos la siguiente contrapropuesta: a) que el rey de Granada le entregaría 300.000 doblas por los gastos de la campaña; b) que cada año pagaría a Castilla parias como se había hecho en tiempos pasados y c) que ambos reyes se entrevistarían para ultimar las estipulaciones de paz.
Con esta astuta maniobra esperaba el rey de Castilla sembrar la desconfianza entre el emir de Granada y el de Marruecos, pues no cabe duda que procuraría hacer llegar hasta la orilla africana la noticia de que el nazarí estaba preparando un acuerdo con él de espaldas a su aliado magrebí.
El rey de Granada estaba verdaderamente interesado en llegar a un acuerdo y que se levantara el cerco de Algeciras, puesto que la situación de guerra abierta con Castilla le afectaba a él más que al sultán meriní, no en vano estaba sufriendo las talas y los asaltos en sus territorios fronterizos con los castellanos. Yusuf I llegó a embarcar en una galera y cruzar el Estrecho para entrevistarse con el sultán de Fez y solicitarle el dinero necesario para que Alfonso XI levantara el cerco. El cronista musulmán Ibn Marzuq refiere que el emir de Granada viajó a la corte meriní para pedir al rey de Marruecos sesenta o cien mil dinares para pagárselos a los cristianos y que dejaran libre Algeciras. El biógrafo magrebí añade que Abu l-Hasan rechazó la idea aduciendo que las provisiones eran abundantes en la ciudad y que el enemigo se hallaba desmoralizado. En el viaje de regreso, la galera del rey de Granada fue interceptada por una flotilla de galeras cristianas en aguas del Estrecho. Los asaltantes lograron abordar la embarcación real, aunque, tras una breve escaramuza, los musulmanes rechazaron el ataque y pudieron alcanzar, con el soberano nazarí sano y salvo, el puerto de Gibraltar.
Fracasados los intentos de acordar treguas, a los musulmanes no les quedaba otra salida que presentar una batalla a campo abierto con el ejército sitiador. Si en ese enfrentamiento armado el ejército granadino-meriní salía victorioso, los castellanos se verían obligados a levantar el sitio de Algeciras. Entrado el mes de diciembre del año 1343, las tropas del sultán de Fez, que se hallaban acantonadas en Ceuta, lograron atravesar el Estrecho y desembarcar en las playas de Estepona. En ese lugar se unieron al ejército granadino y, juntos, marcharon en dirección a Algeciras para combatir a los sitiadores. En los vados del río Palmones se enfrentaron ambos ejércitos el día 12 de diciembre, resultando vencidos los musulmanes.
A los sitiados no les quedaba ya ninguna esperanza de salvación, sobre todo desde que en el mes de febrero de 1344 Alfonso XI había logrado bloquear totalmente la ciudad por mar con una barrera formada con maromas y toneles flotantes situada entre la Isla Verde y las playas que luego se llamaron del Saladillo y Los Ladrillos. El 25 de marzo de 1344 se firmó el llamado Tratado de Algeciras, mediante el cual la ciudad sería entregada a los castellanos con la condición de que los sitiados pudieran salir con todo lo que lograran llevar consigo en acémilas o asnos.
El día 27 de marzo el recinto meridional, donde estaba establecida parte de las tropas meriníes, fue desalojado tomando posesión de esa parte de la ciudad el Infante don Juan Manuel con sus mesnadas y el 28 de marzo del año 1344, Domingo de Ramos, entró triunfante en Algeciras el rey Alfonso XI encabezando una fastuosa comitiva constituida por los prelados y ricos-hombres que habían participado en el cerco, los almirantes de Castilla y de Aragón, los caballeros extranjeros que aún permanecían en el campamento y el resto de las tropas cristianas. El rey de Castilla ordenó que se izaran los pendones de su reino y el de Aragón en una de las torres del alcázar viejo y, dirigiéndose a la mezquita mayor que se hallaba situada en lo más alto de la medina, acompañado de don Bartolomé, obispo de Cádiz, se procedió a bendecirla y consagrarla como templo cristiano.
A continuación colocó en el altar mayor una imagen de la Virgen que se puso bajo la advocación de Santa María de la Palma por haber sido Domingo de Ramos cuando entró en la ciudad. Aquel mismo día Alfonso XI escribió una carta para el papa Clemente VI en la que le solicitaba que elevara la nueva iglesia a la categoría de catedral y creara el obispado de Algeciras. El 30 de abril del año 1344 el Papa proclamó la bula Gaudemus et exultamus, por la que se erigía la diócesis de Algeciras, aunque unida canónicamente a la de Cádiz.
Antonio Torremocha. Doctor en Historia Medieval. Académico de número de la Academia Andaluza. Director del Museo de Algeciras (1995-2007).
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