Mi primo italiano
Los Condes de Derby y de Salisbury en el cerco de Algeciras
Algeciras musulmana y cristiana
Los Condes llegaban a Algeciras por orden del rey inglés Eduardo III para llevar a cabo una importante misión de Estado
En el mes de junio de 1343 llegaron al cerco Enrique de Lancaster, Conde de Derby, y Guillermo Montague, Conde de Salisbury. El primero era bisnieto del rey Enrique III de Inglaterra. Guillermo de Montague, Conde de Salisbury, había participado en la guerra de Escocia, cumpliendo diversas misiones en Alemania y en los Países Bajos. Pereció en un torneo un año después de haber estado en el cerco de Algeciras. Lució con orgullo, hasta el día de su muerte, la herida en el rostro que le había causado una flecha de los algecireños. Según la Crónica castellana, el Conde de Derby “era de más alta sangre y era de linaje de reyes; pero el Conde de Solisbury había estado en muchos hechos de armas y en batallas".
La participación de cruzados de las Islas Británicas en la guerra contra Granada y Fez tiene precedentes en la Cruzada que en 1330 llevó a cabo un grupo de caballeros escoceses dirigidos por Sir James Douglas contra los granadinos y en la que perecieron todos ellos combatiendo el castillo de Teba. Sin embargo, fue entre los años 1343 y 1348 —últimos del reinado de Alfonso XI— cuando las relaciones anglo-castellanas alcanzaron las más altas cotas de toda la Edad Media. Esta actividad diplomática tenía como principal objetivo estrechar aún más los lazos de amistad con Castilla para apartar a este reino peninsular de la órbita de Francia.
La diplomacia castellana, en esos años, fue capaz de mantener un difícil equilibrio entre Francia e Inglaterra, aunque las preferencias del rey y de buena parte de la corte castellana se inclinaran sin reservas hacia el lado inglés en la Guerra de los Cien Años. Los Condes de Derby y de Salisbury, como experimentados diplomáticos que eran, venían hasta el real de Algeciras para cumplir con una importante misión de Estado, además de ganar los beneficios espirituales de la Cruzada. Una vez presentados a Alfonso XI, entregaron al rey de Castilla unas cartas secretas que portaban del rey Eduardo III. En ellas se les nombraba emisarios especiales y plenipotenciarios para acordar el matrimonio entre el Infante don Pedro, heredero de la Corona castellana, y la hija segunda del soberano inglés, doña Juana.
En el mes de julio, los condes ingleses, con sus mesnadas, intervinieron, dando grandes muestras de valor en un hecho de armas recogido con gran detalle por la Crónica castellana. Los cristianos habían construido una torre de asalto muy cerca de la puerta del Cementerio y desde ella arrojaban, con gran daño para los algecireños, bolaños, proyectiles incendiarios y toda clase de armas arrojadizas contra la ciudad. Con el fin de incendiar aquella torre de madera, salió un destacamento musulmán de la villa. Como los castellanos que defendían el ingenio bélico se veían impotentes ante el gran número de musulmanes que les hostigaban, vinieron en su ayuda los dos condes ingleses con sus vasallos.
“Y llegaron tan cerca (del antemuro) que daban con las lanzas a los Moros que yacían en el foso, y a los que estaban en la barrera de la ciudad. Y todos los Moros de la ciudad acorrieron aquel lugar, y salieron fuera, y hubieron muy gran pelea con ellos. Y fue allí herido el Conde de Derbi de una saetada en el rostro, y mataron dos caballeros ingleses, aunque lograron encerrar a los Moros”. En agosto participaron los dos nobles ingleses, con algunos caballeros alemanes, en otra refriega cerca de la puerta situada entre las dos villas. Tan bravamente pelearon que dos caballeros ingleses lograron penetrar en la ciudad mientras perseguían a los musulmanes. A finales de dicho mes de agosto, recibió el Conde de Derby cartas del rey de Inglaterra en las que le comunicaba que había acordado treguas con el rey de Francia y requería su presencia en la corte. Los condes ingleses comunicaron al rey de Castilla cómo, a su pesar, se veían obligados a abandonar el cerco, y para ello solicitaban su autorización, a lo que Alfonso XI no pudo negarse. En el viaje de regreso permanecieron unos días en Sevilla mientras el Conde de Salisbury se recuperaba de una dolencia que había sufrido a su llegada a la ciudad. Allí recibieron la noticia de que el rey de Granada se hallaba con su ejército acampado muy cerca de Algeciras y que la batalla decisiva entre cristianos y musulmanes no iba a tardar en producirse. Aunque el cruzado inglés quiso retornar al cerco, sus médicos lo desaconsejaron y Guillermo de Montague continuó viaje hacia Inglaterra.
Otro famoso cruzado que estuvo en el cerco fue el Conde Lous, de nacionalidad alemana. A diferencia de los caballeros españoles, la mayoría de los cuales cabalgaban al estilo andalusí, a la jineta, (con estribo corto y sillas ligeras y bajas), sin armadura y portando armas ofensivas poco pesadas, los caballeros centroeuropeos que acudieron al cerco de Algeciras, desconociendo las tácticas propias de la guerra de frontera, portaban pesadas armaduras, iban sentados sobre sillas sólidas y altas y sostenían armas ofensivas que impedían las maniobras rápidas al caballero y a la propia cabalgadura. Ataviados de tal manera, sus movimientos se tornaban lentos y las posibilidades de ser alcanzados por el enemigo en las celadas, cuando estos utilizaban la táctica conocida como de torna-fuye, aumentaban considerablemente.
Sirva de ejemplo lo ocurrido al Conde Lous. Había llegado al cerco en los primeros días del mes de agosto de 1342 aposentándose con sus mesnadas en un lugar del real situado frente a la puerta del Cementerio. A poco de establecido el cerco en esa parte de la muralla, salió un destacamento musulmán por una de las puertas formado por trescientos jinetes y unos mil peones —según la Crónica—, con la intención de atacar las posiciones ocupadas, aún de manera precaria, por el Maestre de Santiago y el Concejo de Sevilla, entre otros. “Y el Conde Lous, que es de Alemania, posaba en aquella parte, y estaban con este conde seis caballeros de su tierra”. Al ver en peligro a los castellanos que trabajaban en las obras del cerco, el caballero alemán y los suyos abandonaron sus posiciones y fueron a encontrarse con los algecireños que se hallaban aún muy cerca de las murallas y la puerta de la ciudad. Al advertir el ataque de los germanos, los musulmanes volvieron grupas e hicieron creer al Conde y a sus compañeros que retornaban a la villa, lo que envalentonó a los bravos caballeros alemanes. Cuando estuvieron ambos destacamentos muy próximos a la muralla y a la puerta del Cementerio, se volvieron los de Algeciras y pusieron en una celada al Conde Lous y a los suyos. “Y aunque ellos (los alemanes) peleaban muy recio, los Moros, que eran muchos, les acorralaron y mataron aquel Conde”. A raíz de este suceso, el rey reunió a todos los caballeros alemanes y les rogó que no respondieran a las celadas de los musulmanes “pues no eran sabedores de la guerra de los Moros”.
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